Del viejo periodismo

Del viejo periodismo

Prensa tucumana militante en los años 1870

IMPRENTA A FINES DEL SIGLO XIX. Se advierten las cajas que contenían la tipografía. Aún no habían llegado las linotipos a Tucumán y cada línea de texto se armaba a mano. IMPRENTA A FINES DEL SIGLO XIX. Se advierten las cajas que contenían la tipografía. Aún no habían llegado las linotipos a Tucumán y cada línea de texto se armaba a mano.

“La prensa periódica en el interior de la República” se titula el agudo ensayo que publicó el doctor Ernesto Padilla en 1919. Allí pasaba revista a las características del periodismo tucumano hasta fines del siglo XIX. A su juicio, fue recién después de 1870 que comenzaron a marcarse, en el diarismo del norte, los adelantos que lo prestigiarían.

En 1872 se había fundado en Tucumán el periódico “La Razón”. Señala Padilla que “alcanzó el prestigio y la atracción que podía asegurarle la colaboración de don José Posse, compañero de Sarmiento en las luchas periodísticas en Chile, y cuya pluma cáustica y original dispersó su eficacia temible, esgrimiéndola con prodigalidad en los entreveros de las rencillas aldeanas”.

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El prestigio de “La Razón” aumentó considerablemente con la redacción temporaria de Paul Groussac, “quien ampliaba en sus columnas la función educadora que ejercía en buena hora para ese pueblo, al que cautivó con la maestría de su estilo y la riqueza intelectual, derramada generosamente en artículos y en varias campañas literarias, científicas y de combate ocasional, en las que se lanzaba fogosamente”.

También en “La Razón” debutaron hombres como Lídoro J. Quinteros y Pedro Alurralde, fundadores del diario. Entre sus últimos redactores, recuerda, estuvo el doctor Javier F. Frías, quien “mostró dotes de un delicado y fino temperamento de escritor”.

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La importancia de “La Razón” no ahogó “la que consiguieron otras hojas, en las que completaban sus siluetas de militantes ardorosos los jóvenes que se iniciaban en las jornadas republicanas, actuando con preferencia en la oposición”. Allí, las personalidades de Silvano Bores, Manuel Gorostiaga, Emilio Carmona, Zenón J. Santillán, “surgieron y crecieron en esa labor austera de continua contienda, por la inteligencia, la decisión y el brío con que la sostuvieron”.

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