El circo más caro del mundo
LA GACETA/FOTO DE ANALÍA JARAMILLO LA GACETA/FOTO DE ANALÍA JARAMILLO

“Había una vez un circo, que alegraba siempre el corazón, lleno de color, un mundo de ilusión, pleno de alegría y emoción…”. Con letra del legendario payaso español Miliki, junto a sus compañeros Gaby y Fofó, este tema hizo cantar y bailar a millones de niños hispanoamericanos, entre los 70 y los 80.

Aún hoy perdura una costumbre del siglo pasado, aunque ya casi en desuso, que es la de promocionar a los circos desde una avioneta: “¡Atención, atención, llegó el maravilloso y sensacional circo…”, solía escucharse desde las alturas, una y otra vez, cuando un espectáculo de estos llegaba a la ciudad.

Publicidad

Muchos vecinos de Barrio Norte, Villa Urquiza y Villa 9 de Julio despertaron ayer creyendo que otro circo había llegado a Tucumán. Una avioneta voceó desde temprano y durante casi toda la mañana por los alrededores de la Legislatura. Pero a medida que las bombas de estruendo (explotaron decenas) y la dirección del viento permitieron oír bien, la gente fue descubriendo que no se trataba de un circo, al menos no de uno tradicional. Quizás sí había payasos, equilibristas, ilusionistas, mujeres hermosas con escasa ropa, malabaristas, escapistas, hombres bala, tragasables, tragafuegos y contorsionistas, pero no era un circo con carpa y luces de colores, de esos que enamoran a los chicos.

Esta avioneta, que le costó al Estado unos $15.000, invitaba a los tucumanos a celebrar “esta verdadera fiesta de la democracia”, junto a los compañeros Juan Manzur, Osvaldo Jaldo y Fernando Juri. Lo que no decía la avioneta es que más de un millón de tucumanos no podrán ir a esa fiesta porque son pobres o indigentes, o porque lo que cobran (la mitad fuera del sistema, en negro) no les alcanza para cubrir la canasta familiar. Y a los menos que sí podrían asistir a la fiesta los asaltan en el camino, así que prefieren quedarse en casa.

Publicidad

Fiesta de la democracia que le salió bastante onerosa al Estado, sólo para que Manzur, Jaldo, Juri y unos cuantos burócratas más muestren cuánta gente son capaces de movilizar, claro que con dinero público, no vaya a creer alguno que es por el carisma que emanan estos dirigentes.

Los $15.000 del avión son monedas al lado de los cuatro millones que se pagaron en colectivos, según un funcionario peronista, experto en acarreo de ganado proselitista. Otros $400.000 costaron las pantallas gigantes que se armaron en la calle, entre alquiler, montaje y transmisión. A esta fiesta hay que sumarle otro par de millones de pesos en bebidas, alimentos y toda la bijou: pancartas, pasacalles, pirotecnia, banderas, etcétera. Montos estimados para un particular, ya que para un político pueden duplicarse o más.

Los vecinos de Banda del Río Salí, por ejemplo, aportaron una importante suma de su bolsillo para que su intendente, Darío Monteros, mostrara un imponente globo aerostático que decía “Darío”, junto a una icónica foto de Perón y Evita.


Les sale muy caro a los tucumanos que sus dirigentes jueguen a ver “quién es más macho”, y encima con dinero del pueblo. Si por lo menos apelaran a sus enormes fortunas personales para usar a la gente como vacas, entonces sólo hablaríamos de una democracia de baja calidad, de falta de ética o de “capanguismo” de patrones de estancia. Pero en este caso y aunque es difícil de probar, estamos a las claras frente a una millonaria malversación de fondos públicos.

Dadas las deplorables condiciones estructurales e institucionales de la provincia, esa avioneta ayer debería haber arrojado alimentos y medicamentos, como en las guerras o durante los desastres humanitarios. Genera enorme tristeza y no menos bronca ver cómo se van por la alcantarilla millones de pesos en egos políticos, en tilinguería proselitista, cuando hay miles y miles de niños desnutridos, que no asisten a la escuela, que duermen en las calles o viven en ranchos con menos dignidad que un cerdo en un corral, atestados de parásitos y enfermedades evitables.

La apertura de sesiones ordinarias es un acto de la democracia en donde, por mandato constitucional, el Poder Ejecutivo (el gobernador), visita al Poder Legislativo para rendir cuentas sobre el último año de gestión y contar qué hará durante el siguiente período.

Nos encantaría, realmente, poder referirnos sólo a este hecho político institucional. Ni siquiera eso. El discurso de Manzur fue una afrenta a la inteligencia de un tucumano promedio. Un empalagoso manual de deseos y buenas intenciones, repleto de verbos como promover, desarrollar, propiciar, incentivar, valorar, avanzar, incrementar, expandir, acrecentar, motorizar, extender, crecer, fomentar, perfeccionar, progresar, desplegar, impulsar, iniciar, fundar, inspirar, proteger y ufff… Sería hermoso vivir algún día en ese Tucumán, pero antes habría que empezar a hacer algo.

Tiene pasajes donde además el gobernador falta a la verdad, como por ejemplo cuando afirma que se mejoraron y recuperaron 1.700 kilómetros de rutas y caminos. No podría entonces Tucumán, la provincia más pequeña del país, contar con la peor red vial de la Argentina, según reconocen los mismos funcionarios de Casa de Gobierno. O como cuando destaca entre los logros culturales al Mayo de las Letras -tiene 14 años- o al Septiembre Musical, este último inaugurado en 1958, 11 años antes que naciera Manzur. Es decir, en materia de cultura no tiene nada para contar.

O en seguridad, el tema que más preocupa a la gente después de la economía, donde tuvo expresiones que rozaron el bochorno, como “seguiremos siendo implacables con el delito en todas sus formas”. En primer lugar, ¿qué habrá querido decir con “implacables”? En una acepción significa “severo”, “inflexible”, pero en otra quiere decir “que no se puede aplacar”. Todo un mensaje. En segundo lugar, ¿”seguiremos siendo”? Por favor no, no sigan siendo tan implacables, hagan otra cosa, algo distinto.

Como todos los años, después del discurso, le entregaron a la prensa pendrives con el informe de gestión del último año, en general un documento con decenas de páginas. Los pendrives de ayer estaban todos vacíos. Más que una metáfora, un acto de gobierno.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios