El reloj de arena es más rápido que el cronómetro

El reloj de arena es más rápido que el cronómetro

El mundial, como es costumbre, es el marcapasos de la política argentina. La parsimonia del gobernador Manzur juega en su favor y altera los nervios de los demás. El PRO no logra despegar en el Cambiemos tucumano. Taxis enojados.

El miércoles pasado aparecieron algunas encuestas. Dicen que Cristina sigue siendo la principal figura opositora. Arriesga que si hay elecciones ya, gana Macri pero tiene que ir a una segunda vuelta. Confirma que María Eugenia Vidal es la que tiene mejor imagen. El sondeo que publicó Clarín usa como base a un trabajo de Opinaia, una de las consultoras que mejor viene pronosticando las elecciones, según la nota de Eduardo Paladini. En esa pieza periodística queda al descubierto la desconfianza de los argentinos sobre la economía y la desaprobación a la gestión nacional.

Los números son una foto muy desagradable para el oficialismo porque el 31,2 de Macri no alcanza, pero también es terrible para la oposición peronista que no encuentra una figura nueva que siembre sueños de tiempos diferentes. En la intención de votos detrás del 26% de Cristina están el 11,6 de Sergio Massa y las ilusiones de Juan Manuel Urtubey quedan reducidas a un 7,2%.

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Los guarismos suelen ser simples datos, pero invitan a las más locas elucubraciones y detrás de ellos empiezan a moverse la máquinas electorales de los políticos. Los números marcan diferencias, sellan estilos y configuran estrategias. Pero hay un dato que todos soslayan. Hay un ítem que debería ser el principal y sin embargo se esconde en la vergüenza del día a día. Se trata de un valor que en realidad está disfrazado de disvalor. Salvo una persona y por muy poquito -mejor ni mencionarla porque no se trata de eso-, todos los encuestados tienen más alta la imagen negativa que la positiva. Ese es el dato que debería preocuparlos y preocuparnos. Hay una notable hartazgo de los ciudadanos que cuando dejan su voto en las urnas depositan un 90% de esperanza y de confianza. La reacción a estos números suele ser defensiva. Los dirigentes se animan hasta a enojarse con los vecinos que “no los entienden” o que “no saben de política”. No todo está reducido al puntero, a la cartita que reciben o al timbreo. Que todos los políticos tengan imagen negativa es un despertador que suena a las 5 de la mañana después de una larga noche de desvelos.

La decisión de Argentina

Hay una escena que ya fue escrita en esta misma sección, pero que vale la pena repasarla. En la cena del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC) uno de los anfitriones se paró ante los 1.200 comensales (políticos, ministros, gobernadores, intendentes, periodistas) y preguntó: “si tuvieran que elegir entre que Argentina salga campeón del mundo o que la Argentina empiece a despegar en los próximos años, ¿por qué optarían?” Sonrisas. Conversaciones que siguen como si el interrogante aceptara una sola contestación. Gestos de que era obvia la respuesta. Silencio. Esas fueron las respuestas. Apenas un mes después de esta comida, la Argentina se subió a una montaña rusa y todavía está agarrada del carrito con los pelos de punta.

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En tiempos de crisis el Mundial sigue siendo el punto de inflexión de un país cuyo humor -y hasta la política- depende de los botines de Lionel Messi.

Posición adelantada

Nadie se anima a tomar decisiones, pero el tiempo pasa y se devora todo. En Tucumán, las cuestiones políticas son muy parecidas a las nacionales aunque se invierten los colores de los protagonistas. A nivel nacional, el peronismo espera que aparezca la figura que los aglutine (Urtubey no termina de salir del cascarón); en la provincia ocurre algo parecido con la oposición, es decir, con un Cambiemos que desde hace cuatro elecciones no cambia mucho.

Esta semana, en las instalaciones que la UNSTA tiene en Yerba Buena, el politólogo Ricardo Rouvier lo explicó: “mi opinión es que la oposición en Tucumán tiene que buscar una figura nueva, renovada, con el fin de poder enfrentar al peronismo de la provincia, que tiene muchos años en el poder”. El experto se cuidó de dar nombres y su prudencia fue peor porque despertó todo tipo de suspicacias y elucubraciones.

