Tiendas de campaña

Tiendas de campaña

La actividad proselitista está en marcha antes de lo que dispone el cronograma de los comicios del 22 de octubre. Las preocupaciones tanto a nivel provincial como nacional, se adecuan a la agenda impuesta por el voto.

Mauricio Macri está encaprichado con Tucumán. Si no hace algún acto de presencia coquetea con los tucumanos a través de las redes sociales. Se da tiempo. Es una forma de mirar para otro lado para no ver la ridiculez de tener un ministro obnubilado por comprar dos grandes televisores en Chile.

El Presidente de la Nación está obnubilado por el caso Maldonado. No puede ignorar cuando algo inesperado le estalla en las manos sale al descubierto la incapacidad para cambiar el foco de atención. Por eso ahora, aún cuando ya hubiera decidido que Patricia Bullrich tiene los días contados, no le queda más remedio que postergar todo hasta después de los comicios de octubre.

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Uno de los déficits centrales de la gestión nacional es la comunicación. No tienen la suficiente garganta para gritar los goles, pero tampoco encuentran el antídoto para que ante cualquier equivocación evitar que todo su estructura termine zamarreada decenas de días. Sufren más que Higuaín después de errarse un penal.

En Tucumán ha puesto estrategas específicos para afrontar los comicios del 22 de octubre con menos sufrimiento que el 13 de agosto pasado, cuando recibieron un cachetazo en las PASO. Mientras tanto se hamaca en el columpio de la seguridad buscando salidas para que la promocionada reunión del G20 pueda realizarse y no termine haciéndose en otro país. Uno de los responsables de esa tarea es Pablo Nocetti. El jefe de gabinete del Ministerio de Seguridad anda demasiado ocupado en salir airoso de las acusaciones por la desaparición de Maldonado. Macri no vino a Tucumán el 9 de julio porque el G20 lo obligaba a estar afuera del país, pero hoy, mientras manda mensajes a los tucumanos por Facebook, no encuentra un hotel que le dé tranquilidad para ser anfitrión de semejante movida. Ni el hotel Hilton de Puerto Madero ni el Centro Cultural Néstor Kirchner conforman al Gobierno nacional. El G20 no es la única preocupación de la política internacional. El papa Francisco sigue siendo una de las grandes incógnitas que nunca termina de despejar el ingeniero. Por eso un funcionario del gabinete viajó a Bogotá para auscultar el estado de ánimo del Santo Padre respecto de la Argentina y para saber si 2018 será, por fin, el año del regreso a su país.

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En Tucumán Juan Manzur ha decidido que este año es el de las peleas. Eso no va a ocurrir en 2018 ni a fines de año. En esa época volverá a ser el canciller que tanto rédito consiguió. El mandatario está seguro de que esta guerrilla que mantiene con la Nación es sólo pirotecnia electoral. Apenas se conozcan los resultados de los comicios volvería a sentarse con las autoridades de la Nación para recomponer relaciones. Aunque su corazón peronista (y kirchnerista) lata a tambor batiente, Manzur tiene información para sostener que el gobierno nacional ha conseguido que la economía empiece a marchar. Por eso confía en que 2018 será un buen año que no se puede desperdiciar con reyertas estériles. Se volverá a escuchar de su boca: “queremos que al Gobierno nacional le vaya bien, porque si eso ocurre, a nosotros también nos irá bien”. A ese discurso se agrega su frase: “deben entender que el diálogo es necesario para ellos y para nosotros, las provincias”.

Manzur, por ahora, guarda el frac en el ropero o en el avión, siempre y cuando no se lo use el senador José Alperovich. Por ahora sigue con los guantes puestos y el pantalón corto listos para seguir la pelea. Hace punching ball con el intendente Ramón Mestre y con sus concejales, que decidieron restringir el consumo de azúcar en la capital cordobesa. Manzur practica y se pone en forma en la reunión de gobernadores. Desde allí le tiran dardos a la angurrienta María Eugenia Vidal, que busca ansiosa rapiñar fondos provinciales para su Buenos Aires querido. Pero, mientras esperan confiados que la Corte Suprema de Justicia no le dé la razón a la gobernadora, Manzur entrena para estar en la mesa principal de la superliga de gobernadores. El PASO del tiempo y la frivolidad han ido desgastando a Juan Manuel Urtubey, que a principios de año se sentaba en la cabecera.

En el calendario no figura como batalla principal el 22 de octubre. Esa parece ser batalla para otros. Manzur entrena porque sabe que la madre de todas las peleas será en la provincia cuando en 2019 tenga que dirimir la renovación de su gestión. En ese escenario aparece el titiritero José Alperovich. El senador no termina de encontrar su verdadero rol desde que se bajó del pedestal mayor del Poder Ejecutivo. Le cuesta asomar la cabeza. Ha sido el mandamás de la provincia durante 12 años; por eso apenas pase lo que pase él tiene alguna responsabilidad. Aunque no quiera, sus huellas digitales han quedado marcadas. Por eso ni siquiera se anima a hablar mucho en el Senado y cuando lo hace, como en esta semana que ya no volverá jamás, termina enredado en alguna discusión como la que tuvo con la senadora Silvia Elías. Su pasado kirchnerista lo condena aunque reniegue de él. Por eso está más cómodo en el anonimato del interior de la provincia. Ahí disfruta y se siente como pez en el agua, ya que nadie lo perturba y todo lo que quiere lo transmite por twitter sin necesidad de enfrentarse a los requerimientos de la prensa. Manzur no duda de que después de octubre la relación se hará más tirante. El canciller se ríe porque apenas abandona una comuna o un pueblo del interior, alguien prende el celular y le avisa por dónde anda el senador. El poder es tan egoísta que apenas alguien se aleja del sillón empieza a escurrirse como el agua entre las manos. Alperovich está aprendiendo eso.

