Se aproxima el verano y va creciendo el temor en La Madrid

Se aproxima el verano y va creciendo el temor en La Madrid

Vecinos sostienen que las obras que se hicieron en el río Marapa fueron menores; temen que no sean suficientes para contener una creciente. El delegado comunal dice que sí se están ocupando del tema.

LA GACETA/ OSVALDO RIPOLL LA GACETA/ OSVALDO RIPOLL
09 Noviembre 2017
“En las mañanas, cuando uno se levanta, lo primero que hace es ver si en el cielo hay algunas nubes que puedan traer agua. Todos vivimos pendientes del río (Marapa) y de las lluvias que pueden caer, sobre todo en la zona de Catamarca”. Así describe María Robles, vendedora de embutidos de La Madrid, el ritual que cada mañana repiten sus vecinos. A medida que avanza el almanaque, entre los pobladores de ese pueblo siempre castigado crecen la incertidumbre y el miedo.
María explica los motivos de sus temores: “en el Marapa no se hizo casi nada para evitar una nueva inundación. Trajeron máquinas antes de las elecciones, pero trabajaron muy poco. Aquí en cualquier momento podemos volver a amanecer tapados por el agua, como en abril pasado y casi todos los años”, dice.
La comerciante vive en el barrio 13 Viviendas, ubicado en el margen sur del cauce, y mantiene fresco el recuerdo de la catástrofe que sufrió su pueblo hace pocos meses, y de la odisea que debió enfrentar con su familia para sobrevivir a la inundación. También la angustia repasar en la memoria todos los bienes que perdió, entre ellos los cerdos, cabras y gallinas que emplea para sus embutidos. Robles estuvo evacuada durante más de 20 días en la casa de un pariente de Taco Ralo. Por eso, al igual que los otros miles de pobladores,  se estremece al pensar que la comunidad sigue expuesta a sufrir otra desgracia. Y también se llena de bronca ante la despreocupación que siente de parte de los gobernantes, que no hicieron obras para solucionar definitivamente los desbordes del Marapa y del arroyo El Chileno.
Buscar altura
Hay quienes no esperan nada de las autoridades, por lo que han decidido comenzar con los preparativos “antiinundación” por sus propios medios.  “Aquí ya no nos queda otra alternativa que preparar terrazas en los techos de nuestras casas para tener un refugio cuando vuelva a desbordarse el río. Así al menos vamos a poder resguardarnos nosotros y proteger algunas cosas”, sostiene Elizabeth Zelaya, propietaria de una confitería que también quedó sumergida.
En el pueblo, aunque la vida de los vecinos ya recuperó su rutina normal, aun se observan vestigios de los daños que dejaron las aguas: ladrillos de paredes caídas, calles en malas condiciones, algunos electrodomésticos y muebles abandonados. En varios sitios hay gente  ocupada en construir en sus casas escaleras hacia el techo; algunas de madera, otras de cemento. “Tanto la Nación como la Provincia prometieron obras, pero hasta ahora no hicieron nada. Ahora sólo nos resta  rogar que no llueva mucho” apunta Elizabeth. 
Juan Carlos Gómez, propietario de una ferretería, es uno de los tantos precavidos que acondicionó el techo de su casa como refugio. “Se tendría que haber trabajado sobre los ríos San Francisco y Marapa y el arroyo El Chileno. Pero no. Trajeron máquinas sólo para hacernos creer que están solucionando algo, pero todo el pueblo sabe que no hicieron trabajos serios. Removieron un poco de áridos, nada más”, comenta.
Cuando en abril pasado llegó la creciente, el agua pasó por encima del mostrador de su negocio, a más de un metro de altura, y le destruyó una importante cantidad de mercadería. “El único que nos puede salvar este verano es Dios. Hay que esperar que no llueva mucho, principalmente en Catamarca”, implora Carlos Palomino.
En la orilla sur del Marapa se ve una dragalina sin operar. “Está ahí desde hace un tiempo. Acumuló un poco de áridos como defensa, pero nada más”, sostiene Juan Carlos Ferreyra. Él advierte a LA GACETA sobre los montículos de troncos de árboles y ramas que permanecen abrazando los pilares del puente ferroviario. Los señala y enfatiza que es el ejemplo más claro de lo poco o nada que se hizo. “Esto aumenta los riesgos de desbordes porque el agua ahora no va a escurrirse normalmente y saldrá hacia el pueblo”, vaticina. 
Carolina Herrera, propietaria de la única estación de servicios, contó que frente a la falta de obras, la empresa está haciendo trabajos de limpieza de desagües. “Lo vivido fue horrible. Pero uno no puede abandonar este lugar. Aquí está nuestra vida. Uno mismo tiene que tomar recaudos para nuestro resguardo y para las cosas materiales” sostiene. Con este panorama, los vecinos están casi seguros de que todos los electrodomésticos, muebles y colchones que les dio el Estado luego de la inundación se volverán a perder si no se hacen las obras imprescindibles.

“En las mañanas, cuando uno se levanta, lo primero que hace es ver si en el cielo hay algunas nubes que puedan traer agua. Todos vivimos pendientes del río (Marapa) y de las lluvias que pueden caer, sobre todo en la zona de Catamarca”. Así describe María Robles, vendedora de embutidos de La Madrid, el ritual que cada mañana repiten sus vecinos. A medida que avanza el almanaque, entre los pobladores de ese pueblo siempre castigado crecen la incertidumbre y el miedo.

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María explica los motivos de sus temores: “en el Marapa no se hizo casi nada para evitar una nueva inundación. Trajeron máquinas antes de las elecciones, pero trabajaron muy poco. Aquí en cualquier momento podemos volver a amanecer tapados por el agua, como en abril pasado y casi todos los años”, dice.

