Licencia y renuncia

Desde que el oficialismo decidió patear el tablero electoral y causar un cimbronazo político, el sábado 24 de junio, una pregunta se volvió recurrente en los pasillos del Poder Legislativo: ¿qué pasará con el jefe? El “jefe”, claro, es Osvaldo Jaldo, y el interrogante nació en la tarde de aquel día en la Casa de Gobierno, cuando el comando tripartito del peronismo tucumano resolvió que el vicegobernador debía encabezar la lista de candidatos a diputados nacionales. Una pregunta que en algunas bocas suena más a ¿qué pasará con nosotros si se va al Congreso? Sin embargo, no es el futuro institucional inmediato del tranqueño lo que más desvela a sus más allegados, sino sus pasos políticos a dos años vista, en cuanto a si es que tiene resuelto seguir en ascenso o bien resignarse a volver a jugar en ligas menores. Cualquiera de esas alternativas depende de que asuma ciertos riesgos, pero sobre todo de lo que decidan hacer después de los comicios de octubre sus socios Manzur y Alperovich; y no tanto el segundo, sino más bien de la ambición que pueda demostrar el gobernador.

Los 1.200 kilómetros que separan Tucumán de la Capital Federal alimentan los temores de los jaldistas, porque no existe un control remoto que a esa distancia sea efectivo y que le permita manejar la Legislatura y al peronismo como sí lo puede hacer desde la presidencia del Poder Legislativo. Irse cuatro años es perder influencia y consecuentemente ceder poder. O cómo sugirieron algunos colaboradores del vice cuando lo pusieron a liderar la boleta del Frente Justicialista por Tucumán: “lo sacan de la cancha”. Esa afirmación iba acompañada de una resignada certeza; que la maniobra se pergeñó para facilitar el regreso de Alperovich a la sede del Poder Ejecutivo, con o sin la venia de Manzur. En este panorama, la oposición jugó y juega indirectamente en favor de los supuestos intereses del actual senador al exigir la renuncia de Jaldo al cargo de vicegobernador, sosteniéndose más que nada en supuestos valores éticos. Minar a Jaldo es la apuesta de los opositores, y coincide con la apreciación de aquellos que siguen pensando que al vice lo quieren sacar del medio por alguna razón. En algún punto los intereses opuestos se unen, como las paralelas en el infinito.

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Ante los planteos políticos -aunque algunos sostenidos con argumentos jurídicos-, la respuesta de Jaldo debería ser política. Como lo fue la decisión de que sea él el primero en la lista oficialista, lo que finalmente terminó siendo una apuesta acertada, atendiendo a los números de las primarias abiertas. Todo el peronismo se encolumnó detrás de su candidatura, en la interna y después de ella. Si bien todavía no está dicha la última palabra, ya que falta sortear las elecciones generales y las posibilidades son que las cifras cambien para mejor o que se modifiquen para peor. Frigerio en su reciente paso por Tucumán dijo que darán vuelta el pésimo resultado de agosto. O el ministro del Interior es extremadamente optimista, maneja datos encriptados o sabe algo que muchos desconocen. Además dejó una definición para el análisis: en Tucumán gana o pierde Macri, no los candidatos.

Vacíos que todo lo permiten

Lo único seguro en el ámbito electoral es que el titular nato de la Cámara resultará electo y que, en ese caso, para no perder el espacio y la influencia que ganó en Tucumán debería pedir licencia al cargo y no renunciar a la vicegobernación, tal como lo dejó traslucir el 31 de agosto ante la insistencia opositora y a la visión de constitucionalistas que entienden que debe dimitir. Sin embargo, la decisión que vaya a tomar será exclusivamente política, no jurídica, porque las consecuencias de la acción serán estrictamente políticas: ya sea quedarse para consolidarse o ver cómo se desgasta su influencia. Encabezar la nómina del FJT fue consecuencia de que no hay legislación que le impida al vicegobernador postularse como candidato a diputado. O bien aspirar a una banca de senador, tal como ocurrió con Alperovich en 2015, cuando era gobernador. Si hay falencias, hay que buscarlas en los agujeros que dejan las normativas, o bien las alternativas no contempladas por la ley para evitar algunas conductas.

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¿Es posible que no tenga que renunciar y que pueda pedir licencia al cargo o indefectiblemente debe dimitir para ingresar a la Cámara Baja? Los que saben del tema alimentan las dos alternativas. Los expertos acuden a artículos constitucionales y electorales para defender sus argumentos, aunque concluyendo de manera distinta. Eso ocurriría porque hay vacíos legales, imprevistos o falta de antecedentes. Lo cierto es que de confirmarse la elección de Jaldo se estaría ante una situación inédita: un vicegobernador en ejercicio y con dos años más de mandato siendo elegido diputado.

Sin presiciones

¿Incompatibilidad? Que sí, que no. Nada específico se escribió al respecto para impedirlo, por lo que las actuaciones que sobrevengan servirán para eventuales futuros casos. Nada parece haber de manera precisa en la legislación que contemple esta especial circunstancia y que determine una salida clara. Como se dijo, en última instancia primará el interés político, para uno u otro camino que elija el vicegobernador. En ese marco, lo que los constitucionalistas digan quedará relegado a un segundo plano; otros son los intereses que están en juego; porque de lo que aquí se está hablando es de lo que se viene para 2019 y no sólo de una banca en el Congreso.

