Cambio de roles

La primera diferencia de esta campaña que comenzó ayer con la que desembocó en las PASO, son los roles. La segunda, los escenarios. A priori, en Cambiemos es en donde más se perciben esas modificaciones. Urgido por mejorar el resultado para empatar el reparto de bancas, el macrismo se partió en dos y le dio mayor consistencia a la figura de Germán Alfaro. Es el intendente, tal como admiten en la Casa de Gobierno por estas horas, el sostén político de un irreconocible José Cano, que exhibe un perfil extrañamente bajo.

Las últimas dos semanas evidenciaron que la irrupción furiosa del jefe municipal, pese a no ser candidato, tiene una explicación exclusivamente electoral. Alfaro se apartó de la nacionalización de la campaña, que tanto exige la Casa Rosada, y apeló a los recursos que mejor maneja. El peronista priorizó todos los operativos sociales y las obras públicas en los barrios periféricos, y los camina a diario para territorializar la elección. En soledad, y mayormente ajeno a la agenda de Cambiemos, el intendente dedica sus días a revitalizar la postulación de su esposa, Beatriz Ávila, y evitar el desastre político que significaría no lograr que la ex legisladora llegue al Congreso. Hay argumentos más que lógicos para entender esa obsesión. Principalmente, la sorpresa que generó en esta coalición la alicaída performance electoral en la Capital. Si bien Alfaro es –junto a Mariano Campero en Yerba Buena- el único que puede jactarse se haber triunfado, lo cierto es que la diferencia con las nueve listas del Frente Justicialista en esta sección es de apenas unos 10.000 votos. Antes de las PASO, el macrismo se apoyaba en la fortaleza de los votos de San Miguel de Tucumán para disimular las flaquezas del interior. Luego del 13 de agosto, se dieron con la novedad de que también debían custodiar esas adhesiones y que, hacia el 22 de octubre, deberán recuperarlas.

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Por supuesto que en Cambiemos aseguran que la diferencia no es esa, y que ellos toman en cuenta la distancia que le sacaron –en la capital- a la lista que encabeza Osvaldo Jaldo (de unos 30.000 sufragios) para encarar el segundo tramo electoral. Pero, más allá de las interpretaciones que se hagan según las conveniencias, la realidad indica que tanto el macrismo como el peronismo tienen puesto el acento en esa sección. Unos (los amarillos) para mejorar la actuación y obtener una banca; otros (los justicialistas), con la mira en 2019. En ese escenario se inscribe la aparición del Grupo “El Molino”: una conjunción de aquellos grupos “Terraza” y “Frontón” en los que se dividía el peronismo capitalino antes de 2015. Lo interesante es que los unió –con el guiño del vicegobernador- el rechazo al candidato que José Alperovich había inventado para disputarle la intendencia a Alfaro: el secretario general de la Gobernación, Pablo Yedlin. El objetivo final es la postulación a la Municipalidad, dentro de un par de años.

Los dirigentes más sensatos que frecuentan la Casa de Gobierno admiten que lo lógico sería toparse el próximo mes con un repunte de Cambiemos, producto de un reacomodamiento de los votantes y por esa idea de que el sistema de Primarias y comicios generales permite “una segunda vuelta electoral” o balotaje, en donde funciona más el razonamiento del voto útil. Los antecedentes sustentan esta posibilidad. A ese contexto le añaden los incesantes movimientos de Alfaro por el territorio, y la obligada necesidad de que “jueguen” los dirigentes –pocos o muchos- de dos ausentes en agosto: el peronista Domingo Amaya y la radical Silvia Elías de Pérez. Tras las PASO, la lista del Presidente quedó a 35.000 votos de quitarle la tercera banca a Yedlin, según las simulaciones que permite el sistema D’Hont. Esto, en caso de que el Frente Justicialista mantenga las casi 495.000 adhesiones y no incremente o reduzca su caudal. El aliciente para Alfaro es que el Frente Justicialista se asoma a su techo histórico, por lo que es incierto cuánto más pueda crecer, y a que la “división” matemática le favorecerá en este caso: el oficialismo debe sumar por tres para sostener a Yedlin del asedio opositor.

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Aunque no trascendió porque se empeñaron en no hacerlo, los pasos que viene dando Cambiemos y aquellos que debe dar la Casa de Gobierno fueron tema de análisis, al menos superficial, en un coqueto departamento de Puerto Madero. El martes 5, el senador Alperovich ofreció una cena a Juan Manzur y a Jaldo, de la que también participó el ex superministro Jorge Gassenabuer. Allí, con el televisor LED siguiendo las alternativas del aburrido empate entre Argentina y Venezuela, el trío que comanda la provincia extendió la fecha de vencimiento del plazo fijo de unidad política. Al menos, hasta el 22 de octubre.

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