Manzur, armador de la oposición

Hiperactivo anda Manzur. En los últimos días telefoneó a sus pares y organizó la reunión del martes en el CFI para analizar propuestas y plantarse frente al ajuste que impulsará el Gobierno nacional. Se comunicó con aquellos gobernadores que no asistieron al encuentro del miércoles en Capital Federal, como Lucía Corpacci (Catamarca), Casas (La Rioja), Uñac (San Juan) y hasta con Miguel Lifschitz, el socialista de Santa Fe. Los quiere acompañando. Aquel día estuvieron Arcioni (Chubut), Verna (La Pampa), Rodríguez Saá (San Luis), Insfrán (Formosa) y Zamora (Santiago del Estero), además de los vicegobernadores de Chaco y de Tierra del Fuego. Una masiva presencia de referentes peronistas pasado mañana significaría una expresión del nivel de preocupación por la crisis, y también un éxito político de Manzur, que aparece como la cabeza visible del ala dura de la liga de mandatarios del PJ. Pero no cerrada -aseguran-, este peronismo “reciclable” no apuesta al helicóptero como otros extremistas; tanto que también presentará sus propias iniciativas. Algunas coincidirían con aspectos que impulsaría Cambiemos, como el imponer retenciones a la minería.

Sin embargo, pese a los eventuales puntos en común, las negociaciones se impondrán y el terreno donde se dirimirán y se cerrarán acuerdos será en el Congreso, Presupuesto 2019 mediante. Habrá que cotejar los proyectos, así como ver si el cordobés Schiaretti y el salteño Urtubey se suman a la movida de los mandatarios peronistas y asisten a la nueva cumbre en el CFI. Aparentemente, acuciados por la comprometida situación de sus finanzas, habrían cerrado acuerdos con el poder central y no tendrían tanta libertad de acción como para asistir al plenario. Autonomía condicionada. La crisis obliga a las mezquindades y a actuar individualmente para salvarse. Hasta cierto punto es entendible.

Apuesta al diálogo

¿Desde dónde negociarán las partes? Nadie lo quiere hacer desde la debilidad porque implica jugar en desventaja. La crisis encuentra a la Nación con sus números en rojo y a algunas provincias con superávit, como la de Tucumán, de $ 1.300 millones en 2018, según un informe del Ministerio de Hacienda. El ajuste del FMI impone al Gobierno nacional que reparta las cargas para que las administraciones provinciales también soporten y aporten al recorte de los gastos. Socializar la crisis. Todos reniegan, porque la merma de fondos afecta la tranquilidad social. Y las provincias no desean compartir y soportar el fracaso económico nacional. Se entiende así que hayan rechazado la eliminación del Fondo Federal Solidario.

En ese marco, al Ejecutivo le preocupa que la recaudación baje a causa de la recesión, aunque aseguran que las cuentas están ordenadas como para aguantar el pago de los sueldos hasta fin de año, incluyendo los compromisos por la cláusula gatillo. La inquietud también va por el lado del aumento de los precios de algunos insumos -algunos dolarizados, como los del área de la salud- que pueden afectar la prestación de los servicios estatales. “El costo fijo del Estado desbarrancó”, confesó alguien del gabinete. Si bien se sostiene que de no mediar una hecatombe van a llegar a fin de año con las cuentas más o menos cerradas, en el Gobierno también siguen con atención los efectos de la crisis en el sector privado, especialmente por aquellos empresarios que se han contraído deuda en dólares y cuya caída puede provocar conflictos sociales. Hay dos importantes que se acercaron a la Casa de Gobierno a plantear sus temores.

En suma, el Gobierno nacional daría a conocer mañana algunas medidas para atenuar la crisis, y al día siguiente los gobernadores justicialistas harán lo propio. ¿Serán dos visiones enfrentadas? El conflicto político se desnuda porque la Nación le hablará al FMI y porque los gobernadores no quieren que los efectos del ajuste repercutan negativamente entre sus gobernados. Los mandatarios contemplarían el respeto a los compromisos asumidos por la Nación frente al Fondo y la posibilidad, como se dijo, de fijar retenciones a la minería porque se están enriqueciendo tanto que no renegarían de una decisión en ese sentido.

Ninguna provincia está en condiciones de perder recursos, repite Manzur, motor del encuentro del martes. El titular del PE, que objeta el ajuste en la provincia, apostó a agrandar la mesa de la semana que viene en el CFI. “El peronismo va a ayudar y va a cuidar la institucionalidad”, dice a quien lo escuche. Y pese a jugar el papel de duro frente al poder central no descarta la negociación para destrabar la disputa. Tanto es así que si bien anunció un recurso de amparo tras la eliminación del fondo sojero, todavía el escrito con el planteo judicial permanece guardado en la Fiscalía de Estado. Según se advierte desde el Ejecutivo, el jefe de Estado aún apuesta a que se revea la resolución nacional sin necesidad de llegar a la Justicia. No renuncia a los derechos que tiene la Provincia, prioriza la política; deslizó algún colaborador.

