Tiempos de la anarquía

Tiempos de la anarquía

Ensayo de López Mañán acerca de su filiación.

JULIO LÓPEZ MAÑÁN. El distinguido tucumano aparece a la izquierda, junto a su amigo Santiago Maciel, hacia 1908. JULIO LÓPEZ MAÑÁN. El distinguido tucumano aparece a la izquierda, junto a su amigo Santiago Maciel, hacia 1908.

Uno de los interesantes ensayos que Julio López Mañan compiló en 1916 en su “Tucumán antiguo. Anotaciones y documentos”, se detiene en lo que ocurrió en la actual Argentina al producirse la revolución de la Independencia. Sucedía que el régimen de España hasta entonces vigente, no era el más adecuado para desarrollar esa “obediencia refleja” al Derecho, que es conquista de los países civilizados. Al contrario, dejaba prácticamente en “pleno estado de naturaleza” las relaciones más importantes de la vida civil.

El régimen español se preocupó exclusivamente por el tema fiscal, y no por los individuos y por la comunidad. Los habitantes, “en cuanto personas, no sufrieron ningún control ni dirección de las autoridades, con las que no tenían que rozarse mientras no fueran sujetos del impuesto o de la exacción”. El inmenso poder de la Corona, “no había grabado, al cabo de tres siglos, una conciencia jurídica bastante clara en el alma colectiva, que pudiera subsistir a su eclipse momentáneo”. Y así fue como, producida la insurrección que derribó al gobierno colonial, “se desbordó por sobre sus escombros la población en masa, en una horrenda lucha contra los retoños del poder, demasiado débiles para sofocar la reacción que provocaba la repetición, por su parte, de las mismas prácticas –todos eran gobiernos- de las autoridades derrocadas”.

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Allí puede filiarse la anarquía que invadió la actual Argentina, ni bien independizada. “Desde que una comarca se encuentra privada de su jefe, los habitantes no reconocen ninguna ley: la anarquía, la confusión, las querellas, comienzan inmediatamente, y todo trabajo cesa hasta que se elije un nuevo jefe. No se respeta la propiedad, y sucede comúnmente que, antes del fin de estos desórdenes, un pueblo hasta entonces floreciente y feliz, quede reducido a todos los horrores de la desolación”, como bien dice Lubbock.

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