Bussi lo hizo

Ricardo Bussi apuró decisiones del Gobierno provincial e influyó decisivamente en la creación del Ministerio de Seguridad y en la designación de Claudio Maley al frente de la cartera. Dicho de otra manera, menos directa y más metafórica, una votación logra lo que no pueden cientos de marchas callejeras, ya que las urnas obligan a los gobernantes a interpretar el resultado -el famoso mensaje de las urnas- y atender el reclamo social subyacente; y a obrar en consecuencia.

En ese sentido, la demanda por mayor seguridad para la ciudadanía fue personificada y usufructuada política y electoralmente por el concejal de Fuerza Republicana en los comicios de 2017, y fue “decodificada” en un minucioso trabajo secreto en el gabinete provincial -que luego comentaremos-, y que derivó en la aparición del octavo ministerio de la actual gestión.

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Antes de las elecciones, el ministerio era de Gobierno, Justicia y Seguridad. Seguridad en tercer término, ya sea por desinterés de gestión o, si se quiere, por una cuestión alfabética. Pero, siempre en el último vagón. No fue sólo una “desatención” de la actual gestión, ya que la anterior tampoco tenía esta materia entre las principales -apostó más a la obra pública-; sin más, en los “Lineamientos estratégicos para el desarrollo de Tucumán 2016-2020” -trazados en abril de 2010- la seguridad no aparece ni siquiera mencionada en sus 148 páginas. No era prioridad. Una elección cambió la visión de las cosas. Al vagón lo quieren locomotora.

Hoy tiene rango ministerial (dato al margen: en el organigrama de funcionamiento del Poder Ejecutivo aún no figura la nueva cartera de Seguridad; siguen apareciendo sólo siete ministerios). ¿Qué pasó? Pasó Bussi, o pasaron dos elecciones, primarias y generales, con un resultado llamativo; precisamente, el del bussismo. Se podría decir, irónicamente “Bussi lo hizo”.

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Casi por dos

El edil hizo campaña sosteniendo que el reclamo de la gente era por seguridad. E hizo más, para que repercutiese y generase debate la idea: pidió que al Ejército en la calle para cuidar a los ciudadanos. Fue efectivo en lo electoral, no tanto por las cifras de las PASO, donde obtuvo 88.000 sufragios (un valor que se consideraba un techo infranqueable para FR), sino por las de octubre. Casi los duplicó, sacó 155.000 y hasta arañó la tercera banca de diputados. ¿Dónde estuvo la explicación? Hubo dos, y políticas, como veremos.

Bussi atribuyó los números a su mensaje. Sin embargo, en el oficialismo, el descomunal crecimiento fue atribuido a que alguien de la propia tropa no había jugado bien mandando a sufragar por FR para debilitar la candidatura a diputado de Jaldo. Las miradas apuntaron hacia el senador Alperovich. Los cuestionamientos que surgían por lo bajo eran en contra del ex gobernador y también estaban dirigidos hacia algunos de sus colaboradores. Habían ido a menos; según se dijo. Hasta se dieron ejemplos -algunos con apellidos-: que tal o cual referente territorial no había sacado un vehículo para trasladar gente, que no había movilizado a nadie y se quedó a “matear” en casa, que había cerrado sus unidades básicas -restando apoyatura logística a los votantes propios-, o que se había reforzado con recursos para funcionar al “adversario”. Hubo, incluso, reacciones políticas en función de esas interpretaciones, tales como los cambios en la conducción de la Legislatura y en el Ejecutivo. Movimientos que, en principio, distanciaron a Alperovich de Jaldo. Una historia que tendrá nuevos capítulos. Para seguir.

Sin embargo, hubo quienes no se quedaron con esas lecturas políticas y ahondaron un poco más en el sentido de los números de la última votación. Es que para un sector del peronismo no era suficiente la mirada político -en términos de lealtades o de traiciones de dirigentes-, sino que entendían que faltaba la interpretación de la demanda que surgía de las urnas. Lo que para Bussi estaba nítido -que su planteo sobre la seguridad le significó miles de votos-, para otros no era suficientemente claro, ya que faltaba la comprobación “científica”; el análisis sobre el voto, cuántos para quiénes y cómo se sufragó en circuitos y pueblos.

Parejo

Si era una verdad revelada que hubo “traición” (deslealtades a unos o lealtades a otros, según como se mire), entonces habría circuitos en los se verificaría más que en otros las diferencias de sufragios, precisamente por la falta de trabajo de los referentes territoriales entre las PASO y la elección general. Sin embargo, lo que quedó en evidencia es que, porcentualmente, Bussi crecía de la misma forma en todos los circuitos capitalinos, lo que sólo podía significar una cosa: que se acompañó el mensaje del edil en reclamo de seguridad. El crecimiento fue parejo; se deslizó.

Esa fue la lectura que hicieron numerosos oficialistas cuando observaron los diagramas y los cálculos trabajados al detalle en grandes cartulinas -gráficos de colores, de coordenadas y abscisas-, haciendo comparaciones entre los resultados de los dos comicios. Noviembre resultó clave para la tarea de un equipo del Ejecutivo -conducido por una funcionaria política-, y que fuera revelado a unos cuantos miembros del gabinete provincial.

La conclusión que sacaron fue que en términos institucionales había que responder de alguna forma a la demanda de aquella gente que votó a FR. No se trató sólo de traiciones o de lealtades. La consecuencia de la investigación fue la creación de un nuevo ministerio. Gesto que también conlleva una intencionalidad política y que apunta a 2019, porque la respuesta que el Gobierno pueda dar a esos 155.000 descontentos, pueden significar votos a recuperar para el oficialismo.

Eso sólo en teoría, porque la efectividad de la labor de la cartera y de sus políticas están por verse. Deberá suceder rápido si es que el oficialismo pretende frutos electorales en un par de años. En fin, Maley, el Ministerio y el reordenamiento de las prioridades de gestión en el Gobierno fueron culpa de Bussi.

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