“La música es lo único realmente abstracto” para Carmen Baliero

“La música es lo único realmente abstracto” para Carmen Baliero

La pianista presentará su “Centésimas del alma”, con versos de Violeta Parra. El trabajo sobre la musicalidad en el teatro. Falencias de formación.

COMPOSITORA. La pianista Carmen Baliero cierra con un concierto en el San Martín su paso por Tucumán. SanMartinCTBA COMPOSITORA. La pianista Carmen Baliero cierra con un concierto en el San Martín su paso por Tucumán. SanMartinCTBA
15 Noviembre 2017

ACTÚA HOY

• Puntualmente a las 19.30 en el teatro San Martín (avenida Sarmiento 601), con entrada libre y gratuita.

Carmen Baliero recuerda perfectamente cuándo decidió escribir la música de las “Centésimas del alma”, de la chilena Violeta Parra, que esta tarde interpretará al piano en el foyer del teatro San Martín.

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“Estaba recién mudada, con muy pocas cosas en la casa, aburrida, en un caluroso verano. Daba vueltas alrededor de una mesa donde mi hijo estaba con la computadora, sin saber qué hacer. Él me dijo: ‘pará de caminar’, y al detenerme encontré un disco de Parra en el que ella dice sus centésimas, 600 versos que escribió en seis horas, y no lo podía creer. Tardé casi un año en construir esta obra, en dejar que fluya su devenir”, relata.

La compositora es una de las grandes especialistas en la música para las artes escénicas, como lo demuestra el libro que escribió para el Instituto Nacional de Teatro (INT) y el curso que hoy concluirá en la sala Paul Groussac. Su presencia en Tucumán es posible por el colectivo Ulmus Gestión Cultural, con el apoyo de la delegación local del INT y el auspicio de la Facultad de Artes de la UNT y del Ente Cultural de la Provincia.

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“La música es lo único realmente abstracto. Entrar en ella es disolverse en otro planeta. Parra decía que había que tocar el piano como si fuese una trompeta y la trompeta como un piano. Y nunca pisó un conservatorio de nada, porque la hubiesen arruinado”, sostiene Baliero en diálogo con LA GACETA.

Ante el piano tanto la música como la letra van de memoria, sin partitura ni escritos, ya que “es un acto de resistencia”. “Es un acto de alto riesgo que pasa a veces. El posible error es parte del arte, un acto de honestidad que poca gente tiene y que Violeta ejercía”, agrega. Por este motivo, luego de componer se pone a estudiar a fondo.

- En tu libro “La música en el teatro y otros temas”, planteás que la escena de cada lugar del país tiene su propia musicalidad, que no hay un protocolo único.

- No es privativo del teatro, el mundo es así. Las geografías condicionan los imaginarios sonoros y estéticos. Un rap nace en una metrópolis, en un lugar citadino con superposición y contrapuntos de ruidos, mientras que la baguala es un espacio de soledad, se escucha el eco, se piensa en espacios grandes. Se rompe cuando se quiere seguir el ejemplo de otros lugares, como Buenos Aires, y así se deja de ser jujeño, salteño o patagónico, donde el viento está constantemente presente. Mi intención no era encontrar diferencias sino permitir que hablen todos, con una idea federal de la diversidad.

- ¿La encontraste?

- Me preocupa Buenos Aires como centro casi autoritario exportador de superioridad cultural en el país y veo que las provincias se someten un poco a eso. A veces se cree ser más limitado de lo que se es realmente. Hay que romper con la timidez. En la Capital Federal están también los que trabajan para Europa, a los que llamo “teatro de subsidio”, porque siempre están buscando la beca.

- La generación del 90 en la dramaturgia nacional...

- Exactamente. Tienen rasgos argentinos, pero con pensamiento europeo. Es como decir que Martha Argerich aporta a la cultura nacional; no, lo hace a la cultura internacional porque se formó afuera. Hubo una metamorfosis cuando aparecieron los subsidios. Estoy en contra de los concursos, porque no creo que nadie esté en condiciones de ser jurado de teatro a no ser que haya dejado de lado los intereses, sean del mercado o personales. Por eso mismo, jamás tomé un examen.

- ¿Hay una línea única de premiación?

- Casi siempre se premia igual, a lo políticamente correcto, como lo que tenga que ver con denuncias de desaparecidos, violaciones o abusos sexuales. Lo mismo en Estados Unidos con el holocausto judío o la masacre de negros. Habría que premiar lo estéticamente arriesgado, para estimular al que está probando, no al que va sobre seguro. Hay que preservar al teatro experimental, que es el único real en el fondo, más allá de que uno aprenda de todos.

- ¿Qué te condiciona artísticamente?

- Primero, tu nacimiento en un lugar determinado. Luego, muchas otras cosas. Lo bueno de la globalización es conocer características de fuera del sitio de origen, porque si no estaríamos en una burbuja. El arte se nutre de lo diferente, de la mezcla. Cuando más cerca estamos del producto, más complejo es discernir qué es lo que lo influyó. Para analizar hay que tener distancia. La música se analiza musicológicamente cuando está lejos, y antropológica y sociológicamente cuando está cerca.

- ¿Cuál es el espacio que le das a lo académico?

- Soy antiacademia. Me interesa lo universitario antes que lo académico, porque permite unir gente de muchos lugares. Hay mucha castración en las aulas, con docentes narciso que te enseñan cinco años contrapuntos gregorianos inútiles, porque fijan reglas que no las necesita el artista sino el académico, que pretende sojuzgar y decidir cuál es la verdad del arte, cuando nunca salió de allí. Hay que rebelarse, abrir la cabeza, ser alegres; es una necesidad nacional.

- Por el contrario, sos de asumir riesgos, como cuando hiciste un concierto con bocinas de auto.

- Tanto como cuando trabajé con máquinas de escribir, cuando hice la película musicalizada o los boleros, porque me gusta la música. El riesgo es hacer arte, porque incluso cuando hacés un concierto con una orquesta puede salir de una forma distinta a la que querés. Hay algunos que sólo repiten. Deberíamos tener un juramento hipocrático artístico.

- En tus cursos abordás el trabajo vocal del actor...

- Cuando voy al teatro, sigo la obra con los ojos cerrados, como lo hacía William Shakespeare, y siento que todavía los actores le tienen temor a la ficción, cuando todo es mentira en una obra. Están en una casa que no es real, toman sopa falsa, pero hablan como si todo fuese verdad, coloquialmente y con su personalidad. Me interesa correrlos del naturalismo, de la creencia de que su personalidad es interesante. Todavía se escucha la voz de alguien opinando. No existiría el arte si se asumiera como realidad. Decir verdad deteriora el arte.

- ¿Por qué cerrás los ojos?

- Porque la visión distrae. En cambio, los oídos no tienen párpados y escuchan todo, hasta las imágenes cuando alguien entra caminando rápido o lento.

- ¿Qué es lo primero que hacés cuando te invitan a poner música a una obra?

- Pienso si es necesario. Muchas veces sobra, y la ponen para el salvataje de las escenas porque los actores no le ponen la base. Me niego a ser la prostituta del teatro. Y cuando algo me interesa, me involucro desde el principio; que no me llamen a último momento.

- ¿Te preocupa la falta de preparación musical de muchos artistas?

- Mucho, porque no se enseña en los institutos. Debe entenderse cuál es la música de teatro y escuchar mucho para tener todas las herramientas y poder generar arte.


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