Una política integral para el arbolado urbano

Una política integral para el arbolado urbano

Tiene perfil bajo o nulo. Suele ser noticia cuando protagoniza algún hecho desafortunado. Se lo acusa entonces impiadosamente y la amenaza de las perversas motosierras seguramente lo atemoriza y desvela. Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija, reza el refrán. “Si quieres pájaros, planta árboles”, solían decir nuestros abuelos. Hace pocas semanas, el 29 de agosto se celebró su día, que fue una ocurrencia de Estanislao Zeballos y la primera conmemoración tuvo lugar en 1900. Sin embargo, no hubo mucho para festejar en la última recordación.

La responsable del Jardín Botánico de la Fundación Miguel Lillo dijo que la situación es crítica, luego de que un eucalipto causó una tragedia al desplomarse en noviembre pasado sobre un vehículo en Yerba Buena. “Eso generó un miedo grande hacia los árboles, por lo que empezaron a caer muchos ejemplares que no lo merecían. Pagaron justos por pecadores. Sacaron por sacar, y todavía lo siguen haciendo”, señaló. Respecto del arbolado urbano, afirmó que ejemplares valiosos como el del ceibo que estaba cerca de Mendoza y avenida América o el algarrobo que se erigía en Santa Fe y Saavedra desaparecieron de un día para el otro. “Si no hay conciencia o ética ciudadana ante estos hechos, al menos deberían imponerse multas o un severo castigo de parte del municipio. Se saca patrimonio al arrancar un árbol de tantos años”, dijo. En estos días, se está remodelando la plaza Miguel Lillo, y los operarios sacaron dos árboles de gran porte, justamente en el paseo que recuerda al sabio tucumano y que está a pocos metros del Instituto.

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La participación ciudadana no es muy frecuente, pero sí importante. En abril de 2016, un grupo de vecinos impidió que la Municipalidad siguiera cortando el imponente y centenario gomero de pasaje Cervantes y avenida Mate de Luna. Ya había sido mutilado en una buena parte, cuando la extracción afortunadamente se paralizó. “Es un símbolo de Ciudadela. No pueden sacarlo. Es como pretender erradicar el San Antonio de la Escuela Sarmiento... una locura”, se quejó un ciudadano.

Según datos municipales, en San Miguel de Tucumán hay alrededor de 300.000 ejemplares distribuidos en plazas, parques y veredas. De ese total, aproximadamente un 20% debe ser reemplazado; es decir que hay unos 60.000 árboles que requieren ser removidos.

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Generoso, noble, silencioso, da mucho a cambio de muy poco. Sólo pide cuidado, sobre todo en las urbes, donde están a menudo merced del vandalismo. Sin embargo, estos beneficios que los árboles nos profesan no parecieran ser recíprocos en Tucumán, donde con frecuencia son mutilados de diversas maneras. Los actos de vandalismo son constantes; hay constructores que no tienen problemas en cortar un ejemplar si les molesta en la vereda. No se le realiza mantenimiento al arbolado urbano ni tampoco se efectúa un control de enfermedades. Por ejemplo, en el parque Avellaneda hay muchos ejemplares secos, que deberían reemplazarse. Estos paseos públicos son tal vez apropiados para plantar especies de grandes dimensiones.

Sería importante que se diseñara una política integral para el arbolado urbano, con el asesoramiento de especialistas del Instituto Lillo o la Facultad de Ciencias Naturales, que rigiera para el presente y el futuro e incluyera un censo, controles de plaga y reforestación. De ese modo, habría una coherencia a lo largo del tiempo y no estarían sujetas al funcionario de turno. “Los árboles son poemas que la Tierra escribe en el cielo”, escribió el poeta Khalil Gibran.

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