El suicidio de Roldán

El suicidio de Roldán

El gran orador tenía muchos afectos tucumanos.

BELISARIO ROLDÁN. Una de las tantas caricaturas que le dedicó la revista “Caras y Caretas”. BELISARIO ROLDÁN. Una de las tantas caricaturas que le dedicó la revista “Caras y Caretas”.

El 17 de agosto de 1922, tres meses después de su última y melancólica visita a Tucumán, se suicidó el gran orador, poeta y dramaturgo Belisario Roldán. Ocurrió en el pueblo cordobés de Alta Gracia. Ya no podía soportar la asfixia que le provocaban sus pulmones enfermos, y se descerrajó un balazo en el hotel. Tenía 49 años.

En Tucumán, el triste suceso tuvo mucho eco, porque nuestra ciudad le guardaba gran aprecio. LA GACETA recordó que había venido por primera vez en 1905-06, como secretario de la intervención federal de Domingo T. Pérez. “El recuerdo de su transitoria estadía, perdura todavía en el corazón de los buenos tucumanos, que añoran aquella velada célebre en los anales de nuestra sociedad, donde magnificó la beneficencia de la mujer con aquella célebre oración que tituló ‘La caridad es Dios”. Agregaba el periodista que “las crónicas de la época no dicen si algún corazón eminentemente femenino sintió la dulce y opresora emoción por vez primera, cuando Roldán dio principio a su conferencia con aquella conmovedora narración: ‘Cuenta una leyenda inglesa, conmovedora y bella como todas ellas’... Pero estamos seguros de que no un corazón, sino todos los corazones, palpitaron al unísono movidos por la inspiración del orador”.    

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En cuanto a su segunda y reciente visita, de mayo de 1922, afirmaba el diario que “todavía las manos conservan el calor de sus manos, transmitido en el apretón de despedida, y en el espíritu ensarta aún la sarta de sus trinos, las últimas frases que oyéramos desde una butaca del Alberdi”. La nota concluía diciendo que, lamentablemente, “Belisario Roldán debía morir. Completado el ciclo de su vida, hubiera sido cruel para un hombre que fue todo amor y sentimiento, recibir los fríos de la vejez en el deambular a que lo condenaran las duras vicisitudes de la vida”.

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