Hay realidad más allá de las encuestas

Hay realidad más allá de las encuestas

El ojo del huracán electoral, ese interregno entre el vendaval de las PASO y la tormenta de los comicios de octubre, ha llegado. Por un momento, el ciclón de mediciones se ha despejado y los referentes del oficialismo y de la oposición se han topado con una claridad inesperada: los temas trascendentales para la provincia están más allá de las encuestas. Literalmente más allá. Porque en los estudios de opinión que encargaron unos y otros no aparecieron las potentes cuestiones arriba de las cuales están montados por estos días los dirigentes locales. Y aunque en una y otra vereda, obviamente, buscan con oportunismo obtener réditos electorales de esos temas, lo cierto es que ya han conseguido lo que hace mucho no lograban: peso político.

La disputa entre todas las provincias del vastísimo interior argentino con la de Buenos Aires (que plantea una división de contornos similares a la disputa decimonónica por la Aduana) halla al Gobierno tucumano encabezando una reivindicación detrás de la cual se han encolumnado todas (pero todas) las gobernaciones, con excepción, por supuesto, de la bonaerense. En la reunión del miércoles en la Casa de San Juan en la Capital Federal hubo 22 gobernadores y vicegobernadores en la mesa que, como mostró la foto publicada por LA GACETA, presidieron el cordobés Juan Schiaretti y Manzur. Ellos dos, en junio, almorzaron en Tucumán y con esa primera mesita dieron la largada para conformar la Liga de Gobernadores. Primero urdieron con peronistas. Esta semana, la mesa grande tuvo también a los radicales de Cambiemos: el jujeño Gerardo Morales y el correntino Ricardo Colombi.

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Ese reclamo, que pone al tucumano en el centro de la escena nacional, le llegó de la mano del cordobés, y aquí lo sumaron al discurso que venía sosteniendo Osvaldo Jaldo, centrado en que la Provincia tenía que defender los recursos locales frente a la Nación. Pero ese “speach” estaba destinado a machacar el cuestionamiento oficialista contra el Plan Belgrano (entonces presidido por José Cano, el antagonista del PJ tucumano) y a sacarse de encima la responsabilidad por la falta de inversión en obras públicas en el trágicamente inundable sur tucumano. El debate por el Fondo del Conurbano no aparecía en las encuestas provinciales porque no es un tema coyuntural, sino estructural. Claro que tiene y seguirá teniendo un claro filón electoral, que resulta muy cómodo para el PJ y muy incómodo para sus principales adversarios, que no han salido todavía a pronunciarse respecto del nudo de la cuestión: ¿apoyan el reclamo bonaerense, que tiene explícito aval del presidente Mauricio Macri, o apoyan la cruzada de los gobernadores, que tiene como explícito organizador a Manzur?

Pero aun así, la cuestión trasciende lo comicial: esgrimiendo idéntico reclamo, Schiaretti logró menos votos que el macrismo en las PASO, mientras que el oficialismo tucumano le sacó 200.000 votos de diferencia a Cambiemos.

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Los clivajes que se activan en esta discusión no son “Macrismo vs. Peronismo”, sino más profundos, antiguos y prospectivos. La cuestión de que la Provincia de Buenos Aires aspire a recibir ya no $ 650 millones anuales por el Fondo del Conurbano, sino $ 53.000 millones (que, obviamente, dejarán de llegar al resto del país), dispara las rupturas “centro / periferia”, “puerto / interior” y, sobre todo, “unitarismo / federalismo”. En el argumento en torno de que Buenos Aires paga por todo tarifas más baratas que el resto del país (así como en el planteo de que Buenos Aires debe brindarle infraestructura a todos los argentinos del resto del país que van a buscar techo y trabajo allí), lo que en realidad aflora es una de las discusiones más complicadas que enfrenta la Argentina desde su nacimiento: cómo ser una federación equilibrada si el 45% de la población vive (y más del 60% de la riqueza del país se concentra) en una sola provincia.

Precisamente, en esa divisoria de aguas se inscribe una de las razones por las cuales los gobernadores cercanos a la Casa Rosada también se sentaron al mesón: es imposible, en términos políticos, tratar de explicarle al pueblo de una provincia por qué sus gobernantes están ausentes de un reclamo nacional en contra del recorte de fondos públicos.

Otra razón detrás de la presencia de Morales y de Colombi (con la cual se entusiasma el manzurismo) consiste en que el Gobierno nacional va a darles una salida a las provincias. De lo contrario, leen en Casa de Gobierno, no sentaría a sus mandatarios aliados a esa mesa.

Agua que no has de beber

El cimbronazo político de septiembre lo dio el intendente de la capital, Germán Alfaro. Haber puesto en el centro de la escena los problemas de agua y saneamiento de la capital (que son, en general, los de toda la provincia) lo puso a él mismo en el centro de la escena política de Tucumán. Aún dentro del propio manzurismo reconocen que, si no fueran funcionarios, varios seguramente irían a firmar el petitorio por la intervención de la Sociedad Aguas del Tucumán.

