Ideas, no sentimientos

Ideas, no sentimientos

Culto por la verdad, deber del intelectual.

JUAN B.TERÁN. Sostenía que “la abundancia sentimental” no debe reemplazar a “las coordenadas severas de las ideas”. JUAN B.TERÁN. Sostenía que “la abundancia sentimental” no debe reemplazar a “las coordenadas severas de las ideas”.

En 1933, Juan B. Terán deploraba, en los argentinos, “la carencia de culto por la verdad”, debida “a la holganza en que hemos mantenido la inteligencia, puesto que su faena natural es la pesquisa de esa verdad”. Y consecuencia de la “abundancia sentimental” que la sustituye, sería “la acumulación de prejuicios, de ideas hechas, de prevenciones”.

Por ejemplo, la gente de los partidos políticos forma “un mosaico de ideas, pero están terriblemente ligados por la solidaridad de pasiones, de intereses, disfrazados de convicciones. En el mismo partido puede haber, en materia religiosa, agnósticos, ateos y católicos; en materia económica, librecambistas y proteccionistas; en materia política, unitarios y federales”. Y la frecuencia con que se cambia de posición política, obedece a que “ella no ha sido determinada por las coordenadas severas de las ideas, sino por el viento ambulatorio de los sentimientos”.

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Había algunas excepciones impresionantes, donde cesó “el imperio de las pasiones”. Así, “Mitre y Urquiza desafiaron las que bramaban a su alrededor cuando, después de Pavón, se guiaron por una idea; y 17 años después procedieron de la misma manera Avellaneda y Alsina. De aquella ruptura con las pasiones nacieron la unidad y la paz, y esta otra clausuró una disputa de 60 años sobre la Capital de la Nación”.

Añadía; “Desprendo como última consecuencia de ese clima pasional de nuestra historia, la necesidad de una clase, por reducida que sea, cuya función específica consista en mantener encendido el amor por la verdad. Tal clase ha sido siempre la de los intelectuales. Hacer componendas con el interés, con la pasión o las requisiciones momentáneas de partidos, de clase o de prejuicio nacional, en lo que Julián Benda ha llamado ‘la traición de los intelectuales”.

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