Decepción que bordea el fracaso

Decepción que bordea el fracaso

El seleccionado argentino jugó mal; fue vapuleado por Croacia y quedó al borde de la eliminación de la primera fase del Mundial.

PRESIÓN. Marcos Acuña, que no gravitó, es marcado de cerca por Ivan Perisic. La Selección sufrió un duro golpe. reuters PRESIÓN. Marcos Acuña, que no gravitó, es marcado de cerca por Ivan Perisic. La Selección sufrió un duro golpe. reuters

Lo lógico sería comenzar el análisis cronicando la jugada maldita. Caballero intenta picar la pelota sobre Rebic para salir jugando, lo hace mal y el croata fusila para el 1 a 0. Pero sería equivocado, porque reduciría todo a un error -grosero y clave en el desarrollo del partido, es cierto- y ocultaría la verdad. Y la verdad es más profunda que una jugada o que un resultado. La verdad duele pero es necesaria, porque va al hueso. La verdad es un viaje a la oscuridad. Todo lo malo que podía pasarle a la Selección le ha pasado, pero no fue producto de la mala suerte ni de una confabulación. Si la marcha de Argentina por Rusia es una decepción que bordea el fracaso se debe a su propia incapacidad.

Antes de seguir, un apunte. La eliminación está cerca, pero la tabla puede mantener al equipo con vida si -por ejemplo-, Nigeria le gana hoy a Islandia. También si empatan, aunque en ese caso el margen se achica muchísimo. Si ganan los europeos habrá que ir pensado en comprar los souvenires. La casualidad de la clasificación a octavos puede consumarse, de acuerdo, pero ¿para qué? En primer lugar habría que derrotar a los nigerianos el martes, la que de por sí es una misión complicada para un equipo que no parece capaz de ganarle a nadie. Y después, ¿cómo avanzar si no están las bases para creer?

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Sin identidad

La debacle de Nizhni empezó mucho antes del 1 a 1 con Islandia. Comenzó en la intimidad del grupo. Sólo los protagonistas conocen los detalles, pero tiene que ver con la idea de juego. En la cancha quedó en evidencia que la Selección no la tiene. No pasa por los sistemas ni por la cantidad de futbolistas que se acumulan por línea. O el DT no supo transmitirlo o los jugadores no captaron el mensaje. Pensar en otra cosa es absurdo. ¿A qué juega Argentina? El que tenga la primicia se ganará el premio del millón.

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En situaciones similares son los dueños de la pelota los que salvan la parada. La historia está repleta de ejemplos en ese sentido. Ocurrió incluso en la Selección de Bilardo, cuando el motor no arrancaba y los jugadores se hicieron cargo de ponerle nafta. Si el DT falló en su ocupación principal, que además de elegir a los intérpretes es dotarlos de una línea, los futbolistas se llevan la otra parte del aplazo. Los veteranos, por supuesto, con Messi, Mascherano, Agüero e Higuaín a la cabeza. Pero también los que integran la segunda línea, desde Otamendi, Acuña y Salvio a Mercado y Enzo Pérez. Y los nuevos, como Tagliafico, Meza, Dybala y Pavón. Hay una cadena de responsabilidad y algunos eslabones son más débiles, pero todos forman parte de la cadena.

Hechas todas estas salvedades hay que hablar un poco del partido. Primero del rival, que es un equipo fuerte, serio y dotado de notables individualidades. Nada peor para una formación endeble y desconcertada, como la argentina, que la agarre un adversario de este calibre. Antes del error de Caballero, en el primer tiempo la Selección tuvo más posesión, pero los que estaban cómodos en la cancha eran los croatas. Lucían seguros, convencidos de que la llave la tenía Perisic por la izquierda (Caballero le tapó el gol en el comienzo del juego) y de que era cuestión de mantener el orden, concentrarse en la marca y mover la pelota con criterio. Mandzukic se perdió el gol cabeceando afuera, sin estorbos.

La única llegada clara

Y hablando de fallos clamorosos, al de Caballero se sumó el de Enzo Pérez. Fue la única llegada clara de la Selección, al cabo de un desborde por la izquierda. La pelota le quedó justa al volante de River, con el arquero Subasic fuera de foco y el arco de frente. Pérez, el hombre que entró al Mundial por la ventana y se topó con una impensada titularidad, tenía una cita con la historia y llegó tarde. De esa jugada se acordará -y se la recordarán- toda la vida.

Todo era parejo en el arranque del segundo tiempo hasta que Croacia aprovechó el regalo de Caballero. Con el 0-1 quedaban 37 minutos por delante y fueron de lo peor que podía entregar la Selección. Más que golpear, el gol hundió al equipo. Se cayó a pedazos, espiritualmente vapuleado, sin planes B o C, más allá de los cambios. Sampaoli apeló a Pavón y a Dybala en el momento que menos les conviene a los jugadores, esos en los que todo es confusión. Y se sumaron a la confusión, por supuesto. Modric liquidó la historia con un golazo y el tercero fue para el éxtasis croata. La sensación es que con un poco más de decisión, Rakitic y compañía podían haberse acercado a un nocaut similar al 6-1 de los españoles.

En caliente, a minutos del final del partido, no es fácil sustraerse de un 0-3 mundialista que no pronosticaba ni el más descreído. La verdad de anoche es que fue demasiada hinchada para tan poco equipo. La verdad es que la gente se fue con el ánimo por el piso porque los jugadores no le transmitían nada. La verdad es que Argentina, a partir de lo visto hasta aquí, nunca llegó a Rusia. Es una Selección que se quedó a mitad de camino, en tránsito. Por eso perdió como perdió. Y lo más curioso, lo más loco, es que hasta podría avanzar a la próxima ronda. ¿Será verdad?

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