A diferencia del caso del Fondo del Conurbano con el manzurismo, la embestida contra la SAT no es un asunto encontrado sino buscado por el jefe municipal. Los problemas de agua corriente y cloacas no aparecieron en las encuestas que manejaban en Cambiemos de Tucumán, probablemente por dos razones: porque los pobres de Tucumán ya han naturalizado la problemática de las falencias crónicas del servicio, por un lado; y porque los encuestadores no son pobres, entonces, en su estética para comprender la realidad no tiene lugar la posibilidad de que, en 2017, haya centenares de miles de personas sin agua potable ni cloacas, ya sea porque no acceden a ellas o porque la provisión fracasa.

Sin embargo, lo que los socios radicales no tenían en cuenta a pesar de que los reclamos contra la SAT lideran rankings en la Defensoría del Pueblo; y son mayoría en las publicaciones de la sección LA GACETA en WhatsApp; el peronismo lo dimensionó en sus recorridas barriales. En los vecindarios de clase media donde caminaba, a Alfaro los vecinos le pedían que entrara para ver las cocinas y los baños. En los caseríos pobres, le pedían que saliera a ver los patios. En unos y otros, había dos elementos comunes: de los caños no siempre sale agua potable, de los pisos muchas veces brotan aguas negras.

Claro que hay un uso electoral del caso: para Cambiemos, el terremoto provocado por Alfaro es el lanzamiento en serio de la segunda parte de la campaña. Y el asunto por supuesto que es sumamente incómodo para el manzurismo: el alfarismo ha elevado a la categoría de escándalo los problemas de agua y saneamiento en una provincia prácticamente gobernada por médicos: la profesión del titular del Poder Ejecutivo es la de médico sanitarista y él fue ministro de Salud de la provincia durante cuatro años; y ministro de Salud de la Nación durante otros seis. Médicos son también Gabriel Yedlin, ministro de Desarrollo Social; Rossana Chahla, ministra de Salud, y Pablo Yedlin, el competidor de Alfaro por la intendencia en 2015 (hizo una notable elección) y el único candidato de la capital en la lista de diputados del Frente Justicialista por Tucumán.

Pero el impacto que ha tenido el planteo de Alfaro, precisamente, es vasto porque el asunto también trasciende el cronograma de elecciones.

Por un lado, es una cuestión que concierne, de lleno, con los derechos humanos más básicos.

El 27 de noviembre de 2002, la Organización Mundial de la Salud publicó el informe Agua para la salud: un derecho humano, en el que advertía que “El agua y el saneamiento inadecuados son causas principales de enfermedades tales como el paludismo, el cólera, la disentería, la esquistosomiasis, la hepatitis infecciosa y la diarrea, que están asociadas a 3,4 millones de defunciones cada año. El agua y el saneamiento inadecuados son también una causa principal de la pobreza y de las diferencias cada vez mayores entre ricos y pobres”.

Dicho de otro modo, ¿el mismo Estado que monta campañas de prevención para que los tucumanos no dejen ni un florero con agua en sus casas para combatir el dengue es el mismo que libra a sus ciudadanos a la suerte de toda una enciclopedia de parasitosis?

Por otro lado, reactualiza el Estado de Excepción que legó el alperovichismo a Tucumán. La SAT es la primera creación de ese régimen que se inició en octubre de 2003: la sociedad anónima con participación estatal mayoritaria nació en diciembre de ese mismo año. Es cierto que se venía de la fracasada experiencia del gerenciamiento del Enohsa, pero crear una sociedad mixta significó quedar a medio camino de la legalidad y de la anomia. ¿De quién es la responsabilidad por los incumplimientos? ¿Del Estado o de la parte privada? Algo de ello se pone de manifiesto en la entrevista con las autoridades de la SAT publicada ayer por LA GACETA: destacan que el 60% de la población recibe un servicio óptimo, pero que para hacerlo extensivo al 40% restante hacen falta inversiones públicas. O sea, los logros son del sector privado, las deudas son del Estado. Más aún, para el 40% de la población con problemas de agua y de cloacas, la factura de la SAT no corresponde a un servicio, sino a un impuesto: hay que pagarlo sin que deba mediar contraprestación. Y eso sólo es posible de parte de la empresa porque el Estado forma parte de ella.

Por cierto, si las soluciones demandan casi $ 3.500 millones, y a semejante dineral sólo puede aportarlo el Estado, hay una pregunta que quema de tan obvia: ¿por qué el servicio no es enteramente estatal? Luego: si no se paga la luz, opera el corte de suministro. Si no se paga la factura de la SAT, ¿el Estado avala que se deje a una familia sin agua? ¿Y cómo sería lo del corte de cloacas, exactamente? Si son servicios de naturaleza distinta, ¿por qué hay un solo ente para controlar empresas tan disímiles?

Los tucumanos saben que Manzur y Alfaro son desde hace 15 años jugadores de la primera línea política provincial. Es decir, saben que la defensa de los fondos nacionales debió haber empezado hace mucho para el gobernador, al igual que las acciones directas por el agua y el saneamiento en el caso del intendente. Sin embargo, no han encontrado impugnaciones en sus planteos, sino eco para sus reclamos en amplios sectores de la ciudadanía. Eso es hoy un aval. Pero al otro día de las elecciones se convertirá en facturas pendientes con las que se deberá cumplir perentoriamente. Porque hay realidad más allá de las encuestas. Y por ende, más allá de las elecciones.

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