Una semblanza de Wilde

El doctor Eduardo Wilde, como se conoce, era mitad inglés y mitad tucumano. Su madre, doña Visitación García, era nacida en nuestra ciudad y hermana de doña Fortunata, famosa por haber retirado de la pica clavada en la hoy plaza Independencia, la cabeza sangrante de Marco Avellaneda. Falleció el doctor Wilde en Bruselas, donde se desempeñaba como embajador, el 3 de setiembre de 1913, a los 71 años. LA GACETA le dedicó una ajustada nota necrológica.

“Acaba de apagarse para siempre una de las más claras inteligencias argentinas; una de esas altas intelectualidades que se imponen a los espíritu selectos, a pesar de todos los errores políticos o las fallas morales que hayan podido amenguar un tanto el brillo del talento, siempre luminoso y siempre respetable. Y es para el escritor, para el literato, para el ironista, este merecido homenaje póstumo”, comenzaba la semblanza del diario

“El diplomático, el médico, el orador parlamentario, quedan muy oscurecidos ante el hombre de letras. Wilde fue un fino crítico de la comedia humana; un hábil y sincero comediante, mejor dicho, que se burlaba sin piedad de su propio papel de cortesano, con un aticismo digno de Voltaire, con el que tuvo muchos puntos de contacto”.

El anónimo periodista se preguntaba: “¿Es esto un elogio? Para los moralistas educados en el catecismo del Padre Astete, ciertamente que no, y nos felicitamos de ello. Wilde también hacía gala de su desdén por la gazmoñería, repugnante a su temperamento demoledor y a su ‘nonchalance’ de hombre de mundo. El autor de ‘Prometeo y Compañía’, tiene derecho a un sitio en el Partenón, en una palabra, si no por su autoridad de repúblico, al menos por su talento literario”.

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