La noche de los panqueques

La noche de los panqueques

LO HIZO DE NUEVO. Messi brilló en Quito, pero difícilmente gane el Balón de Oro. LO HIZO DE NUEVO. Messi brilló en Quito, pero difícilmente gane el Balón de Oro.

El Wanda Metropolitano recibió ayer por primera vez al mejor jugador del mundo. Es el nuevo estadio de Atlético Madrid, el equipo de Diego “Cholo” Simeone. El estadio anterior (Vicente Calderón) homenajeaba a un presidente mítico del club. Leo Messi se cansó de hacer goles allí. El nuevo nombre homenajea al patrocinador chino. Ayer, en el empate 1-1, estrelló un tiro libre en un palo y alternó buenas con malas. Pero, aún si hubiera hecho otros tres goles, el Balón de Oro de 2017 ya parece en manos de Cristiano Ronaldo. Es cierto, desde Argentina nuestra visión está inevitablemente parcializada. Aún así, resulta igualmente difícil de aceptar que Ronaldo empate a Messi con cinco Balones de Oro. Difícil porque ese empate pareciera ser sinónimo de absoluta paridad. Que son los dos mejores futbolistas de la última década no cabe duda. Pero que puedan ser puestos en un mismo y casi exacto nivel sí ofrece reparos. No hay que ser especialista. Basta con ver la tele.

Los números no mienten

Podemos ver también algunos números. La temporada pasada, Messi anotó 54 goles en 52 partidos, es decir, más tantos y mejor media que Cristiano Ronaldo, que marcó 42 en 46 cotejos. Es cierto, los títulos fueron para Real Madrid. Pero el Balón de Oro, hasta donde sabemos, premia al mejor jugador, no al mejor equipo. En el inicio de esta nueva temporada, Real Madrid volvió a ganar títulos, pero otra vez los registros individuales de Messi superan, y por escándalo, a los de Cristiano. Y si evaluamos la década veremos que ambos tienen igual cantidad de Champions (cuatro cada uno). Pero que Messi gana en títulos de Liga (8-5), en títulos de Copa (5-3) también en total de títulos, selecciones incluídas (32-26). Ahora llegaron, benditos sean, los tres goles de Quito. Hay que leer a los periodistas y a los medios más importantes del país que ustedes quieran. Hasta en Brasil el notable Juca Kfouri saludó feliz la presencia de Messi en Rusia. “Pero los argentinos han ganado muchos partidos con trampa, se burlaron de nosotros en el último Mundial y, quién sabe, hasta podrían volver a ser nuestros ‘verdugos” en la próxima Copa”, le reprocha un lector. Y así siguen decenas y decenas de lectores más, casi todos enojados con la selección argentina. A Kfouri no le importó. Tituó su artículo sin eufemismos: “¡Viva Messi!”.

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Párrafo aparte en España. La prensa catalana, toda una obviedad, habla de crack mundial. Muchos de sus articulistas aprovechan para decirnos poco menos que ellos son casi los únicos que arropan y reconocen al “genio”, porque en Argentina jamás fue así y sólo ahora le agradecemos porque advertimos que, sin él, no seríamos nada. “Pechofrío, perezoso, antipatriota y mufa. Todo eso y más ha tenido que escuchar el mejor de todos los tiempos …Una y otra vez, vertieron toneladas de porquería sobre el mejor, con una gratuidad y desmemoria inauditas”, dice por ejemplo uno de esos artículos. Una cosa son las redes sociales, donde, es cierto, domina ese ambiente de cierto desprecio que facilita el anonimato, la burla de pegarle a quién sea, cuanto más famoso o poderoso mejor. Pero no es cierto que la prensa en general haya maltratado así a Messi. Sucede que sí lo han hecho algunos gritones. Y sucede que sus gritos, así funciona hoy la caverna mediática, son los que más reproducen luego los portales internacionales.

Todos sabemos que Argentina jugó una eliminatoria pobrísima y en medio de un gran caos. “Inaudito”, describieron algunos los tres cambios de mando que hubo en la AFA. Como si Angel Villar, el Julio Grondona español, tres décadas presidente de la Federación, hubiese sido encarcelado y echado en el siglo pasado, no apenas meses atrás, y en un país africano, no en Madrid. Más aún. Ya casi nadie recuerda el caos que parecía reinar en el propio Barcelona también apenas unos meses atrás, con Neymar yéndose a PSG y socios y prensa de Barcelona reclamando la salida del presidente Josep María Bartomeu. O dos semanas atrás, diciendo que la decisión de hacer jugar al equipo a puertas cerradas mientras la policía reprimía el día del referéndum catalán fue una afrenta sin retorno del club. Haber traicionado el histórico slogan que identifica ciudad y equipo y que dice que “Barcelona es más que un club”. Por supuesto que el Barsa que Messi elevó a la cumbre fue, en su momento más dorado, acaso el mejor equipo que se ha visto jugar en décadas. Pero los goles de Messi no sólo han tapado crisis en Argentina.

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La noche de Quito, miles de españoles aguantaron hasta bien pasada la madrugada. Algunos quizás por morbo. Muchos otros para sentir la sensación de que acompañaban al crack. Se perdieron los primeros 16 minutos del partido. El rápido gol ecuatoriano y el empate de Leo. La TVE española no quiso cortar el emocionante final enlatado de Masterchef Celebrity 2. Un participante lloraba porque la salsa no estaba a punto y otro porque el espárrago no estaba bien pelado. En otros canales, eso sí, los panqueques comenzaban a darse vuelta en el momento oportuno. Como siempre.

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