Inmovilizados por el móvil

Vamos a comenzar por la conclusión: los chicos del grupo etario denominado iGen (generación internet) están al borde de la peor crisis de salud mental en décadas, al menos desde que la ciencia registra, mide y clasifica comportamientos psicológicos de masas.

Lo comparan con eventos sociales llamados sísmicos, que pueden ser guerras, saltos tecnológicos bruscos o cismas culturales o políticos, como un golpe de Estado, el Mayo Francés, el Festival de Woodstock o la Beatlemanía.

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¿La causa? Los smartphones, los teléfonos inteligentes y sus primos, las tabletas.

No es internet el motivo de esta crisis; la red ya afectó antes a los Millennials (Generación del Milenio), sólo que mil veces menos que ahora.

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Este nuevo huracán sociológico es la combinación de los móviles con las redes sociales. Los iGen, término acuñado por la psicóloga estadounidense Jean Twenge, son chicos nacidos entre 1995 y 2012, que no imaginan una vida sin celulares, porque no la conocieron, y que abrieron una cuenta de Instagram, WhatsApp o Snapchat antes de comenzar la secundaria, por ejemplo.

Los Millennials también crecieron con internet, pero no la tenían presente en todo momento, día y noche.

¿Cuál es el impacto que están produciendo estos dispositivos, en la mano de los chicos durante todo el día? Al parecer, no se ha tomado del todo conciencia sobre sus consecuencias psíquicas, que van mucho más allá de las preocupaciones habituales, como los efectos nocivos del tan estudiado “tiempo en pantalla”.

Advierte Twenge que estamos ante una crisis de salud mental global que las generaciones anteriores no están en condiciones de entender ni de poder administrar, como los Baby Boomers -nacidos entre 1945 y 1964-, la Generación X - de 1965 a 1981- y los Millennials -de 1982 a 1994-.

Se están registrando niveles sin precedentes de ansiedad, depresión, soledad y hasta suicidios.

Twenge es doctora en psicología, formada en las universidades de Chicago y de Michigan, autora de una decena de libros, varios de ellos sobre conductas generacionales, psicología social, de masas y epidémicas, y actualmente es docente e investigadora en la Universidad Estatal de San Diego.

En agosto pasado publicó una exhaustiva investigación científica -aún no disponible en castellano- con un título un poco largo: “iGen: por qué los niños superconectados de hoy en día crecen menos rebeldes, más tolerantes, menos felices y completamente desprevenidos para la edad adulta, y lo que eso significa para el resto de nosotros”.

“La tecnología no es lo único que distingue a iGen de todas las generaciones anteriores; también son diferentes en cómo pasan su tiempo, cómo se comportan y en sus actitudes hacia la religión, la sexualidad y la política. Se socializan de maneras completamente nuevas, rechazan los tabúes sociales sagrados y quieren cosas diferentes de sus vidas y carreras. Más que las generaciones anteriores, están obsesionados con la seguridad, se centran en la tolerancia y no tienen paciencia para la desigualdad. iGen también está creciendo más lentamente que las generaciones anteriores: los de 18 años se ven y actúan como solían hacerlo los de 15 años y los de 15 se parecen a los de 13. La infancia se extiende ahora hasta el secundario”, describe Twenge en un resumen de su libro, de unas 20 páginas, publicado en The Atlantic.

The Atlantic es una prestigiosa revista cultural y científica de Boston, fundada en 1857, donde no escribe cualquiera. Entre sus columnistas figuran Julia Ward Howe (una de las primeras feministas y abolicionistas de la historia moderna), Martin Luther King, o también Mark Twain, que dio a conocer allí varias de sus obras.

En The Atlantic se publicó, por ejemplo, en 1945, “Cómo podríamos pensar” (As we may think), de Vannevar Bush, que más tarde inspiró el desarrollo del hipertexto.

Un cambio abrupto

“He estado investigando las diferencias generacionales durante 25 años. Las características que definen a una generación aparecen gradualmente durante años. Las creencias y comportamientos que ya estaban en aumento simplemente continúan haciéndolo. Los Millennials, por ejemplo, son una generación altamente individualista, pero el individualismo ya venía en aumento desde los Baby Boomers. Me había acostumbrado a los gráficos lineales de tendencias que parecían colinas y valles modestos. Entonces comencé a estudiar a los iGen.

Alrededor de 2012, noté cambios abruptos en los comportamientos y estados emocionales de los adolescentes. Las suaves pendientes de los gráficos de líneas se convirtieron en montañas empinadas y escarpados acantilados, y muchas de las características distintivas de la Generación del Milenio comenzaron a desaparecer. En todos mis análisis de datos generacionales, algunos de los cuales datan de 1930, nunca había visto algo parecido”.

Twenge es categórica en sus conclusiones: “La llegada del teléfono inteligente ha cambiado radicalmente todos los aspectos de la vida de los adolescentes, desde la naturaleza de sus interacciones sociales hasta su salud mental. Estos cambios han afectado a los jóvenes en todos los rincones del mundo y en todo tipo de hogares. Las tendencias aparecen entre adolescentes pobres y ricos; de cada origen étnico; en ciudades, suburbios y pueblos pequeños. Donde hay torres de telefonía móvil, hay adolescentes que viven su vida en su celular”.

Estos chicos están madurando más lento, pasan muchas horas encerrados en sus habitaciones, tienen menos posibilidades de sufrir un accidente de auto porque aprenden a manejar más tarde y porque salen menos. Se están registrando menos embarazos adolescentes que entre los Millennials porque en realidad tienen menos sexo.

Sólo el 56% de los adolescentes salieron en 2015 para conocer a alguien de internet, mientras que entre jóvenes mayores la proporción fue del 85%.

La disminución de las citas va en paralelo con la disminución de la actividad sexual. La caída es muy pronunciada desde los 14-15 años, entre los cuales el número de adolescentes sexualmente activos se ha reducido el 40% desde 1991.

La tasa de natalidad adolescente alcanzó su mínimo histórico en EEUU en 2016, con un 67% menos que su máximo histórico, en 1991.

Los adolescentes no quieren asumir las responsabilidades de adultos y tampoco mantienen un contacto cercano con sus familias. La nueva generación prefiere mirar su smartphone y no prestar atención a la charla del otro. La vida se ha reducido al mundo de las pantallas.

“Psicológicamente son más vulnerables que los Millennials: Las tasas de depresión y suicidio de adolescentes se han disparado desde 2011. No es una exageración describir a la generación iGen como una que está al borde de la peor crisis de salud mental en décadas. Y una enorme parte de este deterioro puede atribuirse a sus teléfonos”, asegura Twenge.

La investigación cuenta con decenas de gráficos y mediciones y no hay ni una sola excepción: todas las actividades en pantalla están vinculadas a menos felicidad y todas las que no están en pantalla se relacionan con mayor felicidad. No sólo en los iGen, también en los adultos.

“Algunos cambios generacionales son positivos, algunos son negativos y la mayoría son ambos”, aclara Twenge.

Hoy las familias no están preparadas para comprenderlos ni ayudarlos, ni las empresas para reclutarlos, ni los colegios ni las universidades para educarlos o guiarlos.

Lo importante no es alarmarse, ni asustarse ni enojarse. Lo importante es entender cómo son estos chicos, porque en un chasquido de dedos serán adultos. Y a donde van los iGen también irá el mundo.

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