El Pozo del Pescado, una joya del turismo religioso poco conocida

El Pozo del Pescado, una joya del turismo religioso poco conocida

Ningún colectivo pasa por donde San Francisco Solano caminó, hace cinco siglos, y les dejó a los tranqueños un manantial cristalino y milagroso. Ignorada por las rutas turísticas oficiales, la fiesta en torno al pozo del pescado crece alimentada por la fe del pueblo y de los peregrinos, que llegan desde los confines del país a curarse en las aguas benditas.

EL MANANTIAL. Según la tradición, San Francisco Solano lo hizo brotar al hundir su bastón en la tierra. Había una gran sequía en años años. LA GACETA / FOTOS DE MAGENA VALENTIÉ. EL MANANTIAL. Según la tradición, San Francisco Solano lo hizo brotar al hundir su bastón en la tierra. Había una gran sequía en años años. LA GACETA / FOTOS DE MAGENA VALENTIÉ.

Talán, talán, talán… Tres campanadas seguidas hacen volar, a cada rato, a los pájaros que intentan asentarse sobre las ramas de los tarcos y chañares todavía verdes que rodean el pozo del pescado. El campanario de la ermita de San Francisco Solano no deja de sonar. Así se hacen anunciar los devotos que llegan por primera vez a conocer el lugar donde el misionero franciscano, hace cinco siglos, hincó en tierra su bastón e hizo brotar agua para felicidad de los indios choromoros, agobiados por una larga sequía.

Desde entonces el manantial nunca se ha secado. Sus aguas son tan cristalinas que hasta peces nadaban en ellas, de ahí su nombre. Los seis kilómetros al norte que lo separan de la ciudad de Trancas suelen ser camino de peregrinación obligada porque no hay colectivo que pase por allí. Los visitantes se mueven en autos particulares o en micros con grupos de peregrinos. Por tradición, el domingo siguiente después de la Pascua se hace una gran fiesta. Pero no es la única. El 23 de julio, día litúrgico del santo, la orden franciscana hace otra celebración a la que también concurre el pueblo. El padre Manolo Ruiz, que hace un año se hizo cargo de la parroquia de San Joaquín de Trancas, suele bautizar con el agua del pozo.

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PREDIO DE SAN FRANCISCO. La ermita al fondo, con su campanario, y los bancos donde las familias hacen picnics.

El domingo, antes y después de la peregrinación muchos se metían descalzos en el pequeño piletón con cuatro caños por donde brota el agua “curativa”. Se refrescaban la cabeza y llenaban botellas de agua para bendecir la casa o darles de tomar a los enfermos. Los peregrinos ingresaban con sus vehículos al predio y ocupaban gran parte de los 300 metros que dista la entrada desde la ex ruta 9 hasta la ermita del santo. El clima folclórico iba creciendo en competencia de géneros músicales con preferencia de la cumbia y humaredas azules con olor a asado. Más cerca de la ermita había familias sentadas en rueda compartiendo sándwiches y gaseosas.

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Con grandes historias

Mientras todo aquello acontecía, en la villa vieja, a 2 kilómetros de Trancas, el pueblo participaba de la misa frente a la histórica iglesia del Corazón de Jesús, construida por los jesuitas en 1700. Allí todavía se ofician celebraciones y bautismos, y es común que a los niños les pongan de nombre Francisco. En el ala derecha del templo se ubica, sin más indicación que un mármol sobre el piso, la tumba del primer gobernador de Tucumán, Bernabé Aráoz. A pocos metros, en el paredón sur se indica con una placa el lugar exacto donde fue fusilado Aráoz, en 1824. El pueblo también recuerda ese día cada 24 de marzo.

EL NAZARENO. Antigua imagen del templo histórico.

El templo, declarado Monumento Nacional, es también el lugar donde fue bautizada la escultora Lola Mora. Su acta de bautismo se guarda en la parroquia de San Joaquín. Cuenta con un púlpito y antiguas e imágenes -hechas de madera de maguey traída del Alto Perú-, de El Nazareno y la Dolorosa, que todavía se sacan en procesión. Muchas otras historias se cuentan de este sitio que fue escenario de las guerras por la Independencia. Pero pocos lo saben. San Francisco Solano le llamaba el Pueblo de Chancas, que habría sido un guerrero quilme que se convirtió al cristianismo y que acompañó al santo en su peregrinación al norte.

Historias de fe

Mi familia recibió muchas  gracias de San Francisco. La primera fue mi abuela Analia Tejerino. Tenía una enfermedad sin cura en los pies. Le salían ampollas. Entró al pozo y cuando regresó a casa se sacó las vendas y ya estaba curada.  (Federico Caffarena, 22 años)  
Conocí al santo a los 25 años y hasta hoy, que tengo 73, no he dejado nunca de venir al pozo. Yo sufría ataques de pánico y me había quedado viuda con dos hijas, de dos años y cinco meses. Vivía sentada y con miedo. Un señor muy bueno me ayudó a llegar hasta aquí. Me curé y él se convirtió en mi esposo.
Sergio vive en San Pedro de Jujuy. En octubre de 2017 le descubren un tumor maligno en un testículo. Él le hace la promesa de venir al pozo si se curaba. Yo dejé el diagnóstico debajo de la imagen de San Francisco. Mi hijo ya tenía metástasis en los dos pulmones. Pero se curó antes de que terminaran las quimio.

- Al año y cuatro meses a mi nietito le diagnostican cáncer en el riñon derecho. Le daban cinco días de vida. Le hicieron quimio y le extirparon el riñón. Pero el cáncer  había hecho metástasis en los pulmones. ¡Le rogué tanto a San Francisco! La enfermedad se fue sin dejar rastro. Mi nieto tiene seis años y está sano. Mercedes Gamboa



- Mi familia recibió muchas  gracias de San Francisco. La primera fue mi abuela Analia Tejerino. Tenía una enfermedad sin cura en los pies. Le salían ampollas. Entró al pozo y cuando regresó a casa se sacó las vendas y ya estaba curada. Federico Caffarena, 22 años  



- Conocí al santo a los 25 años y hasta hoy, que tengo 73, no he dejado nunca de venir al pozo. Yo sufría ataques de pánico y me había quedado viuda con dos hijas, de dos años y cinco meses. Vivía sentada y con miedo. Un señor muy bueno me ayudó a llegar hasta aquí. Me curé y él se convirtió en mi esposo. Lidia del Valle Vega, 73 años



- Sergio vive en San Pedro de Jujuy. En octubre de 2017 le descubren un tumor maligno en un testículo. Él le hace la promesa de venir al pozo si se curaba. Yo dejé el diagnóstico debajo de la imagen de San Francisco. Mi hijo ya tenía metástasis en los dos pulmones. Pero se curó antes de que terminaran las quimio. Irma Ríos, mamá de Sergio


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