Memorias de un librero
VISITANTE ILUSTRE. Kostzer -de pie- junto con Roberto “El Negro” Fontanarrosa. VISITANTE ILUSTRE. Kostzer -de pie- junto con Roberto “El Negro” Fontanarrosa.
03 Septiembre 2017

Por Mario Kostzer - Para LA GACETA - Tucumán

“Verde, verde es todo lo que tengo / verde, verde tengo todo yo / porque yo amo todo lo que es verde / porque mi padre es un leñador.” Repetía cuando tenía cuatro o cinco años mi hija esta canción de Luis Pescetti, a quien había tenido la oportunidad de conocer personalmente en una de las ferias del libro que organice en Yerba Buena. La letra seguía haciendo alusión a otros colores y profesiones. Blanco panadero, negro deshollinador, etcétera, y la versión libre que ella entonaba, reservaba la multiplicidad de colores para la profesión de su padre, librero.

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No está en mi ánimo aburrir al lector de estas líneas con una pegajosa anécdota familiar, simplemente creo que resume en un simple episodio la policromía de sensaciones que esta tarea que asumí significó en el entorno que construí.

Hoy , a 35 años de haber abierto las puertas en aquel primer local de galería LA GACETA y de haber pasado por diferentes roles dentro de la comercialización de libros (editor, autor, organizador de eventos relacionados con los libros, etc.) es oportuno mirar el camino recorrido .

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Mi tarea de librero establecido empezó en agosto de 1982, poco tiempo después de la guerra de Malvinas y con la extraordinaria oportunidad de la apertura democrática en puerta. De esta forma los argentinos asistíamos a un inédito despertar en donde la industria editorial tuvo un protagonismo importante con desafíos maravillosos. A Los chicos de la guerra le siguió Malvinas, la trama secreta, como antesala de los miles de títulos de investigación periodística que después vinieron. La televisión, lejos de ser un enemigo del libro en aquel entonces era un aliado fundamental. Una entrevista en cualquier programa disparaba en esos tiempos la demanda inmediatamente. La sed provocada por años oscuros se saciaba con libros y las editoriales estaban allí para hacerlos con un lenguaje nuevo, absolutamente fresco. Escritores que debieron partir, volvían.

En la librería recibimos entre otros a Edmundo Eichelbaum, que regresaba de Francia con una biografía de Gardel, pero el retorno más bullicioso fue el de nuestro comprovinciano Tomás Eloy Martínez, quien llegaba a Tucumán después de años en el exterior con La novela de Perón, hecho que fue saludado con entusiasmo por muchos y resistido por algunos peronistas vernáculos que se aparecieron el día de la firma de ejemplares en la librería con la intención de protestar por el contenido de la obra. Además de miles de anécdotas deliciosas que atesoro, presencié en estos años la evolución de los gustos y los diferentes tipos de respuesta por parte del público, todo salpicado por continuos cambios en el escenario económico, que obviamente modifican permanentemente la conducta de los lectores y condicionan la oferta de libros. Afortunadamente sobrevivimos a cada uno de estos contextos con las inevitables heridas. Cada momento del país marcaba una agenda diferente y los libros lo reflejaban inclusive cuando la frivolidad era moneda corriente.

Las amenazas al libro se han repetido muchas veces en su historia y francamente creo que cada vez lo fortalecen más. Hoy la internet, a pesar de albergar el e-book entre sus variantes, vigoriza la demanda de libros. Resulta conmovedor enterarnos de la aparición de nuevos títulos por comentarios de jóvenes lectores informados en la red. La tarea del educador ha sido esencial en los últimos años, instalando el libro no sólo en el aula sino también en el ámbito familiar. Queda pendiente, a mi gusto, el desarrollo de industrias culturales locales con editoriales atentas a los requerimientos de la región, esfuerzo al que me avoqué de alguna manera en los últimos años y en el que pretendo insistir.

© LA GACETA

Mario Kostzer - Librero-titular de la librería La feria del libro.

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