El peronismo tucumano quedó desnudo

Dos situaciones convergieron para que las contradicciones del oficialismo tucumano queden expuestas como nunca antes había ocurrido en estos dos años de gestión. Una, la nacionalización de la figura del gobernador, Juan Manzur, luego de haber sido uno de los peronistas mejor parados en los comicios de este año. Otra, el ninguneo que siente cada vez con mayor frecuencia, Beatriz Rojkés de Alperovich.

La inesperada visita de la ex presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner a Tucumán quedó resuelta en Buenos Aires, y comunicada luego a los interlocutores locales. No hubo siquiera intermediación de la presidenta del Partido Justicialista tucumano. En el Instituto Patria se aferraron a una vieja invitación de la ex senadora nacional para devolverle gentilezas al mandatario provincial. El lunes, Manzur le había puesto punto final al ciclo político de Cristina en el peor escenario que podría haber elegido. Es cierto que el ex ministro de Salud no dijo nada nuevo y que sólo reiteró lo que desde el año pasado viene sosteniendo, pero sí lo hizo en un lugar inapropiado. A las pocas horas, la visita de la ex jefa de Estado a este suelo comenzó a tomar forma y así, recién entonces, Beatriz Rojkés se percató de que estaba frente a la ocasión que tanto había esperado.

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Hay que decirlo. No es la primera vez que la ex presidenta provisional del Senado intenta incomodar a sus pares del oficialismo tucumano con sus eventos. Antes de las Primarias de agosto, de hecho, el propio José Alperovich debió interceder para que revocara una invitación que le había formulado al ex jefe de Gabinete Aníbal Fernández. Esta vez, cuando Alperovich se enteró ya era demasiado tarde. Y para Manzur, mucho más. El gobernador se dio con la novedad en Buenos Aires, en plena negociación por el Pacto Fiscal con la Nación. En esos días, el tucumano fue uno de los principales interlocutores con los funcionarios nacionales. Intercambió mensajes con el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, y hasta recibió una llamada personal del presidente, Mauricio Macri, para avanzar en el acuerdo. Por eso, entre otros motivos, se entiende tanto malestar de Manzur al percatarse de lo que “le habían hecho” sus socios políticos de la zona del parque Guillermina.

Principalmente, porque el mensaje que transmite el peronismo tucumano es contradictorio. Por un lado, Alperovich y Manzur se esforzaron en el último año por sepultar cualquier vestigio kirchnerista. Pero, por el otro, quedan entrampados como anfitriones de la ex jefa de Estado. No resulta convincente el argumento dado el viernes por el mandatario, acerca de que Cristina representa a otro espacio político. Porque Rojkés es la presidenta del distrito local del Partido Justicialista y porque él es uno de sus vicepresidentes. ¿No hay comunicación ni consenso a la hora de organizar actividades? Por supuesto que no. Lo que hay es un pase de facturas. Manzur se encargó de dejarle el PJ a Rojkés como una forma de mantenerla lejos del Gobierno, pero la ex primera dama tucumana sintió en este tiempo ese desaire y hasta olfateó un avance de la dupla gobernante hacia ella, en aras de quedarse con el sello del partido. De paso, vale recordarlo, no es la primera vez que hay un cortocircuito público entre Manzur y Rojkés. En mayo se habían cruzado por el Pacto con Irán. “No comparto las declaraciones de Beatriz. Tenemos que ser prudentes”, había dicho el titular del Poder Ejecutivo luego de que la ex senadora se ganara los titulares de los diarios con una de sus sugerentes frases. “Lo volvimos a resucitar al fiscal (Alberto) Nisman, porque vemos que Cristina (Kirchner) está avasallando en las encuestas”, había lanzado Rojkés en un acto en la Legislatura, al que casualmente no había querido asistir el vicegobernador, Osvaldo Jaldo.

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Ni Manzur, ni Alperovich ni Jaldo quieren aparecer al lado de la ex presidenta. El gobernador tiene la excusa de no estar en el país. El senador se apuró el fin de semana por organizar una extensa agenda para hoy, pero quedó pegado al operativo antimanzurista. Y el presidente de la Cámara, a cargo de la Gobernación, no está dispuesto a atender el teléfono durante el feriado. Los tres quedaron enfrascados en las contradicciones de un pasado que intentan olvidar. El problema es que llevan un ancla tan pesada que, cada tanto, vuelven a quedar sumergidos en las tenebrosas profundidades.

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