Los auspicios que dejaron los Idus de marzo

Los auspicios que dejaron los Idus de marzo

“Habiendo César hecho un sacrificio, se desapareció el corazón de la víctima, cosa que se tuvo a terrible agüero, porque por naturaleza ningún animal puede existir sin corazón”. Cayo Julio César, de Plutarco, en Vidas paralelas, Tomo V.

“Cuídate de los Idus de marzo”, es una célebre advertencia que jamás fue dicha en la realidad histórica. Corresponde a Julio César, la obra de teatro que William Shakespeare escribió en 1599 para poner en escena el asesinato del líder político y militar romano en el Senado.

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“Idus” (en latín, “iduo”, dividir) refería a los días que parten en dos a cada mes. En marzo era el 15. Según una interpretación, la superstición radicaba en que los días del mes “ascendían” hasta esa fecha meridiana, y “descendían” después. Con los “Idus” comenzaba una cuenta regresiva que hacía patente lo breve y pasajero de todo lo humano.

Al César lo ultimaron el 15 de marzo del 44 antes de Cristo. Acudió al Senado a pesar de que el “auspicio” que había buscado en las entrañas de un ave era siniestro. Desoyó a su esposa Calpurnia, según Shakespeare. Tampoco atendió la advertencia de un adivino, según Plutarco. “Un agorero le anunció aguardarle un gran peligro en el día del mes de marzo que los romanos llamaban los Idus. Llegó el día, y yendo César al Senado saludó al agorero y como por burla le dijo: Ya han llegado los Idus de marzo; a lo que contestó con gran reposo: Han llegado, sí, pero no han pasado”.

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Los Idus de marzo han pasado en Tucumán. Dejan un oficialismo donde se adivinan agoreras desconfianzas. Y una oposición divida como el “i duo” partía al medio cada mes. Eso sí, uno y otro espacio lidian de manera diferente los malos auspicios…

Una foto no vale más que 21 palabras

Después del marasmo provocado por la foto que el gobernador, Juan Manzur, se tomó con José Alperovich en una concesionaria del senador, el oficialismo trata de mostrarse otra vez en movimiento sincronizado. La postal en cuestión había inmovilizado las relaciones entre el mandatario y su compañero de fórmula, Osvaldo Jaldo. En las filas de este último, se sabe, anida la convicción de que el alperovichismo fue desleal en los comicios de octubre del año pasado, cuando el peronismo perdió 60.000 sufragios (y una banca de diputado) con respecto a las PASO de agosto. Y se lo tomaron a título personal.

La reacción del vicegobernador, ante la foto de la concesionaria, fue arremeter por cuenta propia.

La primera jugada fue anunciar que la Legislatura financiará el boleto gratuito para los alumnos del interior. Es verdad que la medida es un intento por apacentar las inquietudes por los $ 240 millones en excedentes presupuestarios que -según reveló el periodista Luis María Ruiz en LA GACETA- posee la Cámara. Pero no menos cierto es que se trata de una medida beneficiosa para decenas de miles de chicos (y sus familias), con el consecuente rédito político que el tranqueño no compartió con Manzur. Por el contrario, la cuestión planteó dos incómodos interrogantes para el Gobierno. ¿Por qué no se ocupa el Ejecutivo de esta medida ejecutiva? ¿Por qué la medida no se hace cargo también de los chicos de la Capital, cuyo boleto estudiantil es costeado hoy por la Municipalidad?

Entre paréntesis, la escasez de recursos es pareja para los administradores de los dos grandes presupuestos públicos de Tucumán. La intendencia de Germán Alfaro, pese a militar en Cambiemos, sufre la angustia de la prolongada demora en la remisión de fondos federales. Desde fines del año pasado, la Municipalidad paga certificados de obra con dinero propio.

En la Casa de Gobierno no están mejor. Con el agravante de que allí pagaron un enorme costo político a cambio de asistencia financiera que el macrismo sigue sin enviar. “Juan apoyó fuerte la reforma previsional y ellos no cumplieron”, se indigna una garganta del palacio de 25 de Mayo y San Martín.

La segunda movida de Jaldo fue recibir al ministro fiscal, Edmundo Jiménez, para receptar su anteproyecto de ley que propone prisión preventiva para “motochorros” y “escruchantes”. Luego, las autoridades de la Legislatura dialogaron institucionalmente con la Corte al respecto. Ayer la hicieron ley. Léase, Jaldo se mostró activo para atender el escarnio de la inseguridad. ¿Y el Poder Ejecutivo?

Pero cuando promedió la semana, el barco oficialista, que parecía a punto de escorar en un arrecife de desconfianzas, dio muestras de encarar un rumbo consensuado. Como si Manzur y Jaldo hubieran acomodado las cargas, la Legislatura resolvió pagar el costo político de una contradicción (para llamarlo de modo elegante) de Manzur. El bloque mayoritario dio acuerdo a la designación de Facundo Maggio como juez titular y por concurso (su pliego fue retirado el año pasado por el mismo mandatario que ahora lo volvió a remitir), pese a los reparos internos de la bancada, que habían recrudecido por el ir y venir. ¿Manzur tenía reparos por el hecho de que el profesional defendiera a acusados de cometer delitos de lesa humanidad, y de repente dejó de tenerlos? ¿O en realidad nunca los tuvo?

