La discordia al poder

Éride es la personificación de la Discordia. Generalmente es considerada como hermana de Ares (dios de la guerra). Pero la Teogonía de Hesíodo la coloca entre las fuerzas primarias, en la generación de la Noche. Le atribuye como hijos a la Pena (Ponos), el Olvido (Lete), el Hambre (Limos), el Dolor (Algos) y el Juramento (Horcos)”. Pierre Grimal, Diccionario de Mitología Griega y Romana.

La discordia es la protagonista de la política tucumana y presagia un otoño del descontento. La desavenencia más estruendosa es, por estos días, la del oficialismo. La ocurrencia del gobernador Juan Manzur de retratarse con José Alperovich en una concesionaria del senador indignó a Osvaldo Jaldo como no recuerdan quienes hoy lo concurren. Desde la plaza Urquiza podía escucharse al tranqueño relampagueando: “¿para qué semejante 1º de marzo?”. Alperovich fue el gran ausente de las pancartas en las afueras de la Cámara, y del discurso de Manzur en el recinto, para inaugurar el ciclo de sesiones ordinarias. Los exégetas de Jaldo agregan que en su reproche también entra el encuentro más privado que él y Manzur mantuvieron con intendentes peronistas en febrero. En Tafí Viejo, Manzur dijo que la Provincia y los municipios estaban bien, así que había “que seguir con este equipo”.

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Desde Casa de Gobierno, los emisarios trataron de instalar pararrayos. Unos llamaron para explicar la “Doctrina Manzur”: pelearse ahora con Alperovich sólo le sirve a la oposición. Y alegaron que falta mucho para 2019, incluyendo el juicio por el encubrimiento montado por el poder en torno del asesinato de Paulina Lebbos (algo que las derivaciones del proceso no deben hacer perder de vista). Así que, sostuvieron, el tiempo despejará el tablero.

Otro palaciego describió que Alperovich llamó a Manzur para que lo visite en su residencia, pero como el gobernador se demoró el senador se fue a su concesionaria, algo convencido de que lo habían plantado. Por eso, el escenario del encuentro terminó siendo esa empresa.

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La respuesta en la que menos descree el jaldismo es instrumental: quien subió la foto no fue la Casa de Gobierno sino Alperovich. Pero hay una cuestión que, para los legislativos, no tiene atenuante: Manzur se sigue prestando para esas maniobras alperovichistas. Como si hubiese algo juramentado que le impide decir “no”. Un peronista que ingresaba a la Presidencia de la Cámara preguntaba, con ironía, si el mandatario había ido a comprarle un auto a un amigo. Un radical, de salida, chicaneba diciendo que la foto era casi un retrato del “empleado del mes”.

La respuesta de los emisarios de Jaldo fue que les preocupa que cada vez que la gestión da signos de identidad propia (como con la cesantía de operadores del senador en la Legislatura o con el acto del jueves 1), Alperovich le da un “abrazo de oso” a Manzur y no lo deja despegar.

Por encima del mentidero yace una cuestión más abstracta pero más poderosa: la percepción política del tiempo. Desde Jaldo hacia abajo, hasta que el gobernador no diga que va por la reelección, lo que ha comenzado es “el resto” del mandato.

El vicegobernador, por caso, procede con algo de esa lógica. Acaba de pisar el acelerador con la reforma política. Y en la largada, lleva como copiloto otra reforma: la de la Constitución.

Para concretar la primera no hace falta la segunda.

La Legislatura, por sí sola, puede modificar el sistema de control de los comicios: el artículo constitucional que crea la Junta Electoral Provincial fue fulminado de nulidad por el “fallo MP3”. Hoy existe la JEP por ley, así que puede ser modificada por otra ley. También puede instrumentar el voto electrónico: la Carta Magna lo exige desde 2006 (artículo 157). Y puede limitar los acoples. Las colectoras no son un imperativo, sino una posibilidad. Aparecen en el inciso 12 del artículo 43 de la Constitución: “Los partidos políticos, frentes o alianzas electorales podrán celebrar acuerdos…”. Así que son reglamentables mediante una Ley de Régimen Electoral y los Partidos Políticas, norma que con ese mismísimo nombre la Carta Magna (artículo 158) reclama hace 12 años.

¿Para qué plantea el jaldismo, entonces, que una vez que los 49 legisladores eleven sus iniciativas, se analizará si hace falta una nueva enmienda constitucional? Porque una nueva Carta Magna promete reelección indefinida para los cargos electivos. Y esa melodía apacienta a legisladores, intendentes y delegados comunales. Ellos advierten, con soterrado temor, que los seguidores del senador son la “Fraternidad de los Ex” ocupantes de sus cargos…

Jaldo ha salido a ofrecer la continuidad que Manzur mezquina. Una lectura es que lo hace para asegurar la “gobernabilidad”, apaciguando el desconcierto de los líderes territoriales. Otra, es que ya no seguirá esperando, pero no porque no quiere sino porque no puede. O viceversa…

Luego del último “momento Kodak” de Manzur y Alperovich, los que concurren a Jaldo se dividen entre los que abogan por dar señales firmes y los que piden hacer tronar el escarmiento. Hay en el aire, entonces, una promesa de discordia juramentada.

