Vuelve Naves, la competencia para emprendedores

Vuelve Naves, la competencia para emprendedores

La registración está abierta y es gratuita

POR LA CULTURA EMPRENDEDORA. Lanusse, Lonac y Rodríguez en la SP-T. la gaceta / foto de Antonio Ferroni POR LA CULTURA EMPRENDEDORA. Lanusse, Lonac y Rodríguez en la SP-T. la gaceta / foto de Antonio Ferroni
25 Abril 2018

Dicen que los emprendedores portan el mejor de los futuros posibles: la alternativa más tangible de producir un cambio positivo en una comunidad. El Banco Macro, la Universidad San Pablo-Tucumán (SP-T) y la Escuela de Negocios IAE, de la Universidad Austral, reivindicaron ese ideario ayer, en el acto de presentación de la cuarta edición de Naves, una competencia dirigida a fortalecer la cultura emprendedora. Tanto la fundadora de la SP-T, Catalina Lonac, como el gerente divisional del Macro, Javier Lanusse, y el directivo del IAE, Juan Martín Rodríguez, ratificaron su compromiso con la creación de nuevos negocios que puedan mejorar el pasar individual y colectivo. “Tenemos la misma filosofía”, resumió Lonac.

El certamen de este año, cuya inscripción gratuita está abierta en la web iaes.edu.ar/naves, es el más federal de los desarrollados hasta el presente. Emprendedores de Tucumán interactuarán con sus pares de Neuquén, Mendoza, Jujuy, Salta, Santa Fe, Rosario, Córdoba, Mar del Plata, Oberá y Tandil (habrá hasta 80 competidores por sede). Los proyectos escogidos en el nivel local recibirán apoyo y asesoramiento en los campus de IAE. El ganador viajará a Israel, país que Rodríguez definió como la capital mundial de los emprendedores. Pero, además, los finalistas tendrán un acceso privilegiado a las líneas de financiamiento del Macro. “El Banco destinará $ 16 millones sólo para la capacitación de los participantes del Naves 2018”, explicó el gerente Lanusse.

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Tomar riesgos ahora

La convocatoria está destinada a ciudadanos mayores de 18 años que deberán agruparse en equipos de hasta cinco miembros. Asimismo, podrán participar personas jurídicas (startups). Lo que importa es tener un emprendimiento, donde “tener” no necesariamente significa haberlo materializado. “No hace falta ser Google para anotarse, sino animarse”, precisó Rodríguez.

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El programa abarca tres categorías de iniciativas, desde la más simple hasta la más compleja: “idea de negocio” (sólo un sueño), “empresa naciente” (entidades con hasta dos años de vida) y “nuevo proyecto” (proyectos concretos o nuevos originados en empresas en marcha de cualquier antigüedad).

Los competidores recibirán formación para delinear sus modelos de negocios. Además, tendrán la oportunidad de intercambiar experiencias, puntos de vista y hasta sellar alianzas en la red de emprendedores. Durante el proceso, los proyectos serán evaluados por expertos, quienes ofrecerán enfoques enriquecedores, recomendaciones y observaciones.

El Naves consta de distintas etapas. En la primera, los inscriptos tucumanos participarán de cuatro seminarios impartidos en las instalaciones de la San Pablo-T. Los finalistas de esa fase inicial seguirán capacitándose en las aulas de la Austral con la meta de entregar un modelo de negocio en septiembre. Para el 18 de ese mes están previstos los cuartos de final (ocho competidores mejor calificados). Una semana después tendrá lugar la semifinal y el 4 de octubre se definirá el ganador del Naves 2018.

“Detrás de todo emprendimiento siempre hay una historia personal y un sueño. Nosotros sólo queremos iluminarlos”, dijo Rodríguez, de IAE, a LA GACETA antes de presentar el programa. Un ejemplo de ese potencial es “Comida por un dólar”, el proyecto del misionero Matías Sebely, que logró el primer puesto en el Naves 2017. Fortalecido por los apoyos obtenidos, el emprendedor está próximo a abrir su fábrica de alimentos destinados a consumidores de recursos escasos. Pero también el negocio “Dulce Tradición”, de María Belén Ibáñez, que se destacó entre los tucumanos que compitieron el año pasado. Este martes al final del acto en la SP-T, Ibáñez dio fe del valor del programa: “participar en Naves fue lo mejor que me pasó desde que abrí mi emprendimiento (de mermeladas artesanales). Aprendí que no hay que enamorarse de lo que uno tiene. Y me animé a tomar riesgos”.

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