Reforzar su perfil opositor a Cambiemos es parte de la estrategia de Manzur. Por eso armó las reuniones con sus pares, con Pichetto y con Massa; el primero porque lidera la bancada peronista en el Senado y el segundo porque maneja un bloque importante en la Cámara Baja. Entre todos constituyen un espacio político-institucional representativo en el Congreso, justamente donde se tiene que aprobar el Presupuesto 2019. Todo sirve para negociar por dinero, que es lo mismo que hablar de asegurar la paz social con lo poco que se pueda conseguir. Se pueden hacer especulaciones electorales con los nombres involucrados -el tigrense es el peronista que aparece inmediatamente detrás de Cristina en las encuestas- pero por ahora, este peronismo adoptó una conducta un poco más racional, no apuesta a la fractura, por más que la crisis le haya abierto una ventanita para los comicios. Son los dadores de gobernabilidad. Si todos, Cambiemos y peronistas supuestamente bienintencionados, asumen sus roles con responsabilidad republicana, puede haber salidas o luces de esperanza para el país. Sólo contrarresta esta posibilidad la misma crisis, que los pone en la incómoda posición de ser mezquinos en las tratativas para no ceder más de lo que quieren y pueden ofrecer.

En el marco de esa línea de “dureza” es que Manzur también se recostó en la CGT para reforzar la posición de una oposición no sumisa. Desde la debilidad nadie negocia. El gobernador tiene muy buena relación con los sindicalistas a partir de su paso por el Ministerio de Salud de la Nación durante la gestión kirchnerista, y tiene amigos como el cegetista Héctor Daer. Precisamente, al gremialista lo invitó sorpresivamente a la cena que organizó el 20 de agosto en el Salón Blanco para el embajador de EEUU en la Argentina, Edward Prado. Esa noche comenzó a gestarse la presencia de la central obrera en el CFI del último miércoles, cuando se anunció el paro nacional para el 25. La CGT viene a apuntalar la postura política de los gobernadores en las tratativas con el poder central. Manzur se consolida como referente de este espacio peronista, con irradiación nacional, recostado en su gestión: de austeridad, de defender “el pesito” -como suele decir-, de no endeudarse en dólares y de pagar los sueldos en término. Pero, por sobre todo porque Tucumán es el principal bastión del peronismo en el interior.

En ese marco se pueden entender los coscorrones de Macri -“aprietes”, dicen otros- al tucumano al pedirle la ley de acceso a la información pública. Imbatibles, pero no transparentes; pareció quererles decir. Jaldo recogió el guante y avisó que se avanzará en la implementación de la oficina para dar a conocer cómo actúa el Estado. Una verdadera apuesta de riesgo.

“En estos momentos de dificultades, aquellos que tenemos responsabilidad política tenemos que tener templanza, seguridad, poder transmitir confianza y no tenemos ningún derecho a ponernos nerviosos”, dijo Frigerio, el ministro del Interior que reivindica el reconocimiento del adversario como tal, no como enemigo. Cualidad que no poseen otros en Cambiemos, que insisten con el camino de la no contaminación, de la pureza PRO -que ahora están sufriendo los radicales- y de avanzar sin consultar, negociar o consensuar con las otras fuerzas. Esto lo recomienda el manual de los soberbios en tiempos de calma social y no de turbulencia económica. Hoy la debilidad política, a partir de sus propios errores, determina que el Gobierno nacional tenga que escuchar al resto de las fuerzas políticas. Si no, será una copia mejorada sólo en los modos del kirchnerismo. Y a este país lo salvamos entre todos o no lo salva nadie, como decía un conocido de los compañeros.

Los que retrasan

Un chiste de 2001 -sí, pese a la gravedad de la crisis que enlutó al país se hacían bromas- decía que un amigo le preguntaba a otro: “¿cómo estás, hermano?”. “Tratando de subir a la lona”, le respondía. Está en los genes argentinos reírse de las propias desgracias, aún en los peores momentos, si no observemos la cantidad de memes que circularon por las redes sociales, nacidos de la imaginación de los más fanatizados para responsabilizar al otro, oficialista u opositor, del repetido drama nacional. No los asustan los vaticinios de un nuevo “Rodrigazo” o los que meten miedo con un default; nada los llama a la reflexión; ellos trabajan para sostener el relato que le achaca culpas de todo al otro de las desgracias de todos. Arman medias verdades que también son medias mentiras: que los cuadernos de las coimas son para tapar la inflación; que la trepada del dólar es causada por los empresarios “encuadernados”, que el peronismo -algunos engloban a todos y otros se circunscriben a los “K”- genera un clima desestabilizador y destituyente, que los que gobiernan son unos inútiles insensibles que no dan pie con bola.

Lamentablemente, el clima da para el juego de los especuladores, económicos y políticos, para los aventureros y para los fanáticos. Son los que a diario apuestan a la emocionalidad con intencionalidad política a través de las redes sociales. Son los que reniegan del consenso y que prefieren la grieta, porque ahí navegan cómodos con sus resentimientos.

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