Mientras tanto, Tucumán sigue teniendo una institucionalidad de concesionaria.

Manzanas de oro

Cambiemos es casi un culto de adoración a la discordia. La peronista intendencia de San Miguel de Tucumán es el punto desde el cual se puede observar todo el cosmos de intrigas del radicalismo vernáculo.

En el “ta-te-ti” opositor, Germán Alfaro ocupa la casilla del medio. Para ejercitar una economía de ejemplos, informadas gargantas municipales dan cuenta de que el jefe municipal de la capital habría sido visitado hace poco por su par de Yerba Buena, Mariano Campero, quien se habría ofrecido como una suerte de amigable componedor para abrir canales de diálogo con la senadora Silvia Elías de Pérez, por un lado; y con el vicepresidente segundo de la Legislatura, Ariel García, por el otro. Según dicen, Alfaro habría contestado que no conoce a la primera y habría preguntado qué problemas tiene con el segundo, típica respuesta justicialista cuando, en realidad, no se está seguro de que el interlocutor cuente con todo lo que está ofreciendo.

Pero no sólo hay aterrizajes de cabotaje en 9 de Julio y Lavalle. La Municipalidad es la escala directa de las últimas visitas de Alfonso Prat-Gay. El ex ministro de Economía de Mauricio Macri cenó con el jefe municipal la semana pasada. Lo que el economista quiere, según el interlocutor que se consulte, es que Alfaro sea su jefe de campaña, su pata peronista o su interlocutor en Tucumán. Da igual: lo que busca es desembarcar de la mano del intendente. Y el muelle en el que quiere atracar es un frente opositor, bajo los colores de Cambiemos.

Lo curioso es que esos interlocutores sí coinciden en la presunta respuesta que Alfaro le habría dado a su invitado: que hable primero con José Cano, con Elías de Pérez y con Domingo Amaya. Además de mostrarse “orgánico”, lo cierto es que Alfaro nunca habló con la senadora; hace mucho que no platica con su antecesor; y tiene una charla pendiente con el diputado.

Cano, justamente, transita el final del primer trimestre poniendo muchas distancias en todas direcciones. El lunes no acudió a la reunión de Junta de Gobierno (presidida por Julio César Herrera, funcionario del intendente de Concepción, Roberto Sánchez), cónclave auspiciado por el sector de la senadora Elías de Pérez (entre otros) para debatir la reforma política.

El sector de García tampoco fue, en nombre de que la cuestión ya fue debatida. Pero Cano no hizo causa común con los “boina blanca”. Cuando uno de los legisladores de ese espacio lo llamó ese día, el ex titular del Plan Belgrano le habría cortado el teléfono en malos términos.

Finalmente, los operadores de la intendencia reparan en una casualidad: coinciden en que, cuando hay un alfarista cerca, Cano siempre aprieta el mismo gatillo: “la mejor fórmula es Prat-Gay – Elías de Pérez, y Alfaro intendente”. Con tono de enrostrarlo.

No son celos sino recelo, dicen los que dicen conocer al radical. Afirman que su desconfianza es “natural”, si se tiene en cuenta que en el radicalismo hoy quieren discutirle protagonismo muchos de los que ocupan cargos electivos gracias a las campañas que él lideró. En todo caso, más allá de las cuestiones personales, lo cierto es que buena parte de los correligionarios de Cano hacen planes sin él. Y ellos también argumentan razones personales para hacerlo.

La excepción, en todo caso, es peronista: Alfaro, aseguran en su entorno, sostiene que hay que apostar a la línea “orgánica” de Cambiemos que Cano lanzó en febrero (como se avisó aquí en enero) y que el respaldo debe ser “orgánico”. Léase, Cano primero, y Alfaro como número dos.

Ahora bien, Cano desconfía de Alfaro porque el peronista está en los planes de Prat-Gay y él no; pero los radicales hacen casi lo mismo con el jefe municipal. En el mejor de los casos (cuando no amagan con disputarle la municipalidad), las estrategias de la UCR para 2019 consisten en ubicar a Alfaro en la intendencia por cuatro años más. Hasta Cano lo hace cuando chicanea a los alfaristas con lo de la fórmula entre el ex ministro y la senadora. Es decir, cuentan con Alfaro (y su estructura), y a cambio programan darle lo que él ya tiene. Eso, en el barrio, se sintetiza con un tucumanismo: “me querés pagar con mi plata”.

El único que hasta el momento no le ha dicho a Alfaro dónde tiene que estar en 2019 es Prat-Gay.

Alfaro no es el más “Pícaro”: su apodo, en realidad, denuncia que es el más subestimado.

Hay también en el aire opositor una promesa de discordia juramentada.

De veleidades y egos, por cierto, se valió Éride para consumar su obra más recordada. En la boda de Tetis y Peleo (padres de Aquiles), se presentó con una manzana de oro, que sería para la diosa más bella. A Paris le tocó decidir. Hera le ofreció el imperio de toda Asia. Atenea, la prudencia y la victoria en toda batalla. Afrodita, la que más conocía a los hombres, le prometió el amor de la mujer más bella. Sólo que nunca le dijo que Helena ya estaba desposada: se había juramentado con otro hombre. El resultado se conoce como la guerra de Troya.

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