El Mundial y el botín de Messi por ahora ayudan porque todos temen tomar la decisión equivocada, y que 2019 los encuentre en “offside”.

Distinto tiempo

El paso del tiempo medido en un reloj de arena o en un modernísimo reloj con centésimas de segundo parece que fuera totalmente diferente. En la provincia, mientras todos ven agobiados y sedientos cómo la ansiedad se devora los segundos, Juan Manzur atraviesa con paso lento -aunque firme- su presente político. El reloj de arena le indica que “hay tiempo” para comunicar sus decisiones. Sin embargo, él ya optó por cuál camino va a seguir: el de la reelección. El gobernador tucumano, además, avanza por una ruta asfaltada que lo ayuda a tomar velocidad mientras sus rivales siguen en la banquina como lo describe Rouvier. Claro que el mandatario provincial, aunque no lo dice, sabe que al costado también va a quedar su amigo y socio José Alperovich. Mientras espera que pase el Mundial, fin de año, el carnaval y la Semana Santa del año que viene, Manzur presume. Con la falta de mérito de su acusación por el plan “Qunita” bajo el brazo, no se cansa de alabarse a sí mismo. Cuenta que es uno de los pocos gobernadores que no contrajo deuda. Se autoelogia cuando pasea por los circuitos empresarios y los aplaude por invertir en Tucumán. Se siente fuerte y le advierte a Macri que no hará más ajustes, y se para junto a los otros gobernadores peronistas como si pudiera ser ese elegido del que habla Rouvier cuando dice que a nivel nacional aún no apareció la figura que aglutine.

Mientras la oposición tucumana siga mirando el fixture mundialista, Manzur va a seguir disfrutando del paso del tiempo, como si él pudiera dar vuelta el reloj de arena a su arbitrio.

La oportunidad perdida

El cronómetro electrónico es de uso exclusivo de Cambiemos. Los días pasan y da la sensación de que todo siguiera quieto. Cambiemos sigue siendo radical y del peronismo disidente. El PRO brilla por su ausencia o por su desorden en Tucumán. Esta semana terminó intervenido. Falta poco más de un año para los comicios y el partido amarillo tiene una luz roja de peligro encendida. Alberto Colombres Garmendia, Alejandro Avila Gallo y Pablo Walter parecen ser un mediocampo convocado por Jorge Sampaoli, que entre lesiones y viejas equivocaciones no le dieron buenos resultados al equipo.

“Cars”

Los problemas de la semana vinieron en taxi. Finalmente, la protesta del martes se hizo. No hubo armas al viento ni autos rotos. Sí hubo, en cambio, autos disfrazados. Muchos de los taxistas que salieron a la calle a protestar taparon sus licencias y sus patentes. La protesta o el reclamo de derechos con la cara al viento parece algo del pasado, ¿o algo tienen que esconder?

El servicio de taxis en Tucumán no goza de buena reputación a medida que pasan los años. Cuando la década del 80 se despedía para siempre estalló aquel escándalo que pasó a la posteridad como “el taxigate”. Allí se descubrió que en el Concejo Deliberante se vendían licencias de taxis. El acto de corrupción fue reconocido por propios y por extraños, pero todo quedó en una nebulosa cuando la Justicia no encontró la punta del ovillo.

Años después, en los 90, empezó a funcionar el servicio de remises y así funcionó el único remise del mundo que levantaba pasajeros en la calle como un taxi cualquiera. Así fue creciendo la mala fama del servicio de la mano de la familia Ale que se fue adueñando de los vehículos y de las estrellas de ese servicio. A principios de este siglo, el taxi era sinónimo de poder entre los políticos. Cuando más importante el dirigente, más autos y licencias de taxis tenía. Hasta que murió Paulina Lebbos. Días después de la desaparición de la joven, nació el Sutrappa. Hasta el día de hoy existe sin que los problemas hayan desaparecido. Ni siquiera en la forma de protestar donde la violencia le gana espacios a los derechos y a las obligaciones. La Justicia, en todos los casos, no pudo ver nada.

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