Marta Lledó, la niña de la muñeca que triunfó en Tokio

Marta Lledó, la niña de la muñeca que triunfó en Tokio

La pianista santiagueña mezclará lo clásico ligero con otros géneros en su regreso a Tucumán.

EXPERIENCIA FUERA DEL PAÍS. Desde fines del siglo pasado, Marta Lledó está radicada en San Francisco. LA GACETA / FOTO DE FRANCO VERA. EXPERIENCIA FUERA DEL PAÍS. Desde fines del siglo pasado, Marta Lledó está radicada en San Francisco. LA GACETA / FOTO DE FRANCO VERA.
02 Septiembre 2017

ACTÚA HOY

• A las 22 en el teatro Alberdi (Crisóstomo Álvarez y Jujuy).

Nunca olvidará cuando pisó por primera vez el escenario del teatro San Martín. Entró al ensayo general con la Orquesta Estable de la Provincia con una muñeca bajo el brazo, que dejó sobre el piano, y de la mano de su padre. “Decidí divertirme. Fue mi primer concierto importante. Era 1976, me tocó un piano Baldwin, tremendamente duro y pesadísimo, pero salí airosa y fue una experiencia increíble”, afirma Marta Lledó.

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La artista santiagueña radicada en San Francisco (Estados Unidos) regresa hoy a Tucumán para actuar en el teatro Alberdi con invitados como el folclorista Roberto Carabajal y el dúo lírico pop Los Juan, de Miguel Marengo y Fernando de la Orden. Son signos de sus cambios: de una intérprete clásica a una apertura a otras experiencias sonoras que terminan fusionándose en los conciertos.

“Yo era una clásica regia, de pelo recogido y aritos de perlas, que había estudiado con grandes maestros en Buenos Aires e integraba la orquesta del Colón -se recuerda a sí misma para LA GACETA-. Pero a fines de los 90 decidí irme del país y afuera comencé a cambiar la mentalidad y llegué a un punto extremo. Si era necesario, estaba dispuesta a actuar con bucaneras, pelo naranja, tacos altos y tocar Guns N’ Roses. Aprendí a tocar jazz, latin jazz y rock, y ahora estoy encontrando el punto medio. Quiero definitivamente mezclar lo clásico ligero que entiende todo el mundo con otros géneros sin caer en lo burdo y grotesco, con un repertorio que se escuche. Si mezclo una sonata de Brahms con cha cha chá, la élite me mata y el resto no va a comprenderlo. Procuro ofrecer un producto vendible, sofisticado, que atrape y me permita ganar dinero”, confiesa.

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“Lo mismo que estoy haciendo con la música es lo que pasa con mi vida -agrega-. Me formé como pianista clásica pero luego entendí que hay una vasta gama de posibilidades. A veces uno se aferra a lo conocido, algo propio de la naturaleza humana. Yo me voy relajando y me abro, como cuando llegué a Buenos Aires para empezar otra etapa, donde tuve que perfeccionarme más, con una presión cada vez mayor y un cúmulo de experiencias. Cuando me fui al extranjero ya estaba realmente preparada y orgullosamente argentina. Mi naturaleza me impulsa a los desafíos donde está el cambio y el crecimiento, me aburre la rutina y quería dejar de padecer lo mal que estaba el país entonces. No hay crecimiento si no hay dolor emocional o psicológico”.

Una de las experiencias que la marcó ocurrió en el otro extremo del mundo. Fue hace cuatro años, en Tokio: “luego de tocar Schumann, la Orquesta Filarmónica completa se me alineó para rendirme honores y me pedían que me quede allá, pero Asia es Asia, y no puedo dejar de estar en América; es todo muy distinto y no logro acostumbrarme”.

Lledó tiene múltiples vínculos con Tucumán, desde su propio maestro iniciático: “fue Franklin Ponce quien me hizo pianista, era el esposo de Mirtha Raia, a quien también tuve el honor de conocer; ellos me influenciaron y marcaron mucho”. “Todo lo que vino después fueron condimentos del plato principal que ya estaba servido”, resalta.

En el listado de afectos locales, menciona también a Oscar Buriek y a Mauricio Guzmán. “Desde mi primer retorno, hace tres años, cada vez que vengo me quedo más tiempo por cuestiones afectivas y profesionales, por cosas que se van dando y porque el estar en contacto con mis raíces me hace disfrutar -sostiene Lledó-. Entre los grandes no existe la competencia”.


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