Y un día privatizaron Tucumán

El 90% de nuestras discusiones y conflictos se originan en los confusos límites entre lo público y lo privado.

Esta dicotomía es en realidad una generalización y, como tal, es errada. Más preciso es afirmar que la mayoría de nuestras disputas ocurren ante la dificultad de establecer límites o de delimitar los espacios que componen o conforman la sociedad. Y de allí se desprenden luego diagnósticos equivocados y, como se sabe, si el diagnóstico no es correcto no habrá solución posible.

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El aborto es un ejemplo contundente. ¿Hasta dónde se trata de un hecho privado y hasta dónde es público? La salud es pública, de cabo a rabo, o al menos debería serlo, según la Constitución.

Lo mismo ocurre con la sexualidad. Nadie duda que el sexo es un acto privado; ahora bien, cuando en una relación sexual intervienen un adulto y un niño ya no es un acto privado.

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Las sociedades suelen caer en reduccionismos que por su propia escasez de elementos no alcanzan para comprender o resolver la complejidad de nuestras relaciones, de nuestra realidad.

Un reduccionismo -por lo tanto equivocado- que se repite demasiado es aquel que sostiene que privado es todo aquello que ocurre “de la puerta de la casa hacia adentro”, y que público “es lo que está de la puerta del domicilio hacia afuera”. De ser así, un asesinato acaecido en un dormitorio sería un acto 100% privado. O una violación sólo sería delito si ocurriese en la vía pública. Y obviamente no es así.

La realidad es bastante más compleja. La socióloga e investigadora uruguaya Teresita de Barbieri, en “Los ámbitos de acción de las mujeres” (1996), propone seis espacios de acción, en vez de esta dualidad dicotómica: 1) el de la acción y competencia estatales; 2) el de la esfera pública; 3) el de la sociedad civil y sus distintos niveles de organización; 4) el económico y del mercado; 5) el ámbito doméstico; y 6) el íntimo o personal.

Esta prestigiosa autora, pionera en investigaciones sobre la condición de las mujeres en América Latina, fallecida el 28 de enero pasado a los 80 años, en Ciudad de México, país donde estaba radicada desde la década del 70, define estos seis ámbitos de la siguiente manera:

Ámbito estatal: es el espacio de mayor inclusión y abarcamiento, el que organiza la sociedad en términos de la normatividad más general. La esfera donde son competencias los derechos humanos, las garantías de libertad, igualdad, integridad física de las personas, movimiento, trabajo, formar y responsabilizarse de la familia y la descendencia, propiedad, educación, atención a la salud, vivienda y justicia.

El ámbito público “es el espacio privilegiado de lo político. Es donde los ciudadanos expresan sus intereses diversos, generan opinión pública, vigilan la acción del gobierno mediante la crítica, hacen propuestas, demandas y proyectos.

Al espacio de la “sociedad civil” lo define como una reunión de “grupos y organizaciones muy diversas de personas, de temporalidad variable, y de objetivos limitados a la satisfacción de necesidades específicas. El ámbito de la “sociedad civil”, aclara De Barbieri, cuenta “con menos incidencia política que los ubicados en la esfera estatal y gubernamental”.

El cuarto ámbito, el de “lo económico y el mercado”, lo constituye la fuerza de trabajo y el mercado de los bienes y servicios.

La “esfera doméstica” es el ámbito que “se ha visto reducido en sus funciones y tareas en el proceso de la modernidad, pero que se mantiene como núcleo insustituible. Porque en él se crea y se mantiene la vida humana, en su doble faz, como vida biológica y como proceso de relacionamiento social. Esta esfera “no está excluida de la reglamentación legal. El derecho de propiedad, el de la familia y el de herencia rigen las relaciones sociales, señalan responsabilidades y exigencias mutuas entre las distintas categorías de integrantes”.

El último ámbito lo constituye la “esfera de lo íntimo” o lo personal, y se entiende como el “espacio de la libertad individual, del afecto y las pulsiones. El lugar del sujeto con sus derechos y garantías, con sus compromisos y responsabilidades. Ámbito donde se expresan las determinaciones biológicas, socioculturales y psíquicas en permanente reacomodo, con sus potencialidades y limitaciones”.

