“Un paisano no devuelve el regalo”

“Un paisano no devuelve el regalo”

Si las fotos tienen significado por la sorpresa y repercusión que generan, la más importante en términos políticos hoy por hoy -porque descolocaría a propios y a extraños-, sería la de Jaldo y Alperovich abrazados, felices, como en las mejores épocas. Hasta tendría más valor que la última imagen de Manzur y del senador sonriendo juntos, del lunes. Esta última, como lo indicó el gobernador, es lógica. Aquella, inimaginable. Imposible frente a la Guerra de Zapa en la que se han embarcado el vice y el ex mandatario. Es la única disputa que capta y captará la atención hasta que haya una definición que baje el telón a esta novela del oficialismo. En algún momento la casualidad o las responsabilidades institucionales los pondrá cara a cara; ésa será la foto del millón; la de los gestos a observar.

La tensión entre ellos, por la presencia incómoda del otro en el mismo espacio reducido, va creciendo en intensidad en la medida en que 2019 va perfilándose más nítido en el horizonte. La tirantez comenzó a visibilizarse después de los comicios de octubre, cuando el Frente Justicialista por Tucumán “perdió” la tercera banca de diputado nacional.

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Y al trípode de poder oficialista se le tiene que caer una pata a causa de la evolución natural, o del darwinismo político que marca a la dirigencia. La futura mesa chica se preanuncia sólo con dos soportes, y de los tres actuales conductores sólo Manzur tiene por ahora su silla acomodada, y atornillada. Dependerá del extremo para donde se desplace el titular del Poder Ejecutivo, uno u otro quedará afuera de la nueva ecuación de poder, por corrimiento.

Con Jaldo a su lado, Manzur sigue siendo el “uno”; con Alperovich, ni siquiera el casillero número “dos” está garantizado. Aunque el lunes, mientras abandonaban sonriendo el despacho gubernamental -frente unos pocos testigos y en voz alta- el senador vociferó: le dije que lo sigo apoyando a él, apuntando a su sucesor. Sonrisas y festejos. O Mentiras y verdades.

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Lo que se deslizó sobre la visita es que Alperovich, más allá de un gesto de amigo, y de un pasé para saludarte, habría exteriorizado a Manzur su preocupación por la cesantía de dirigentes que le son afines en la Legislatura. La jugada jaldista lo puso en alerta. Pero la inquietud no finaliza allí, porque se habla de nuevos alejamientos -que se producirían en febrero-, de gente que le sigue respondiendo en la Cámara. Se menciona una cifra: 150 personas, cuyo desplazamiento se verificaría tras el regreso del tranqueño de sus vacaciones.

Cabe preguntar por qué Alperovich prefiere conversar con Manzur y no arreglar el entredicho directamente con Jaldo. Se ahorrarían la intermediación, pero ello pondría en peligro a la sociedad, porque podría estalla y como consecuencia se debilitaría la gobernabilidad. Ninguno lo quiere por una necesidad de supervivencia colectiva, pero los dos tiran la cuerda y esperan que el tercero en discordia vuelque la balanza en su favor. En el medio, además, está la ancestral cuestión de jerarquías y de charreteras, o de galones institucionales ganados: para el senador su sucesor está más cerca de él que su ex ministro del Interior.

Ni charla telefónica hubo entre ellos. Algunos alperovichistas bromeaban, en el marco de aquella jerarquización disciplinadora, diciendo que si el senador amaga con ir de visita a la Legislatura, hasta alfombra roja le pondrán. Otros iban un poco más allá con las chanzas: después de ver la foto, alguien está anticipando la vuelta. El regreso de Jaldo se anuncia para la semana que viene a Tucumán. Detrás de toda chanza subyace una intención, o un anhelo. Lo mismo ocurre con las fotos, con las cuales los involucrados intentan magnificar o atenuar el posible significado del mensaje.

En el fondo, esta versión tucumana de Game of Thrones trata de un juego de lealtades. Jaldo ya mostró que apuesta a la continuidad del binomio gubernamental para otro mandato; y decidió enfrentar con hechos a quien lo puede desestabilizar y sacar del eje de poder. Alperovich, en cambio, esperaría que se entienda que sólo prestó el sillón de Lucas Córdoba. En ese esquema, la conducta que adopte Manzur pondrá luz en la interna oficialista: ¿premiará la lealtad presente o le pesará la lealtad hacia el pasado? En la Casa de Gobierno ya han comenzado a escucharse más asiduamente dos frases: la fórmula debiera repetirse, la fórmula se va a repetir. Deseos o certeza.

Manzur reconoce y valora el acompañamiento de Jaldo a su gestión; una situación que supuestamente debería pesar en su decisión final. Sobre su vice suele repetir que descubrió a un gran dirigente, leal y buen compañero de gobierno. Yo estoy con Jaldo; dicen algunos “garganta profunda” que se le escuchó decir.

De ser real, en función de las miles de lecturas políticas, interpretaciones institucionales y visiones a largo plazo, tendría un decisivo significado. Los que quieran oír ... Sin embargo, el lunes estuvo con Alperovich, y le regaló la foto al senador para que la cuelgue en la red social y mueva el amperímetro político.

Después, los seguidores de uno trataron de generar una repercusión política, mientras desde el otro lado se minimizó el alcance. Algo normal y lógico; deslizó el gobernador.

En medio de todo este entramado de intereses y de lealtades; una supuesta frase que habría sido dicha un poco en broma, un poco en serio, comenzó al circular en los pasillos de la Casa de Gobierno -a los oídos de unos pocos-, y que se atribuye al gobernador: “un paisano no devuelve el regalo”. Definición o chanza; sólo los que conocen el paño podrán distinguir la diferencia.


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