A la par, Beatriz Rojkés de Alperovich ayudó a acercar posiciones, claro que sin proponérselo. La presidenta del PJ disparó a quemarropa contra el Gobierno tucumano, y acertó en el flanco más débil. “Ningún accionar legítimo en seguridad puede tener por saldo un niño de 12 años asesinado con un disparo por la nuca”, declaró respecto de la muerte de Facundo Ferreira, con acertada convicción, con tono opositor, y con problemas de memoria gubernamental de corto plazo. Facundo y su amigo de 14 años nacieron y se criaron durante las gobernaciones alperovichistas, en la “década ganada” del kirchnerismo, cuando la tucumana llegó a ser la tercera autoridad del país. Y de la Policía de Tucumán con la que ahora se alarma Rojkés provinieron los encubridores del crimen de Paulina Lebbos en 2006. Y también los que reprimieron a los miles de tucumanos (mujeres, ancianos y niños incluidos) que reclamaban elecciones limpias en agosto de 2015. Su esposo nunca purgó esa fuerza, de donde provinieron también los huelguistas que, para pedir un aumento de sueldos en 2013, convirtieron Tucumán en zona liberada con una decena de tucumanos muertos en las calles. Justo en horario para que la entonces presidenta Cristina Kirchner bailara en la Plaza de Mayo en nombre del Día de los Derechos Humanos. Maldita sea la ironía de la historia.

La foto de Manzur con Alperovich anuló los actos del 1 de marzo, cuando el senador estuvo ausente en el discurso del Gobernador a la Legislatura y en las pancartas en la calle. Ahora, la crítica de la titular del PJ contra la Casa de Gobierno esteriliza la “polaroid” de la concesionaria. El oficialismo sabe que Rojkés no consulta antes de hacer declaraciones contra Manzur, pero reprocha a Alperovich que nunca interceda para atemperarlos.

Con semejante interna, gana fuerza la sospecha de que el manzurismo no es ningún prodigio de gobierno sino, más bien, el milagro político alumbrado por una oposición que le tiene alergia al poder.

Oposición a la parrilla

En la residencia del diputado Facundo Garretón se celebró el viernes pasado la última cena que reunió a casi todos los referentes tucumanos de Cambiemos. Se sirvió un asado, pero era una oposición estallada lo fue arrojado a las brasas.

La ubicación de los comensales en la mesa dice mucho. El anfitrión se sentó en una cabecera. A la derecha (en ese orden) los diputados José Cano y Beatriz Ávila, y los intendentes Alfaro y Sebastián Salazar (Bella Vista). A la izquierda, el subsecretario del Interior, Domingo Amaya; el intendente Roberto Sánchez (Concepción); la senadora Silvia Elías de Pérez y el intendente Mariano Campero (Yerba Buena). Y en la cabecera que parecía vacía se acomodó el fantasma de Alfonso Prat-Gay. Antes de que se terminara la tabla de quesos, ya era fiambre cualquier posibilidad de acuerdos duraderos.

Todo el mitin fue un largo pase de facturas a la parrilla, con destinatarios específicos.

Campero se manifestó en favor de “abrir la tranquera” de Cambiemos en Tucumán. Y si Prat-Gay encarna “el cambio”, propuso trabajar por él.

Cano (a quien las encuestas del oficialismo siguen dando como el adversario más instalado) repasó su actuación política para recordar que sus campañas aportaron para que todos en esa mesa ocupen cargos públicos. Luego dijo estar cansado de que le reclamen liderazgo. “Me pusieron a conducir un balde de ranas”, afirmó, con metáfora de pescador.

Elías de Pérez comenzó con una “tenida” con Cano. Cuando el diputado demandó definir cuanto antes las candidaturas, ella le soltó, en tono casual, “vos estás loco”. Planteó luego que no se metiera a todos los opositores en la misma bolsa. “No son lo mismo los legisladores que responden a Amaya o los de mi espacio que los de Ariel García”, puntualizó.

Salazar, cercano al vice segundo de la Legislatura, preguntó cuál legislador opositor le había recriminado a Jaldo su candidatura testimonial a diputado.

Amaya aseveró que jugó todo su capital político en 2015 para que la intendencia de la capital siguiera en manos de ese espacio; a cambio, dijo, hoy no sabe si puede ser electo legislador.

Sánchez se mantuvo callado, como conductor de rally sin copiloto. Alfaro y Ávila lo emulaban, hasta que Garretón les pidió una opinión. El jefe municipal se limitó a decir que hacía dos años que no se veían las caras así que no podían esperarse definiciones de una primera reunión.

Curioso es el punto donde los Idus de marzo anudan los antagonismos. Los auspicios para la oposición dicen que ningún proyecto político puede vivir sin un corazón que busque llevar al poder a todo un espacio, y no sólo a un manojo de personalismos.

De igual manera, el oficialismo se estremece porque ya ha pasado media gestión y, por más augurios que busquen, no logran encontrar ni un latido de continuidad en el gobernador.

La diferencia entre ambos polos, por supuesto, es que en Tucumán el poder es del peronismo.

De desequilibrios, por cierto, están atravesados los Idus de marzo durante los asesinaron a César. La muerte del dictador en el Senado es, en sí, un Idus en la historia de la Antigua Roma. Marca la transición de la República al Imperio.

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