Dos problemas de muestra

Como Macri, Manzur tiene problemas sin resolver. Se le van acumulando. Prefiere dejarlo -como todo- para después del 22 de octubre. Entonces, mira para otro lado. El mayor papelón es el cumplimiento con los jubilados transferidos de la Nación a la provincia a los que el propio Alperovich supo prometerles el pago de la movilidad y de la porcentualidad, que además están previstas en leyes y en decretos provinciales. El Gobernador actual no logra salir de ese laberinto que cada vez tiene menos protestas y menos gente. No se trata de desidia ni de abandono de las causas; se debe a que los jubilados se van muriendo sin que hayan llegado a cobrar lo que se les prometió.

No es el único inconveniente. El mandatario también eligió dejar en manos de la Justicia las irregularidades que de a poco se van destapando y conociendo en el Instituto Provincial de la Vivienda que conducen Gustavo Durán, Lucas Barrionuevo y Miguel Jiménez Augier. Con esta evasiva, el gobernador evita desenredar una madeja tan compleja que puede atrapar a los más inesperados personajes del poder.

Candidatos renunciantes

En últimos días varios candidatos anduvieron caminando y arengando a la tropa. Todo en función de los comicios que se llevarán a cabo dentro de 42 días y en los cuales se dirimirá quiénes se quedan con las cuatro bancas de diputados en juego. En realidad, esas actividades estuvieron reñidas con la ley. El cronograma electoral prevé que el 17 del corriente tenga inicio la campaña electoral. Ni siquiera ha pasado un mes del veredicto que dieron las urnas el 13 de agosto y sin embargo tanto peronistas como liberales de Cambiemos han salido con desesperación de las gateras. Unos, los primeros, porque no quieren perder los tres escaños que les corresponderían según los guarismos que dieron las elecciones pasadas. Los otros, porque no pueden admitir obtener sólo una banca. La derrota figura en los cálculos, no la pérdida de un lugar en Diputados. En ambos sectores miran con atención y, con sed, los votos que consiguió Ricardo Bussi, quien también anduvo jugando sobre la raya de la norma cuando salió a pegar afiches diciendo gracias por los 90.000 votos que consiguió, algo que no habría esperado cuando inscribió su partido en la contienda.

En política, en algún momento, cada una de las decisiones que se toman terminan incidiendo en el presente. En estos días José Cano y Beatriz Ávila han aprendido la lección. Las dos principales figuras de la boleta de Cambiemos son renunciantes. El primero dejó su cargo en el gobierno nacional, por lo tanto se encuentra con la boca cerrada sin poder hacer mucha campaña ni cómo justificar sus gritos. Algo parecido le pasa a Ávila, que había sido electa concejal de la Capital pero no llegó al estrado a jurar porque mucho antes dimitió. Entonces, hoy camina muda a la par de su marido a la espera de que la campaña dé luz verde. Precisamente, ha sido Bussi quien ha puesto el grito en el cielo por el proceder de la ex legisladora.

Afuera del afiche

Los dos principales candidatos de Cambiemos no tienen cargos públicos. Los dos que le siguen en la boleta, el intendente Roberto Sánchez y el legislador Alberto Colombres Garmendia, sí tienen cargos para dar batalla pero apenas figuran, no aparecen en los afiches. La campaña se ha centrado en las dos principales figuras. Después de la pérdida de votos que tuvo el 13 de agosto pasado, pareciera que la estrategia ha cambiado. Macri salió a la cancha y se da tiempo hasta de atender las redes sociales para ser un protagonista más de la contienda. La difusión de las obras nacionales también aparece en las marquesinas. Ese criterio choca, de alguna manera, con lo que ha sido una decisión tomada aquel 13 de agosto a la noche por el intendente de la capital. Germán Alfaro cree que se debe peronizar la campaña. Y eso ha venido haciendo. Alfaro se ha puesto el cuchillo entre los dientes y desde su cargo público le ha dado protagonismo a Cambiemos. Nada tiene que ver su postura con la idea de promover las obras; sin embargo se ha subido al ring y tira puñetazos para todos lados y salpicó a todos los que pudo con los problemas de la SAT. Sus rivales ya están pergeñando devolverle la mojada de oreja con basura.

El principal candidato, en tanto, está abajo del ring y trata de mejorar relaciones con dirigentes con los que incluso casi no se hablaba.

Contención oficialista

Distinta es la realidad del peronismo oficialista, cuyos candidatos habían pedido licencia y apenas terminaron los comicios volvieron a sus funciones y desde allí tratan de defender los votos conseguidos. El general Osvaldo Jaldo sale todos los días, acompañado o no, por Manzur, para sostener los 200.000 votos de diferencia. En los últimos días sólo han estado dedicados a revisar uno por uno los circuitos para saber qué pasó con cada uno de los dirigentes. Habiendo chequeado las planillas, han decidido salir con las redes cazavotos especialmente en Capital, en Concepción y en Yerba Buena. La intención es seguir horadando esos bastiones radicales o del peronismo disidente.

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