Con el sentimiento del alma

Con el sentimiento del alma

Maryta de Humahuaca, la coplera humahuaqueña, que estudió en Tucumán, es una de las artistas que prestigian a Jujuy.

CANTORA. Maryta debutó a los cinco años en el Tantanakuy Infantil. CANTORA. Maryta debutó a los cinco años en el Tantanakuy Infantil.

La voz brota en la butaca. Las coplas en portugués perfuman el silencio al compás del choque de palmas que ofician de caja. “Yo solté mi paloma mensajera, mi paloma mensajera voló, le mandé un mensaje a Angola y hasta ahora ella no volvió. Nuestra Señora mandó un recado, llamó, llamó, llamó, yo soy hija de ella criada en un Congo, yo voy, yo voy, yo voy...” El canto queda flotando en el teatro Mitre de Jujuy durante el V Congreso Nacional de Folklore. “En Minas Gerais participé de un mozambique, una danza tradicional que se hace para la Señora de la Aparecida en diferentes lugares de Brasil y encontré que la copla andina tiene similitudes con las coplas del mozambique”, ha explicado un poco antes Maryta de Humahuaca, coplera, intérprete, compositora, que asistía al encuentro como público.

- ¿Cómo llegaste a la copla? ¿O ella llegó a vos?

- Nací en Humahuaca. Desde changuita, yo tomé la copla como una forma de hablar. Mi abuela cantaba coplas todo el día, mientras cocinaba, cuando se iba a regar las plantas, cuando estaba limpiando, cocinando, lavando o estaba en el puesto de artesanías. Entonces ingresé a ese universo de una forma muy natural, sin darme cuenta; cuando tenía cinco años ya estaba cantando en el Tantanakuy infantil, que era un evento del que fue precursor Jaime Torres… se lo hacía en Purmamarca, Humahuaca, Yavi, Tilcara, iba rotando en las distintas geografías del norte de Jujuy. Cuando se inició el primero, mi abuela me anotó y sin pensarlo comencé a cantar en un escenario grande, con mucha gente observando. Fue una experiencia maravillosa porque me acuerdo de los aplausos de la gente…

- ¿Quiénes más influyeron en tu camino de cantora?

- Otra persona que circulaba siempre por la casa de mi abuela, porque mi abuelo era carpintero, era Jaime Torres (su papá también era carpintero)… y cuando él llegaba mi abuela le decía: “Jaime, te he guardado los tamales”, se los calentaba, le servía chicha, vino o lo que tuviera y se quedaba conversando. Mis abuelos nunca le pidieron que hiciera música en casa. Una vez cayó con el charanguito y se puso a tocar… Esas personas del ambiente artístico que traía Jaime al Tantanakuy… tuvimos la oportunidad de conocerlas, como Mercedes Sosa, León Gieco... En ese contexto he crecido, compartiendo la música.

- ¿Vos querías ser coplera?

- En realidad, quería ser pianista. Mi papá me crió escuchando Mozart, su compositor favorito. Mi papá tuvo la suerte de estudiar en Córdoba, donde adquirió muchos discos de Mozart, Los Beatles, Barry White, Aretha Franklin… entre el canto de la copla de mi abuela tenía también esta historia y Ricardo Vilca que tocaba Bach, había un universo muy grande, pero era muy difícil conseguir un piano, así que me hice cantora. Cuando fui más adolescente, comencé a cantar rock nacional. Y me puse a aprender las canciones de Charly García, Spinetta, Serú Girán… De repente, una vez en Yala o en Reyes, viene Tomás Lipán y me escucha cantar, me invita entonces a lo de la Negra Cabana, que era una institución; ella me comenzó a incentivar también… me empezó a llevar para que les cantara a los chicos más chicos, siempre coplas, bailecitos, carnavalitos... Entonces cuando me di cuenta estaba más en el lado folclórico de nuevo, que en el rockero.

- ¿Cuándo te instalaste en Tucumán para hacer la licenciatura en turismo?

- Después que terminé el secundario… fue muy fuerte, porque pensaba en Tucumán y para mí era Mercedes Sosa. Yo lo conocía de pasada, me maravillaban las flores. A los 22 años fui y conocí a Rubén Cruz; me puse a investigar su música, él me guiaba, me hizo escuchar la música de Chichí Costello, el Chivo Valladares, el Pato Gentilini, Yupanqui... conocí a Josefina Racedo, que me ayudó un montón; todo eso fue un alimento musical esencial. Creo que la zamba es tucumana, pese a que en Jujuy tenemos las nuestras, pero la cadencia, el azúcar de la cadencia de la tucumana es algo que no hay en otras provincias... Me recibí en Turismo, pero no me dedico.

- Lo conociste al Chivo Valladares…

- Un emblema de la música argentina. Era un hombre muy vital; cuando lo conocí no sé cuántos años tenía, pero estaba arreglando el techo de su casa. De repente bajó y se puso a tocar como si nada; se notaba que tenía una energía especial, fue impactante… La primera vez que escuché Subo, pensaba en esa letra y en la historia que me había contado mi abuela del mal de soroche, el apunamiento. Mi abuela decía que era bueno porque te quitaba las penas, el mal, el dolor, si vos estabas sufriendo, el descomponerte, que te duela la cabeza, era bueno porque uno estaba largando todo. Pensaba en eso: Me voy a los cerros altos, a llorar a solas me voy, a ver si se apuna el dolor, subo… qué impresionante que él haya tenido esa percepción tan andina de sacarse el sufrimiento porque cuando uno se apuna no es agradable, después sí, te sentís aliviado.

- ¿La copla sigue siendo el eje de tu vida?

- Soy coplera fundamentalmente, hago mis canciones… He cantado con Lila Downs, con mujeres emblemáticas de Bolivia, de Perú, me invitó Tita Parra, la nieta de Violeta, a cantar a Chile, también voy a Brasil. Estoy viviendo de la música, hasta ahora me va muy bien, tengo invitaciones para Asia, Europa… me gustaría presentarme en Tafí Viejo, en Famaillá, comer las empanadas de doña Sara Figueroa, son lo mejor de Tucumán, además de la zamba.

- ¿Cómo vivís la copla?

- La copla es el sentimiento del alma. Tiene una intención profunda, tiene identidad. Ese tun tun es el sonido del corazón. “Yo soy la coya Marita, cantorcita de Humahuaca, en cada tierra que piso dejo perfume de albahaca…”

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios