La Argentina y el Mundial

La Argentina y el Mundial

Pasión transversal, factor de sublimación, oportunidad para distraer o legitimar. El máximo torneo futbolístico conmueve, como pocas otras cosas, a la mayoría de los argentinos durante los días en que su selección se mantiene en la competencia. ¿Cuáles son las causas de esos efectos? ¿Qué significa el éxito o el fracaso en un Mundial? ¿Quiénes se aprovechan de él? ¿Cómo puede narrarse un Mundial?

24 Junio 2018
Los ojos en Rusia en tiempos de turbulencia
En un país en el que lo excepcional suele ser regla, no es raro para sus habitantes que durante una competencia, que dura cuatro semanas y se realiza cada cuatro años, simultáneamente se produzcan movimientos sísmicos en la política y/o en la economía local.  Suele depositarse, a raíz de ello, una expectativa extradeportiva en los resultados del equipo nacional en el torneo. 
La dictadura militar más sangrienta usó al Mundial -y a la obtención del campeonato- para consolidarse en 1978. Cuatro años más tarde, la selección nacional debutaba -y perdía- ante Bélgica en España, mientras se libraba la guerra de Malvinas (en el 86, el partido que Maradona le ganaba a los ingleses en México se vivía como una revancha frente a la derrota militar). En el Mundial 1990, la Argentina perdía la final con Alemania mientras el país acumulada un 250% de inflación en el primer semestre del año. En el Mundial 2002, el país transitaba la mayor crisis de su historia. En este, como en casi todos los Mundiales, muchos se aferraban a la esperanza de que la conquista de la copa inyectara la confianza que necesitan los argentinos para salir del pozo de turno en el que cayeron. 
Hoy nos metemos en un nuevo Mundial con una volatilidad financiera extraordinaria, después de una votación legislativa sobre un tema altísima sensibilidad y en un período de creciente aceleración histórica. En octubre, el peronismo descontaba una victoria inevitable de Cambiemos en 2019. Hoy 2019 está a un siglo de distancia y el partido de la estabilidad se juega día a día.
Los éxitos futbolísticos aparecen, muchas veces, como una compensación a nuestros fracasos como sociedad. En algunos casos las victorias son el resultado de un funcionamiento colectivo que no logramos como país. En otros, como en este 2019, la apuesta se reduce a prender velas a un “salvador”. 
© LA GACETA
Marcelo Zavaleta - Escritor.
Dios es redondo *
Escribir de fútbol es una de las muchas reparaciones que permite la literatura. Cada cierto tiempo, algún crítico se pregunta por qué no hay grandes novelas de fútbol en un planeta que contiene el aliento para ver el Mundial. La respuesta me parece bastante simple. El sistema de referencias del fútbol está tan codificado e involucra de manera tan eficaz a las emociones que contiene en sí mismo su propia épica, su propia tragedia y su propia comedia. No necesita tramas paralelas y deja poco espacio a la inventiva de autor. Esta es una de las razones por las que hay mejores cuentos que novelas de fútbol. Como el balompié llega ya narrado, sus misterios inéditos suelen ser breves. El novelista que no se conforma con ser un espejo, prefiere mirar en otras direcciones. En cambio, el cronista (interesado en volver a contar lo ya sucedido) encuentra ahí inagotable estímulo. Y es que el fútbol es, en sí mismo, asunto de palabra. Pocas actividades dependen tanto de lo que ya se sabe como el arte de reiterar las hazañas de la cancha. 
* Fragmento (Planeta).
El fútbol 
y la vida *
Creo que en nuestro modo de jugar exhibimos modos de ser. El fútbol es como una vida a pequeña escala, que se presta muy bien a las metáforas fáciles y definitivas: ganar, vivir, perder, morir, el éxito y el fracaso, ser o no ser. El problema es creer que la vida y el fútbol son sinónimos. A mi preocupa mucho cuando veo a gente reaccionando con el fútbol como si fuera la vida. Entonces, ¿para qué tenés al fútbol? Está bueno tener juegos donde uno exorcice, en su ligereza, en su liviandad, en su carácter efímero en relación a otro montón de cosas que no son ligeras, ni livianas, ni efímeras. Ahora, si vamos a tomar las cosas del fútbol al igual que las cuestiones que atraviesan las vidas… estamos en problemas. Deja de tener sentido el juego y de hecho deja de ser un juego. Flaco favor se hace uno mismo cuando no es capaz de establecer esa distinción. 
* Fragmento de entrevista publicada en estas páginas en 2015.

> Los ojos en Rusia en tiempos de turbulencia

Marcelo Zavaleta

PARA LA GACETA - BUENOS AIRES

En un país en el que lo excepcional suele ser regla, no es raro para sus habitantes que durante una competencia, que dura cuatro semanas y se realiza cada cuatro años, simultáneamente se produzcan movimientos sísmicos en la política y/o en la economía local.  Suele depositarse, a raíz de ello, una expectativa extradeportiva en los resultados del equipo nacional en el torneo. 
La dictadura militar más sangrienta usó al Mundial -y a la obtención del campeonato- para consolidarse en 1978. Cuatro años más tarde, la selección nacional debutaba -y perdía- ante Bélgica en España, mientras se libraba la guerra de Malvinas (en el 86, el partido que Maradona le ganaba a los ingleses en México se vivía como una revancha frente a la derrota militar). En el Mundial 1990, la Argentina perdía la final con Alemania mientras el país acumulada un 250% de inflación en el primer semestre del año. En el Mundial 2002, el país transitaba la mayor crisis de su historia. En este, como en casi todos los Mundiales, muchos se aferraban a la esperanza de que la conquista de la copa inyectara la confianza que necesitan los argentinos para salir del pozo de turno en el que cayeron. 
Hoy nos metemos en un nuevo Mundial con una volatilidad financiera extraordinaria, después de una votación legislativa sobre un tema altísima sensibilidad y en un período de creciente aceleración histórica. En octubre, el peronismo descontaba una victoria inevitable de Cambiemos en 2019. Hoy 2019 está a un siglo de distancia y el partido de la estabilidad se juega día a día.
Los éxitos futbolísticos aparecen, muchas veces, como una compensación a nuestros fracasos como sociedad. En algunos casos las victorias son el resultado de un funcionamiento colectivo que no logramos como país. En otros, como en este 2019, la apuesta se reduce a prender velas a un “salvador”. 
© LA GACETA


Marcelo Zavaleta - Escritor.


> Dios es redondo *

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Por Juan Villoro

Escribir de fútbol es una de las muchas reparaciones que permite la literatura. Cada cierto tiempo, algún crítico se pregunta por qué no hay grandes novelas de fútbol en un planeta que contiene el aliento para ver el Mundial. La respuesta me parece bastante simple. El sistema de referencias del fútbol está tan codificado e involucra de manera tan eficaz a las emociones que contiene en sí mismo su propia épica, su propia tragedia y su propia comedia. No necesita tramas paralelas y deja poco espacio a la inventiva de autor. Esta es una de las razones por las que hay mejores cuentos que novelas de fútbol. Como el balompié llega ya narrado, sus misterios inéditos suelen ser breves. El novelista que no se conforma con ser un espejo, prefiere mirar en otras direcciones. En cambio, el cronista (interesado en volver a contar lo ya sucedido) encuentra ahí inagotable estímulo. Y es que el fútbol es, en sí mismo, asunto de palabra. Pocas actividades dependen tanto de lo que ya se sabe como el arte de reiterar las hazañas de la cancha. 

* Fragmento (Planeta).


> El fútbol y la vida *

Por Eduardo Sacheri

Creo que en nuestro modo de jugar exhibimos modos de ser. El fútbol es como una vida a pequeña escala, que se presta muy bien a las metáforas fáciles y definitivas: ganar, vivir, perder, morir, el éxito y el fracaso, ser o no ser. El problema es creer que la vida y el fútbol son sinónimos. A mi preocupa mucho cuando veo a gente reaccionando con el fútbol como si fuera la vida. Entonces, ¿para qué tenés al fútbol? Está bueno tener juegos donde uno exorcice, en su ligereza, en su liviandad, en su carácter efímero en relación a otro montón de cosas que no son ligeras, ni livianas, ni efímeras. Ahora, si vamos a tomar las cosas del fútbol al igual que las cuestiones que atraviesan las vidas… estamos en problemas. Deja de tener sentido el juego y de hecho deja de ser un juego. Flaco favor se hace uno mismo cuando no es capaz de establecer esa distinción. 


* Fragmento de entrevista publicada en estas páginas en 2015.

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