¿Puede pedir licencia? “Entiendo que si toma una licencia no estaría ejerciendo los dos cargos de manera simultánea”, dijo hace unas semanas Ramón Santiago Cano (PJ) abriendo una puerta para la polémica, aunque luego todo el oficialismo se llamó a silencio al respecto. ¿Es la gran carta para que Jaldo se vaya y regrese cuando quiera a Tucumán para reinstalarse en su silla de vice? Veamos qué apunta la Constitución y lo que venían diciendo las “antiguas” constituciones locales sobre las licencias de los mandatarios del Ejecutivo. La de 1856, en el capítulo II, indicaba (artículo 26, inciso 19) que es una atribución del Poder Legislativo “conceder (al gobernador) licencias temporales por causas legítimas”. La de 1884 fijaba entre las atribuciones del Poder Legislativo (inciso 22, artículo 93) la de “conceder o negar licencia temporal al gobernador para salir fuera de la provincia”. Exactamente lo mismo señalaba la Carta Magna de 1907 en el inciso 22 del artículo 67 y la de 1949 (inciso 20, artículo 67). La de 1990 (inciso 22, artículo 67) ampliaba: “conceder o negar licencias temporales al gobernador o vicegobernador para salir de la provincia”. La Carta Magna de 2006 acrecentó el abanico de posibilidades fijando (inciso 27, artículo 67) que corresponde al Poder Legislativo: “recibir las comunicaciones por las ausencias temporales del gobernador o vicegobernador para salir de la provincia, motivadas en el ejercicio de sus cargos. Asimismo, conceder o rechazar las licencias de carácter especial que uno u otro solicitaren”.

Dígame licenciado

¿Qué será una licencia de “carácter especial”?; ¿será justo la que necesita el vice para poder asumir como diputado y para volver cuando le plazca o le convenga? Habría que reglamentarla porque el caso no está contemplado. Entonces, ¿se vendrá una ley “especial” al respecto? ¿Alguien la estará pergeñando para superar el trance? Al oficialismo le sobran los números para imponer antojos y conveniencias. Como lo que está en juego es más político, hoy por hoy, las “debilidades” de los textos permitirían que los legisladores puedan conceder una autorización al “jefe” sin abundar en razones jurídicas o bien en tecnicismos legales. Que luego se abra la vía judicial para objetar esta resolución es una posibilidad. Todo se puede judicializar.

Si el vicegobernador sortea ese primer paso, aún debería atravesar las objeciones en la Cámara de Diputados. El artículo 64 de la Constitución nacional establece que cada Cámara es juez de las elecciones, derechos y títulos de sus miembros en cuanto a su validez. El artículo 4 del reglamento de la Cámara de Diputados determina que las impugnaciones a los diplomas de los electos sólo pueden consistir en la negación de las calidades exigidas por el artículo 48 de la Carta Magna (para ser diputado se requiere haber cumplido la edad de 25 años, tener cuatro años de ciudadanía en ejercicio y ser natural de la provincia que lo elija, con dos años de residencia inmediata en ella). De haber impugnaciones -que sólo pueden ser realizadas por un diputado electo o en ejercicio o por un órgano ejecutivo máximo nacional o de distrito de un partido político-, igual el impugnado puede incorporarse a la Cámara hasta que no se declare la nulidad de su elección.

El camino parecería allanado para que Jaldo obtenga su licencia al cargo por parte de la Legislatura provincial -el peronismo tiene los números necesarios- y para acceder a la Cámara Baja sin contratiempos y sin tener que renunciar a la vicegobernación. Claro, todo puede llegar a los tribunales porque hay argumentos para todos los gustos. Pero ese sería otro cantar. La gran pregunta detrás de todo esto es ¿por qué lo haría o por qué debería hacerlo? Hay que retomar la preocupación de aquellos que se preguntan qué pasará con su jefe y replantear los términos: ¿qué quiere el jefecito? Y aquí volvemos al trípode: el vicegobernador depende que lo que resuelvan Manzur y Alperovich respecto de sus futuros políticos. Sobre el actual senador no se duda de que desea volver y que en poco tiempo más blanqueará sus intenciones. Por lo menos se muestra activo.

Desde la perspectiva alperovichista sería un paso en el marco de una continuidad con cambios. Para una continuidad sin cambios, Jaldo está atado a lo que decida Manzur. Para él actual “licenciado”, de acuerdo a lo que suceda con sus socios: lo suyo será licencia y renuncia a la banca o renuncia a la vicegobernación. Y si el gobernador quiere seguir y aspirar a otro mandato tendrá que decirlo expresamente. No bastarán los gestos, como podría ser una limpieza en el gabinete. Si se acostumbró al calorcito del sillón de Lucas Córdoba tendrá que decirlo antes de Alperovich. O como lo entienden los “compañeros”, Manzur deberá manifestarlo la misma noche del 22 de octubre, si es que se repiten los números de las PASO.

Con los resultados provisorios empezará la batalla por la sucesión y la pelea por los espacios de poder. A no sorprenderse, 2019 está más cerca de lo que parece.

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