Guerra de “likes”

Son casualidades. La interna no existe. Hay intencionalidad de los medios.

Las frases que integrantes del Poder Ejecutivo, que legisladores y que dirigentes diversos pronuncian en público no se condicen con lo que pasa en privado. O en las redes sociales.

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La guerra por la sucesión se ha lanzado con la certeza de las imágenes y la solvencia de los gestos. José Alperovich devolvió en su fiesta de cumpleaños la apurada que Osvaldo Jaldo le venía infringiendo a su compañero de fórmula. El ex mandatario obligó a Juan Manzur a que bailen juntos la melodía internista. Jaldo venía empujando al gobernador para que se definiera con actos en los que excluía al senador y con medidas de alto contenido político, como la del boleto estudiantil gratuito para el interior. Manzur sonreía y devolvía el apriete de uno sacándose fotos con el otro. Ahora su margen se ha reducido.

El primer dirigente que en público le puso nombre y apellido a la compulsa fue José Orellana. Sin pelos en la lengua declaró en “Buen Día”, el programa de LG Play, que la pelea es entre Alperovich y Jaldo, y que a Manzur le queda cada vez menos tiempo para definirse políticamente. Advirtió que si el gobernador persiste en su duda, la dirigencia duda y no sabe para dónde salir corriendo. También se atrevió a vociferar lo que otros apenas susurran: al oficialismo tucumano le falta peronismo. Según su visión -que muchos comparten- Alperovich lo desperonizó y Manzur no se atreve a inyectarle más doctrina de Juan Domingo y Eva Perón. Todo un mensaje.

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Como para los dirigentes no hay internas sino casualidades, Jaldo mostró una imagen de “fortuismo” con su recorrida del lunes. Justo, sin querer, protagonizó un acto en Colombres con los opuestos en sus distritos a los que se sentaron en la mesa del senador cumpleañero. Por ejemplo, lo acompañaron Darío Monteros, cuyos contrincantes internos en Banda del Río Salí -los Khoder- habían festejado con Alperovich. También estuvo con él la legisladora Graciela Gutiérrez de Salomón, la “contra” peronista del peronista -valga la redundancia- Sergio Venegas en Alderetes. Si de mensajes se trata, los que vienen dando uno y otro son más efectivos que los emojis.

Alperovich y Jaldo inauguraron una versión siglo XXI de la Guerra Fría: la de los likes. Miden todos y cada uno de los seguidores, de los rostros que los acompañan en las fotografías y hasta quién pone “me gusta” en los post que se viralizan en las redes sociales.

Pese a las rencillas, los dirigentes juran que no habrá división y que el PJ llegará unido a los comicios de 2019. Eso dicen en público. En privado, la disputa se juega al límite. Ya están los que tiran nombres de fórmulas peronistas que no incluyen a ningún alpero-manzurista (pero sí a los que hoy juegan con Cambiemos) y otras que no contienen a Jaldo y sus amigos. ¿Podría haber dos nóminas del oficialismo en 2019? Guerra de likes. Hasta aquí es sólo eso, dicen los que están cerca del poder y apoyan sus dichos en la negociación que resultó con la postulación de Jaldo como cabeza de lista en diputados, el año pasado. Pulgar abajo, acotan otros. Se refieren a que una legislativa no se compara con una elección provincial y a eso añaden que Alperovich debería reconocer que Jaldo merece un lugar preponderante justamente por lo que logró el año pasado.

Pese a que la Guerra Fría a la tucumana se libra en el espacio virtual, en los escritorios varios dibujan operaciones matemáticas. Que uno suma tantos dirigentes, que el otro tantos más. Que separados pierde el peronismo, que aunque se rompa en tres la oposición no gana.

¿Y Cambiemos? Bien, gracias. También hizo su juego de fotos. Mostraron una en que se vio al radicalismo unido, con Silvia Elías y José Cano muy cerca en la placa. Al toque apareció otra de la UCR, pero con Ariel García y Fernando Valdez compartiendo un acto con dirigentes nacionales del centenario partido. Entonces, de unión nada.

El otro socio de la coalición, el PRO, anda pidiendo veedores nacionales para una elección interna en la que no se espera que voten mucho más de mil personas. Ni en ese reducido espacio se ponen de acuerdo. La pata peronista también está (sigue) renga. Germán Alfaro y Domingo Amaya caminan -literal y políticamente- por carriles diferentes o al menos paralelos. No se tocan.

Como dijo el famaillense Orellana, el peronismo está dividido, pero la oposición está peor.

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