Ejemplos de conflicto

Estos seis espacios por donde fluye nuestra vida, que bien define De Barbieri, no pueden delimitarse ni con una tiza y de allí su complejidad.

En el tránsito vehicular, por ejemplo, confluyen los seis espacios. Suponemos que el de la acción y competencia estatales debería imponerse por sobre los otros cinco ámbitos, pero en ciudades como el Gran Tucumán el tránsito está dominado por tres espacios de acción: el de la esfera pública -porque ocurre en la calle-, por el del mercado -porque para circular se utilizan vehículos-, y por el íntimo y personal -los vehículos deben ser conducidos por personas-. También intervienen las esferas domésticas y social, pero en menor medida.

Es decir, para escribirlo en términos sencillos, el tránsito en Tucumán es un espacio público donde cada uno hace lo que quiere. Aquí la esfera estatal ha cedido su protagonismo a estos otros ámbitos.

Veamos otro espacio de conflicto que parte de un diagnóstico equivocado. Suponemos que la educación superior argentina es estatal, pública y gratuita. Sin embargo, las carreras universitarias en este país están regidas por el libre mercado, no por el Estado. Libre mercado para ingresar, libre mercado para estudiar y libre mercado para ejercer. Para estudiar una carrera hay que tener dinero, para algunas más que otras, y además dependerá de dónde se resida. Y al recibirse un estudiante, su actividad profesional está absolutamente regida por el libre mercado.

Por ejemplo, cada año se titulan alrededor de 500 abogados en la UNT. Son 500 leones que salen a la selva a matarse y a ver quién consigue la mejor presa. La desregulación es total. Si la educación superior estuviera regulada realmente por el Estado se establecerían cupos de acuerdo a la demanda de la sociedad. Cuántos ingenieros se necesitan, cuántos médicos, y dónde se necesitan, en qué especialidades, en qué lugar, etcétera. No defendemos uno ni otro sistema, simplemente subrayamos las contradicciones que existen entre lo que consideramos público y privado.

En la complejidad de diagnosticar, primero, y de diferenciar, luego, los límites de estos ámbitos, radica el origen de la mayoría de nuestros problemas.

Otro ejemplo es el uso del dinero fiscal para hacer campañas políticas o para demagogia. Lo mismo con los bienes del Estado para uso personal (vehículos, inmuebles, tierras).

Los viajes del ex gobernador José Alperovich en el avión oficial para ver los partidos de Atlético son una perlita acerca del tema que estamos analizando, o los viajes empresariales en los que el gobernador Juan Manzur aprovecha para promocionar sus aceitunas. Es legal pero no es ético. Otra vez un problema de fronteras entre espacios.

Con la seguridad pasa lo mismo, está prácticamente privatizada. Y no nos referimos a las agencias de seguridad privada, sino a que el Estado también ha perdido el control de este espacio y se lo ha cedido a individuos violentos.

En sociedades como la nuestra los límites entre lo público y lo privado, lo social y lo personal, o dicho de otro modo, entre los derechos y las obligaciones, están muy distorsionados. Cuando no nos ven, avanzamos sobre lo público tanto como podemos. Escupimos en la calle pero no en nuestra cocina, sería el ejemplo más gráfico.

Cruzamos en rojo porque no nos importa el otro. Ni siquiera la vida del otro. Si no nos cortaran la luz nadie la pagaría. O casi nadie.

El intendente Germán Alfaro no hace ciclovías porque él no anda en bicicleta. Manzur no necesita cartelería en los accesos a la ciudad porque maneja su chofer o viaja en avión. Y así podemos seguir con todo. Lo personal está antes que lo público. En lo fáctico el Estado está privatizado, aunque gerenciado por una burocracia pública.

En definitiva, el peor escenario. Es como decir que lo público es todo aquello que ocurre de la puerta hacia adentro de tu casa.

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