Siga, siga, siga el baile

Ya no provoca enojo desmesurado, sino más bien risitas de resignación y sorpresa. Los casi $ 200 millones de excedentes financieros que posee la Legislatura configuran una afrenta a una sociedad que, definitivamente, no se cree el cuento de que ya no existen gastos desmesurados en el poder de las valijas repletas de efectivo.

A ninguno de los legisladores le arrancó sonrisas la noticia que develó LA GACETA. El sobrante de dinero explica la merma de recursos disponibles que años anteriores supieron tener. Las miradas apuntaron rápidamente hacia Osvaldo Jaldo, el líder que hizo gala de su buena administración que redundó en tremendo ahorro. Los parlamentarios no lo entienden así, sino más bien interpretan que el vicegobernador se hizo de una caja que puede utilizar de manera discrecional y casi sin pedir permiso. Como se percató un experimentado observador de la política comarcana, la ignorancia de los legisladores sobre esos excedentes también habla de la baja calidad parlamentaria: están habilitados para pedir informes sobre ello y jamás lo hicieron.

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Además, el hallazgo (porque fue un descubrimiento periodístico de algo que se pretendía mantener en reserva) abre incómodos interrogantes en el desprestigiado poder estatal: ¿para qué necesita tanto dinero la Legislatura? ¿Además de los cientos de miles de pesos que se entregan en “subsidios”, sobra dinero? Dicho sea de paso, ¿por qué no se conoce el monto total que se destinó en ayudas a instituciones diversas? ¿Qué tareas desarrolla tremenda masa de empleados legislativos? ¿En qué gasta $ 5,5 millones promedio por día la Cámara? ¿Por qué se repiten estas preguntas? ¿Nunca se sabrá exactamente en qué y cómo invierte su presupuesto el Poder Legislativo? En vez de dar respuestas a estas y -seguramente- muchas otras inquisitorias, los legisladores se concentrarán estos días en ver cómo aprueban el milmillonario proyecto de Juan Manzur para que César Pelli haga el prioritario centro cívico. Porque, además de ser estúpido e innecesario encarar un debate sobre los fondos de la Legislatura, por estas tierras no faltan recursos para centros para adictos ni partidas para poner en marcha asistencia para las víctimas de violencia de género ni dinero para prevenir inundaciones...

El “famoso” barrio San Carlos

Mientras en el Instituto de la Vivienda se viven horas de incertidumbre, en el organismo intentan dilucidar si finalmente el Ejecutivo hará o no cambios. En concreto, se comen las uñas elucubrando si llegará un hombre que revisará la gestión de José Alperovich o si mirará hacia el horizonte. Sin embargo, parece que será complicado que no exista, por una vía u otra, una revisión sobre lo que se hizo en el Instituto en la última década. En la Justicia provincial habría avances significativos en la causa que se sigue contra Gustavo Durán, el despedido Miguel Jiménez Augier y el licenciado Lucas Barrionuevo.

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Eso no es todo. Sin ese trío dando vuelas por el Ipvdu en el organismo descubrieron ahora lo que desde hace tiempo era “famoso” en los pasillos del organismo: Marán habría ejecutado muy poco, y habría certificado casi todo, de una obra en el barrio San Carlos Oeste II. Algo de ello salió ahora a la luz.

El 24 de octubre ingresó por Mesa de Entradas del Ipvdu una nota dirigida a Martín Zamora, director del Área Técnica. Allí, el rubricante del escrito, Alberto Remis, a cargo de la Coordinación de Programas Federales que dejó vacante Barrionuevo, da cuenta de irregularidades.

En la nota, entre citas de expedientes diversos, Remis confirma aquellos viejos rumores sobre el famoso barrio “mejorado” por Marán: en abril de 2016, la firma recibió el certificado número 15 por el 91,068% de la obra en el marco del “Programa Federal de Mejoramiento de Viviendas-Vivir Mejor II”, pero en octubre pasado, tras mediciones en presencia de un oficial de Justicia de Vivienda, se constató que apenas estaba realizada en un 64,361%. “Visto por lo tanto, que queda demostrada una sobrecertificación en la obra mencionada”, concluye el sucesor provisorio de Barrionuevo en el cargo. ¿Habrá más “Marán”? Transparencia mata sospechas.

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