Primer round

El doctor Daniel Posse sonríe ante las cámaras. Con tranquilidad y parsimonia advierte que esta semana la Corte Suprema de Justicia tomará una decisión sobre la designación de veedores para revisar causas sospechosas en el Poder Judicial tucumano. El periodista muestra su impericia y repregunta como un novato. El hombre que estará al frente de la Corte a partir de mañana insiste impávido: “la semana que viene la Corte tomará una decisión”. El periodista, carente de perspicacia y de capacidad, mendiga: dígame que va a pasar. Posse no se sale del libreto.

Nuestra democracia (vapuleada, maltratada y agredida) se apoya en los cimientos de la división de poderes. A la Justicia tucumana le pidieron revisar causas. Exactamente, desde el Ministerio de Justicia de la Nación le han golpeado la puerta para pedirle si pueden ver 33 causas que han llamado la atención. Algunas, por las polémicas que han desatado; otras, por las preguntas que han suscitado; otras, por la velocidad con la que se han resuelto; y no faltan las que se tardan tanto que nunca llegan a la sentencia. Esta confusión es la que permite que desde la Nación quieran entrometerse en la Justicia tucumana. No debiera hacer falta. Las instituciones provinciales deberían poder iniciar juicios políticos o la misma Corte sancionar a los magistrados que se sacan las vendas para impartir justicia. Nada de eso termina bien en la provincia y por lo tanto le dan lugar a que cualquiera se entrometa en la Justicia provincial.

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La primera en poner el grito en el firmamento fue la secretaria de Gobierno, Carolina Vargas Aignasse. La funcionaria salió a despotricar porque se veían afectados los cimientos de la independencia judicial, justamente lo que ella estaba haciendo al tomar una postura sobre otro poder al que ella no pertenece. ¿Cuál era el apuro para pronunciarse? ¿Por qué Vargas Aignasse no pudo esperar a que la Corte se pronunciara? ¿Y si la decisión que tanto cuidó Posse –y no pudo extraer el periodista- era el rechazo al pedido de mostrar causas a veedores? El Poder Judicial no ha sido avasallado en su libertad ni en su independencia. Ante cuestiones que son públicas se le ha pedido un permiso que la Corte podría rechazar o aceptar sin ningún problema. O la secretaria de Gobierno considera, como muchas veces lo hizo el alperovichismo, que la Justicia es un apéndice del Poder Ejecutivo, o se dejó llevar por las ansiedades de la Casa de Gobierno.

Cuando llegó el pedido de aceptación de los veedores, en la sede del Poder Ejecutivo sintieron que los estaban atacando. Hubo funcionarios -especialmente los que heredaron cargos de la gestión anterior- que calificaron la solicitud del Ministerio de Justicia como una declaración de guerra contra la provincia. Incluso se escuchó a determinados funcionarios que argumentaron que esta era una respuesta de la Nación a determinados agravios que se habían oído durante la campaña hacia el Presidente de la Nación. Carolina Vargas Aignasse se convirtió en la intérprete y exégeta de ese espíritu de cuerpo y, ante la falta de conducción en el Palacio, se descargó, sin respetar la independencia de poderes y sin esperar, en todo caso, a que se produjera la respuesta del Poder Judicial.

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En el poder político tucumano se sintieron agraviados y reaccionaron. No se dieron tiempo para analizar. En el poder político de la Nación, el ministro de la Nación, Germán Garavano, hizo exactamente lo mismo: un garabato. Si tan grave era lo que se veía o analizaba del Poder Judicial de Tucumán, hubiera puesto todo el peso para que se llegara a buen puerto con sus intenciones de escudriñar en los problemas o en las inexactitudes jurídicas de 33 causas. Terminó designando a dos personas (los doctores Roberto Robles y Ana Colombres Garmendia) que pueden estar sospechadas de tener otros intereses (por sus simpatías hacia el Gobierno nacional o por intereses en alguno de los expedientes que están bajo la lupa) diferentes a la sola transparencia e independencia del Poder Judicial tucumano. Fue esto y no el pedido de ver causas lo que criticó el Colegio de Abogados en una simple y poco fundamentada resolución. Es tal la carga política de estas acciones que las instituciones mantienen cuidada prudencia, en algunos casos, o hacen mutis por el foro, como la facultad de Derecho, cuyos académicos podrían haber puesto claridad en esta agrietada discusión.

