Tienen apenas cinco años y ya “produjeron” su primer video animado

Tienen apenas cinco años y ya “produjeron” su primer video animado

El proyecto lo impulsa el Ministerio de Educación de la Provincia y participan 20 artistas de diversas disciplinas.

LA CAMARA Y EL PIZARRÓN.  Los chicos trabajaron con el realizador Patricio García y con la  “señorita” Nora González.  LA GACETA / FOTOS DE FRANCO VERA.- LA CAMARA Y EL PIZARRÓN. Los chicos trabajaron con el realizador Patricio García y con la “señorita” Nora González. LA GACETA / FOTOS DE FRANCO VERA.-
19 Noviembre 2017

“Mirá por el visor, tenés que mirar por acá, y a esto se lo abre, y aquí tenés que apretar fuerte, y ahí sale la foto”, explica Uma, mientras mira por el visor de la Canon 60 D con la que ella y sus compañeros de la salita de cinco de la escuela José Mármol acaban de terminar el rodaje de “Colores diferentes”.

A un costado, el cantante, compositor y artista audiovisual Patricio García (“Muñecos del destino”, entre otras producciones) sigue con la mirada mientras Mailén termina de armar uno de los muñecos/personajes de “Colores...”. Hace 35 años, él también jugó entre las paredes de la José Mármol, cuando iba a jardín. Y ahora volvió, invitado por el Ministerio de Educación de la Provincia, que impulsa el programa “Los artistas vuelven a la escuela”.

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Cuenta Patricio que cuando le llegó la invitación supo desde un comienzo que lo que haría con los chicos sería una animación. “Recordé que Rosalba (Mirabella, su esposa) siempre me contaba que cuando ella iba al jardín tuvieron un taller de animación con Bernardo Vides, del que nunca se olvida”, afirma, mientras observa el último muñeco de papel que hicieron los chicos con sus propias manos.

“Es la historia de Rocío, una niña ciega que llega a la escuela; de Emiliano y de Pilar. Al comienzo, Pilar no quería que Rocío jugara con ellos, pero después se han hecho amigos y hacen juegos para la nena cuyos ojos no ven, como ponerle la cola al burro, o el juego del pato ñato”, se explaya Santino. Sobre un pizarrón negro, Uma y Melina pintan un arco iris bajo la mirada atenta de Antonella Cardozo (de Coordinación Artística del Ministerio de Educación). Ese será el título: “Colores diferentes”.

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A la maestra Nora González no le extrañó que los chicos urdieran esa historia, cuyo eje es la integración. En la escuela, afirma, están trabajando con los chicos cuestiones relacionadas a la violencia de género, a los valores, a los sentidos (vista, olfato, tacto, gusto, oído), a experimentar la integración.

El video dura un minuto y medio, y este miércoles será la “gran avant premiére”, anticipa Patricio, que evalúa que el “experimento” resultó exitoso. Quería ver si los chicos harían todo el proceso. Y lo hicieron, desde el guión hasta los muñecos en papel que ellos mismos dibujaron, y cuyos brazos y piernas juntaron luego con chinches, para darles articulación, movimiento. Como era de esperar, ninguno se perdió de apretar el disparador de la cámara con la que han grabado su historia.

“Vamos moviendo muy de a poquito, y se va filmando cuadro a cuadro. En vez de 24 cuadros por segundo hacemos cuatro o cinco por segundo; es un poco más ‘torpecito’ que la animación Disney, pero funciona”, se ríe Patricio. Antonella agrega que bastaron cinco sesiones para que los chicos se familiarizaran con el manejo básico de la cámara. Es que nacieron bajo el ADN audiovisual, y Milena y Uma lo demuestran. “Sí, ¡me encanta hacer la película¡ ¡Siempre he querido hacer esto! Y cuando me han propuesto he dicho que sí. Primero hemos dibujado el árbol... No, primero hemos dibujado el personaje, el ‘humanito’, y después el árbol”, “Y el árbol parecía que se movía solo”, se sorprende Milena. “A mí me parece que me gusta el video”, concluye, rotunda, como si hablara consigo misma.

Mientras tanto, Tobías, Franco, Agustín y Santino dejan de corretear para contar cómo hicieron la sonorización. “Con tambores, cajitas chinas, cascabeles, palitos chinos que tienen una pelotita; y con bombos”, se superponen sus voces. Llega la hora de la foto grupal, y los flamantes artistas posan y, sin que medie ni un gesto, gritan al unísono ¡¡¡¡¡whiskyyyyyyyyy!!!!!!!!. Termina la sesión de fotos y todos parten, raudos, a seguir jugando su juego.

 

> PUNTO DE VISTA

Por qué dejamos de ser artistas

NORA LÍA JABIF | LA GACETA

Una hora compartida con los chicos del jardín de cinco de la escuela José Mármol que juegan a ser videastas nos deja pensando en Picasso, cuando decía que todos los niños nacen artistas; que el problema está en qué hacer para que sigan siéndolo cuando crecen. En la José Mármol, una de las escuelas públicas urbanas de Tucumán, los chicos de apenas cinco años son torbellinos creativos imparables y “dialogantes”. Y es seguro que situaciones como esa se replican en muchos otros jardincitos tucumanos.

Pero, siguiendo la inquietud picassiana, ¿será un destino irreversible la muerte del artista/niño cuando se hace adulto? Las estadísticas muestran respuestas inquietantes: la matrícula escolar ha crecido en forma significativa en Tucumán en la última década; pero la mitad de los que ingresaron al sistema educativo no concluyeron el ciclo. Hay quienes atribuyen el 50% de deserción a “fallas en el nivel inicial”, sumadas a variables socioeconómicas.

Sin embargo, la foto de un día en el jardincito de la José Mármol muestra chicos inquietos, curiosos, protagonistas. Igual que los alumnos del último curso de la ENET N° 5 que desarrollaron gafas para personas con problemas visuales. O el del alumno de la UTN que desarrolló una prótesis de mano con una impresora 3D.

¿Qué une a estas excepciones a la regla? Una primera aproximación: 1) las Nuevas Tecnologías abren caminos para el asombro; 2) un sistema/docentes que estimulen, dialoguen y acompañen ayuda a hacer la diferencia.

Al margen de las buenas excepciones, la crisis educativa es sistémica y alcanza a las universidades en todo el mundo, incluidas, por cierto, las tucumanas. Pero hay resistencias. Minerva, por ejemplo, es una universidad de elite sin campus fijo ni exámenes cuyos alumnos cursan en forma itinerante en San Francisco, Seúl, Hyderabad (Pakistán), Berlín, Londres, Taipei y Buenos Aires (flamante sede). O la “Singularity university”, que nació hace una década en el campus de la NASA, en pleno Silicon Valley. ¿Qué une a estos dos espacios innovadores? Al parecer, el haber echado por tierra lo que significaba hasta ahora enseñar, aprender, conocer, evaluar. Tal vez hurgando en sus modelos, en sus propuestas, encontremos la respuesta al interrogante de Picasso acerca de por qué dejamos de ser artistas cuando crecemos.

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