Por reformas, insulte

La calidad institucional exige que haya funcionarios públicos que se excedan en insultos y, sobre todo, que esos exabruptos se viralicen; y que tomen estado público. Es el nuevo paradigma. O sea, aquellos que lleguen a ocupar cargos políticos de gestión deberían saber que el mejor aporte que pueden hacer a la transparencia de la administración del Estado es insultar, de vez en cuando, a algún empleado, a un dependiente o a cualquiera que se le cruce en el camino. Aunque, claro, deberían tomar precauciones, como grabar o filmar el momento; no vaya a ser que las ofensas se pierdan y desaparezcan de la red y no sirvan finalmente para que el Estado funcione mejor.

Pero, cuidado, luego se tienen que pedir las disculpas correspondientes, como lo exigen las buenas conductas; ya que el agravio es al solo fin del bienestar general, no vaya ser que el ofendido crea que se lo atacó en serio cuando, en realidad, no fue más que un mecanismo para generar reglamentos, decretos o leyes que determinen nuevas pautas de funcionamiento estatal. Para el bienestar general, a no confundirse.

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¿Ejemplos? Ni falta que hacen, pero veamos el caso del ministro de Trabajo, Triaca. Tremendo aporte el suyo. ¿A ver quién lo supera en ingenio y en consecuencias para introducir reformas en el Estado? Macri habló de reformismo permanente para justificar una nueva modalidad de trabajo en el Gobierno. ¡Miren lo que hizo el maltrato verbal del titular de la cartera laboral con una empleada que no tenía registrada! Generó un decreto presidencial por el que padres, hijos, cónyuges, hermanos, abuelos, nietos, nueras, yernos y cuñados del Presidente, del vicepresidente, de ministros y de aquellos funcionarios con rango de ministros no pueden ser designados en el Estado, en el ámbito del Poder Ejecutivo. Eso es ingenio, eso es actuar pensando en el cambio.

¡Por qué no te callas!

La medida de Gobierno, que más que nada implica un gesto, si bien hacía falta, debe complementarse con otras acciones, como -por ejemplo- la de eficientizar el Estado a través de la designación por concurso del personal idóneo para que brinden servicios públicos. Porque, igualmente, los dirigentes políticos van a instalar a sus familiares, amigos o conocidos en la estructura administrativa del Estado en los niveles inferiores, desde direcciones para abajo. Ocurre. Lo mismo debería suceder en los poderes Judicial y Legislativo, donde los familiares de los funcionarios corren con ventaja a la hora de obtener puestos de privilegio.

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Triaca hizo su noble y desinteresado aporte a la causa reformista: insultó y provocó un cimbronazo. Sus pares en el gabinete, seguramente, agradecidos de corazón. Tal vez algunos molestos porque no se les ocurrió antes, o bien se habrán acordado en la recordada frase del rey Juan Carlos a Hugo Chávez: “por qué no te callas”. La ciudadanía aplaude la reacción de Macri, pero también reflexiona y se pregunta: ¿por qué no se insultó en diciembre de 2015 y se ahorraban todas las designaciones indebidas y las posteriores e incómodas renuncias?... las que pusieron en evidencia las faltas indebidas de Cambiemos. Las mismas de las gestiones anteriores, porque antes sucedían los mismos deslices, pero, aunque había improperios, no se avanzaba en medidas ejemplificadoras.

Como en la “colimba”

Por ejemplo, en Tucumán, hubo ofensas de hombres y mujeres públicos a ciudadanos comunes, pero no se avanzó en reformas del Estado. Hoy existe una comisión de reforma en la Legislatura que debería profundizar sus tareas estos meses para que los resultados se vean a fin de año y sus efectos se verifiquen en 2019, como por ejemplo una nueva legislación electoral. Capaz que haga falta algún insulto suelto por ahí para que se activen y pongan manos a la obra.

Sin embargo, como en el caso del ministro de Trabajo, no todo agravio tiene sus “efectos favorables”, porque algunas situaciones inconvenientes quedan ocultas bajo las decisiones finalmente adoptadas y sobre las cuales no hay resoluciones. O sobre las que se mira para otro lado. Ya es irónico que el responsable de las políticas laborales del país tenga una empleada en negro; pero su exabrupto no tuvo efectos sobre esta situación social, sino sobre las parentelas de los funcionarios. ¿Y la gente que no está registrada? Para ellos, ¿cuáles son las políticas estatales para que sean blanqueados y puedan acceder a beneficios sociales y previsionales? Según el “nuevo” Indec, en el país hay casi 6 millones de trabajadores en negro (33,7% a septiembre de 2017). Ese es un flagelo que debería avergonzar tanto como el nivel de pobreza en la Argentina. Si nada más se tratara de insultar para que haya cambios en estos dos aspectos, habría que agraviar al por mayor para que haya reacciones.

Bien, retomando el “caso Triaca” o “efecto T”; el decreto se adoptó como si se lo estuviera castigando puntualmente a él, pero se afectó a todos sus pares, como para que todos sepan que es el responsable de la medida. ¡Sepan quién es el culpable! Tal como sucedía en la “colimba” -el servicio militar-, cuando todos eran “bailados” por el desliz de uno. La responsabilidad de la orientación, o de no salida del camino correcto, correspondía a todos. Un mensaje. El de Macri fue otro, tal vez harto de que le enrostren sobre los familiares de funcionarios actuando en la función pública; cuando ellos eran “el cambio” y terminaban pareciendo más de lo mismo. Lo mismo que en las gestiones anteriores.

No sólo los modos habría que modificar, sino las conductas destinadas a establecer privilegios en la gestión. Mal que le pese al Presidente, la dirigencia política viene con contraindicaciones casi genéticas, con vicios heredados, y de fácil contagio, de los que costará mucho desembarazarse. Sin embargo, por suerte, un insulto dado aunque tardíamente -dos años después- puso algunas cosas en su lugar. Faltan muchas otras, pero baste con un exabrupto por ahora.

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