El ministro más afín a Macri presidirá la Corte nacional

El ministro más afín a Macri presidirá la Corte nacional

Rosenkrantz ocupará el lugar de Lorenzetti.

EL ÚLTIMO QUE LLEGÓ A LA CORTE. Lorenzetti toma el juramento a Rosenkrantz en 2016, en presencia de los ministros Rosatti, Highton y Maqueda. archivo EL ÚLTIMO QUE LLEGÓ A LA CORTE. Lorenzetti toma el juramento a Rosenkrantz en 2016, en presencia de los ministros Rosatti, Highton y Maqueda. archivo

El ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación considerado más próximo en términos ideológicos al presidente Mauricio Macri encabezará el tribunal hasta 2021. Carlos Rosenkrantz (ver perfil) desempeñará desde el 1 de octubre el rol que Ricardo Lorenzetti desarrollaba desde 2007, mientras que Elena Highton mantendrá la vicepresidencia. Los tres jueces mencionados y Horacio Rosatti votaron ayer en favor de esta solución: Juan Carlos Maqueda, en cambio, se pronunció por la continuidad de Lorenzetti.

El Gobierno reaccionó con cautela. “Es un acto de democracia que valoramos. Destacamos la gestión de Lorenzetti de los últimos años y confiamos en que las nuevas autoridades van a continuar el trabajo con el Poder Ejecutivo”, evaluó el ministro Germán Garavano. El recambio, que se venía insinuando, fue celebrado abiertamente por Elisa “Lilita” Carrió, detractora de Lorenzetti. “La renovación de la Corte en su presidencia es un eslabón más de la lucha por la república, el fin de la impunidad y la extorsión”, tuiteó la diputada y socia de Cambiemos.

El voto de Highton fue crucial para poner término al período del abogado oriundo de Rafaela. A diferencia de lo que había sucedido en 2006, 2009, 2012 y 2015, este martes la única integrante mujer de la Corte dio la espalda a Lorenzetti y avaló a Rosenkrantz, que es el miembro con menor antigüedad del cuerpo. “Highton será recordada por haber hecho un gran bien a la república y a la patria”, definió Carrió en otro tuit.

Tanto el presidente entrante como Rosatti fueron nombrados por Macri en 2016, primero “en comisión” y, luego, por el procedimiento previsto en la Constitución (con acuerdo del Senado). Rosatti era el candidato del justicialismo mientras que Rosenkrantz tenía el visto bueno de Cambiemos, en especial del ala radical y del macrismo. Algunas lecturas de la elección de la Corte indicaron que Rosenkrantz había llegado a la presidencia por decisión del propio Lorenzetti quien, al perder el voto de Highton, prefirió al ex rector de la Universidad de San Andrés antes que a su comprovinciano Rosatti, el ministro que más diferencias había planteado con su estilo de conducción y el que en el último tiempo lucía cercano a Carrió. Así pergeñado, el episodio habría sido una forma elegante de ceder poder y de poner en deuda al sucesor.

Pidió políticas de Estado

Si la Corte de la Nación es la “cabeza” de la Justicia argentina, su presidente hace las veces de “cerebro” visible de la judicatura. Lorenzetti inauguró una nueva era en lo que a exposición pública se refiere en su condición de orador capaz de discurrir sobre la neurociencia con la misma elocuencia que sobre el derecho ambiental. Ese perfil alto, que incluso involucró aspectos de su vida privada, contrasta con la posición discreta que adoptó Rosenkrantz desde que llegó a la Corte. Lorenzetti hizo un culto de la comunicación: uno de sus legados institucionales tangibles es la creación del Centro de Información Judicial (CIJ) que dirige María Bourdin. Conocedor de la importancia estratégica de la prensa, estableció relaciones fluidas con el periodismo profesional y falló a favor de la libertad de expresión. Pero la adhesión a esos principios quedó en entredicho luego de que un libro que lo cuestionaba, “El señor de la Corte”, fuera retirado fugazmente de las librerías.

Nombrado por el ex presidente Néstor Kirchner en 2004, Lorenzetti tomó las riendas del máximo estrado en coincidencia con la llegada a la Casa Rosada de la esposa de quien lo había designado, Cristina Fernández. En esas circunstancias, enfrentó los embates del oficialismo contra el llamado “partido judicial” que, entre otras medidas, cristalizaron en la “democratización de la Justicia”. Pero Lorenzetti también lidió con el desprestigio institucional derivado de la falta de independencia, en especial, para esclarecer las denuncias de corrupción. El presidente de la Corte reaccionó siempre con el mismo libreto: pidiendo “políticas de Estado” para los Tribunales.

Con el tiempo y la experiencia en el manejo de las tensiones, Lorenzetti desenvolvió una personalidad zigzagueante. Esa ductilidad le permitió liderar el reemplazo del Código Civil de Vélez Sársfield por un digesto que unificó el derecho privado al tiempo que intentaba mantenerse a distancia del kirchnerismo. Esta habilidad de equilibrista, que alimentó las versiones de que podría convertirse en candidato al Poder Ejecutivo, se resquebrajó cuando, inmediatamente después de la victoria de Macri, emitió junto a sus pares la sentencia que hizo lugar a la coparticipación que habían reclamado algunas provincias durante la administración política anterior.

Las controversias de los Tribunales Federales de Comodoro Py -incluido el manejo irregular de sorteos y de la oficina de escuchas telefónicas- y los ataques de la jueza María Servini de Cubría contribuyeron al desgaste de Lorenzetti, que también era desaprobado por el núcleo duro kirchnerista. Carrió no sólo le reprochó su cercanía con ciertos sectores justicialistas, sino también influencias indebidas en expedientes sensibles y una evolución patrimonial inexplicable. Pese a estas críticas, Lorenzetti mantuvo diálogo con el macrismo y continuó bregando por reformas en el modo de procesar los conflictos, pero la falta de resultados lo obligaron a retroceder. Su incomodidad resultó evidente el mes pasado, cuando vino a Tucumán invitado por el gobernador Juan Manzur. En pleno auge de la megacausa de los cuadernos, Lorenzetti evitó todo contacto con la prensa y se refugió en la tertulia con el camarista federal Ricardo Sanjuán.

Aunque Macri dijo que no lo conocía personalmente, Rosenkrantz es el ministro que mayor simpatía y confianza inspira en Cambiemos. Ex funcionario alfonsinista y discípulo de Carlos Nino, adhiere a una visión liberal del derecho y de la economía. Como presidente de la Corte, Rosenkrantz tendrá que afrontar el reclamo de que la Justicia se pliegue a las medidas de austeridad, en particular mediante la revisión de la exención al impuesto a las ganancias y de las jubilaciones de privilegio. Aunque quizá Rosenkrantz sea menos político y más “judicialista” que su antecesor, su acceso a la cúspide de la Corte representa, si no tranquilidad, al menos un motivo de distensión para el Poder Ejecutivo que lo nombró.

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