La Nación y Tucumán actuaron como si una grieta los separara y no por el interés de que esas causas -que involucran en muchos casos a funcionarios y políticos oficialistas- tuvieran una resolución que devolviera credibilidad a la Justicia sin importar cómo se pudiera fallar.

Uñas y tiempo

Uno de los obsecuentes principales de Cristina Fernández vino a Tucumán aferrado a la pollera de su jefa y decidió golpear al gobernador de la provincia, Juan Manzur. El púgil cristinista no fue inocente. Se paró en el medio del ring y maltrató al mandatario en el mismísimo Tucumán. Cristina aterrizó en Tucumán invitada por el peronismo tucumano; por lo tanto, quien le desenrolló la alfombra roja fue nada más y nada menos que Beatriz Rojkés de Alperovich. Ni ella, ni su marido, el titiritero y senador José Alperovich, fueron capaces de defender a Manzur. Al contrario; recibieron a Cristina en su residencia. Alperovich, quien además es asesor ad honorem del gobierno de Manzur por decreto, trató de disimular su apoyo a la presencia de Cristina, tuiteando que tenía otras actividades. Nada ayudó a esclarecer los hechos. Por el contrario, se profundizaron las diferencias y quedó al descubierto una verdadera reyerta dentro de quienes decían ser un equipo compacto.

Cristina y la postura de los Alperovich causaron un verdadero desconcierto en la Casa de Gobierno. Manzur sigue dando vueltas por los Estados Unidos. Se dedicó a comentar su agenda neoyorkina, es decir, a callar los avatares tucumanos. Así estira la incógnita de lo que ocurrirá. Mientras Osvaldo Jaldo se quedó en el rincón de Manzur y no avaló la movida alperovichista con Cristina, los delegados comunales, los intendentes y los legisladores no saben para dónde ir. Tal vez quien más clara tenga la situación es el intendente de Banda del Río Salí, Darío Monteros, quien -aun cuando cualquier jugada política le salga mal- sabe que tiene asegurado su futuro como fotógrafo de Jaldo, a quien retrató cuantas veces pudo en la reunión del vicegobernador con los gobernadores y autoridades de la Nación. Salvo Monteros, la mayoría de la dirigencia del PJ sabe que van a pintar una J en las paredes; de esa manera no tienen que aclarar si están con José, con Juan o con Jaldo.

¿Quién es hoy el líder del peronismo tucumano? Los Alperovich han actuado en favor de Unidad Ciudadana después de la recepción a Cristina y Manzur aún brilla por su ausencia, aunque empuñe la lapicera que tanto seduce al poder peronista. Lo que no va a poder terminar de descifrar el actual gobernador es el silencio. No sólo se callaron los dirigentes; ningún funcionario lo defendió después del “uppercut” de Parrilli. Ni los ministros que llegaron con él ni los que heredó de Alperovich se animaron a tirarle palabras de aliento. Sólo Jaldo y Fernando Juri llegaron a alentarlo. En el ring del PJ tucumano esperan la reacción de Manzur; de lo contrario, el árbitro terminará decretando el nocaut técnico que favorecerá a los sueños de volver a la Casa de Gobierno de Alperovich. A los “sijosesistas” les gustaba presumir que su líder repetía: “a mí no me mostrés las uñas porque voy por vos”. En tanto, hay un “sijuancista” que advierte que el gobernador suele repetir: “yo soy un paisano y los paisanos necesitamos tiempo”.

Mucho calor

Se inicia una semana al rojo vivo. El nuevo presidente de la Corte dará a conocer lo que el periodista no logró que se supiera. Jaldo deberá confirmar que les mintió a los tucumanos cuando dijo que asumiría como diputado de la Nación. Manzur tendrá que dar señales. Sus ministros deberán interpretarlas. Algún funcionario comprenderá lo que es ser fusible. Otros seguramente tendrán que renovar los certificados de confianza o pedir disculpas. El garabato de Garavano seguramente se nacionalizará porque no sólo en Tucumán quieren ver si la balanza de la Justicia está equilibrada. Diciembre promete empezar más acalorado que de costumbre.

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