“La del Tucumán colonial era una ciudad de mujeres”

“La del Tucumán colonial era una ciudad de mujeres”

Romina Zamora describe las relaciones entre catolicismo, economía y servidumbre en la etapa previa a la Independencia

SEÑAL. La tapa del libro, de Hugo Carrizo, muestra a una criada probándose el vestido de la patrona. LA GACETA / FOTO DE HÉCTOR PERALTA.- SEÑAL. La tapa del libro, de Hugo Carrizo, muestra a una criada probándose el vestido de la patrona. LA GACETA / FOTO DE HÉCTOR PERALTA.-
24 Noviembre 2017

> Historia, teatro y música

A las 20, en el espacio Cultural de la Facultad de Filosofía y Letras, Santiago Rex Bliss y Marcelo Figueroa presentarán hoy la obra de Romina Zamora. Participará la compañía artística Los Intérpretes, junto a Martín Páez de la Torre, sobre idea de Javier El Vázquez. 

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“1770. El 8 de julio era el día de santa Isabel. Don Fermín diría que sólo estaban las personas más distinguidas de la ciudad; el alcalde, el cura, su dignísimo suegro y el resto de los vecinos más principales, rectores de la vida política y espiritual de la ciudad. Pero el alcalde estaba incómodo porque, según su opinión, había demasiada gente de baja esfera espiando desde afuera: indios, negros y mulatos.” Así arranca un capítulo de “Casa poblada y buen gobierno (Oeconomía política y servicio personal en San Miguel de Tucumán, siglo XVIII), libro en el que la doctora en Historia Romina Zamora excava, con mirada propia, la identidad del Tucumán colonial.

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Lo que ella recorta del Tucumán del “largo siglo XVIII” (que se inicia con el traslado de la ciudad, en 1685, y termina con la Batalla de Tucumán, en 1812) es una sociedad feminizada: un 70% de mujeres, la mayoría de entre 20 y 30 años, según los censos de población que ella estudió.

“Recién en el siglo XVIII empieza a haber más hombres. Tucumán era una ciudad de mujeres, y esa era su tónica. Las propietarias eran mujeres, las amas de casa, las madres de familia eran las que marcaban la diferencia. Y en general, si hay mujeres, hay servidumbre femenina. En 1812 en la ciudad hay muchas mujeres viudas mantenidas por un esclavo hombre, que era el que tenía el oficio”, destaca. Y añade que tanto en censos como en testamentos encontró historias de mujeres que les dan la manutención a los esclavos y esclavas una vez que ellas estuvieran muertas.

“‘Mi esclavo Juan y mi esclava Simona van a ser libres una vez que yo muera, y hasta tanto me van a servir’, se lee en un testamento. Hay relaciones de afecto con los negros, que se dan acá y no en otras partes. El negro es parte de la familia, el indio, no”, afirma Zamora, durante la charla con LA GACETA.

Pero el libro no sólo habla de mujeres. Centrada en el concepto de “oeconomía”, Zamora ha investigado cómo la “casa”, tanto en el sentido espacial como simbólico, le otorgaba poder social al señor, siguiendo los pasos de las historiadoras Cristina López, “Andy” Bascary, Cristina Lorandi y demás profesionales que están visibilizando nuevos actores en la historia tucumana. En este caso, “la plebe”. Precisamente, es inspirada en otra tucumana -Noemí Goldman- que Zamora ha apostado a “narrar” la Historia contando historias. Pero sostiene que lo hizo apoyada en la evidencia documental que fue recogiendo en los archivos provinciales de Tucumán, Salta y Córdoba; y en el Archivo General de Indias, en Sevilla, donde se doctoró.


- ¿Qué es la “oeconomía”?

- Una formulación aristotélica, significa la capacidad de mando del padre de familia sobre su mujer, hijos y servidumbre. La “o” es usada por los historiadores para separar la economía de la vieja Europa, que en la época medieval se convierte en la justificación de los nobles europeos: porque Dios quiso. “Sólo nosotros podemos salvar nuestra alma y por eso tenemos la obligación de ser caritativos”. Una plataforma de lo que luego serían las sociedades de beneficencia, que es cuando el Estado asume las funciones que hasta entonces eran de la casa. El que institucionaliza la oeconomía es Otto Brunner, que quedó en el olvido por nazi.

- Destaca la cuestión de la servidumbre. Recuerda a la serie de TV “Downton Abbey”....

- Es la segunda vez que me hablan de esa serie. Voy a tener que verla urgente (ríe). La cuestión de la servidumbre es un tema central. Los españoles los necesitaban para que hicieran el trabajo sucio. Desde el siglo XVI veo cómo desarmaban la encomienda para encontrar servidumbre. Además, no se concebía el trabajo asalariado, que es nuevo. La figura de la “señora cama adentro” se proyectó hasta el presente. La mentalidad que encuentro, y que es diferente de la teoría liberal del siglo XIX, es la economía católica en San Miguel de Tucumán. La San Miguel de Tucumán del siglo XVIII es una ciudad recién trasladada (se traslada desde Ibatín en 1685, pero fue por etapas, y la ciudad recién tiene movimiento en 1740, cuando se pacifica la frontera del Chaco). Y en 1810 tampoco cambia nada. Aquí, el gran cambio se da con la Batalla de Tucumán: una ciudad de 5.000 personas a la que llega un Ejército de 2.000 hombres, eso reconfigura el tejido social.

- ¿Cómo es que “la casa poblada” es símbolo de poder?

- Para ser “vecino”, acá había que tener la casa poblada. Eso era lo que le daba la condición de notable, de pertenecer a la parte sana de la sociedad. La casa poblada era la casa con servidumbre, pero como la actividad económica estaba en el campo, estas familias tenían la doble residencia, la estancia en el campo y la casa poblada en la ciudad. Pero lo que le daba visibilidad política y pertenencia social era la casa poblada. Sobre los frentes de las casas construían locales para alquiler, y los criados tenían sus casitas mal hechas en el fondo, construidas por ellos mismos.

- El negro es parte de la familia, el indio, no. ¿Por qué esa diferencia?

- He trabajado con documentación de la Historia del Derecho, juristas y teólogos que dicen: para los españoles el indio estaba más abajo. Al negro lo compran, es patrimonio de la familia, se lo puede vender. En cambio, el indio es un vasallo libre. No olvidemos que el concepto de igualdad es del siglo XIX. Aquí primaba la jerarquía. Y hay dos tipos de indios, el del pedemonte, llamado doméstico, y el serrano, los calchaquíes, que presentan resistencia. Los masacran, y a los sobrevivientes los bajan a las encomiendas, donde ya había indios pacificados, encargados de controlarlos. Es muy difícil comprender la dominación sobre el indio, porque muchos se tienen que adaptar para sobrevivir, y muchos son usados por los españoles para domeñar a los rebeldes. Y a los de las sierra los desnaturalizan, y se van escapando, y van volviendo. Y ¿adónde pueden volver? A Amaicha, porque tienen una cédula con la que logran un reconocimiento del rey. Algo que todavía esgrimen hoy.

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