La comerciante vive en el barrio 13 Viviendas, ubicado en el margen sur del cauce, y mantiene fresco el recuerdo de la catástrofe que sufrió su pueblo hace pocos meses, y de la odisea que debió enfrentar con su familia para sobrevivir a la inundación. También la angustia repasar en la memoria todos los bienes que perdió, entre ellos los cerdos, cabras y gallinas que emplea para sus embutidos. Robles estuvo evacuada durante más de 20 días en la casa de un pariente de Taco Ralo. Por eso, al igual que los otros miles de pobladores,  se estremece al pensar que la comunidad sigue expuesta a sufrir otra desgracia. Y también se llena de bronca ante la despreocupación que siente de parte de los gobernantes, que no hicieron obras para solucionar definitivamente los desbordes del Marapa y del arroyo El Chileno.

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Hay quienes no esperan nada de las autoridades, por lo que han decidido comenzar con los preparativos “antiinundación” por sus propios medios.  “Aquí ya no nos queda otra alternativa que preparar terrazas en los techos de nuestras casas para tener un refugio cuando vuelva a desbordarse el río. Así al menos vamos a poder resguardarnos nosotros y proteger algunas cosas”, sostiene Elizabeth Zelaya, propietaria de una confitería que también quedó sumergida.

En el pueblo, aunque la vida de los vecinos ya recuperó su rutina normal, aun se observan vestigios de los daños que dejaron las aguas: ladrillos de paredes caídas, calles en malas condiciones, algunos electrodomésticos y muebles abandonados. En varios sitios hay gente  ocupada en construir en sus casas escaleras hacia el techo; algunas de madera, otras de cemento. “Tanto la Nación como la Provincia prometieron obras, pero hasta ahora no hicieron nada. Ahora sólo nos resta  rogar que no llueva mucho” apunta Elizabeth. 

Juan Carlos Gómez, propietario de una ferretería, es uno de los tantos precavidos que acondicionó el techo de su casa como refugio. “Se tendría que haber trabajado sobre los ríos San Francisco y Marapa y el arroyo El Chileno. Pero no. Trajeron máquinas sólo para hacernos creer que están solucionando algo, pero todo el pueblo sabe que no hicieron trabajos serios. Removieron un poco de áridos, nada más”, comenta.

Cuando en abril pasado llegó la creciente, el agua pasó por encima del mostrador de su negocio, a más de un metro de altura, y le destruyó una importante cantidad de mercadería. “El único que nos puede salvar este verano es Dios. Hay que esperar que no llueva mucho, principalmente en Catamarca”, implora Carlos Palomino.

En la orilla sur del Marapa se ve una dragalina sin operar. “Está ahí desde hace un tiempo. Acumuló un poco de áridos como defensa, pero nada más”, sostiene Juan Carlos Ferreyra. Él advierte a LA GACETA sobre los montículos de troncos de árboles y ramas que permanecen abrazando los pilares del puente ferroviario. Los señala y enfatiza que es el ejemplo más claro de lo poco o nada que se hizo. “Esto aumenta los riesgos de desbordes porque el agua ahora no va a escurrirse normalmente y saldrá hacia el pueblo”, vaticina. 

Carolina Herrera, propietaria de la única estación de servicios, contó que frente a la falta de obras, la empresa está haciendo trabajos de limpieza de desagües. “Lo vivido fue horrible. Pero uno no puede abandonar este lugar. Aquí está nuestra vida. Uno mismo tiene que tomar recaudos para nuestro resguardo y para las cosas materiales” sostiene. Con este panorama, los vecinos están casi seguros de que todos los electrodomésticos, muebles y colchones que les dio el Estado luego de la inundación se volverán a perder si no se hacen las obras imprescindibles.

> Según el delegado, las inversiones no llegaron

“Por ahora no aparecieron”, respondió el comisionado comunal de La Madrid, Dardo Herrera, cuando se le consultó sobre las inversiones en obras hídricas prometidas por la Nación para ese pueblo. Además, afirmó que la Provincia no se descuidó del problema del río Marapa y, según dijo, enviaron una dragalina y una retroexcavadora. Otra máquina fue destinada al paraje Sol de Mayo, en donde el Marapa está obstruido.

La próxima semana llegaría otra retro de la Dirección de Suelo para trabajar en el canal de guarda y el arroyo El Chileno. Comentó que al mismo tiempo la comuna instrumenta un plan de limpieza de canales urbanos y con Defensa Civil diseña un plan de alerta temprana, que contempla monitoreo de toda la cuenca y un sistema de control. “Es normal que la gente esté preocupada, pero estamos trabajando para evitar otra inundación”, insistió el jefe comunal.

> Amenazas de ayer y de hoy

Gustavo Chanta fue comisionado comunal de La Madrid cuando en 1992 el río Marapa sepultó el pueblo. Ese año, y después en 2001, el problema se produjo a causa de errores humanos en el manejo del dique Escaba. Ahora, según Chanta, el drama tiene otros orígenes: el río San Francisco (que nace en Catamarca) y el dique de Las Termas de Río Hondo, cuya área de influencia se extiende sobre Tucumán.

“Para evitar que La Madrid terminé desapareciendo como Sol de Mayo, Esquina y Sud de Lazarte, hay que solucionar la colmatación del dique. Es un tema que tienen que discutir el Gobiernos de Santiago del Estero y el nuestro”, apuntó el ex funcionario. “Es también un tema grave lo del río San Francisco, que viene desde Catamarca. Los sojeros, para proteger sus propiedades, lo desviaron y ahora desemboca en el Marapa. Hay que volver a taponarlo a la altura de El Sauce para que retorne a su cauce normal”, propuso.

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