Al “Pulga” lo que es del “Pulga”

Al “Pulga” lo que es del “Pulga”

Donato Penella y Santiago Michal jugaban juntos en un Atlético de ensueño, cuyos rastros van desdibujándose al compás de recuerdos que se apagan. No quedan muchos testigos de aquel fútbol tucumano de los años 30, pronto serán retazos de una oralidad derramada entre generaciones. La fiabilidad de la estadística es harina de otro costal. El detalle de los goles marcados por Penella y por el “Coya” Michal choca con la escasa cantidad de fuentes, con la imposibilidad de cruzar datos, con amistosos que se consideraron partidos oficiales con el paso del tiempo... Los 125 goles atribuidos a Penella son tan verosímiles como los 205 que le asignan a Michal. ¿Por qué no, si a fin de cuentas el paraguayo Arsenio Erico, máximo artillero de la historia del fútbol argentino, marcó 293 veces con la camiseta de Independiente?

Una deliciosa crónica de LA GACETA del 15 de abril de 1935 narra un 7 a 2 propinado por Atlético a All Boys. De mitad de cancha hacia arriba, el equipo alineó a Van Gelderen, Loto, Michal, Penella y Baigorria. Michal marcó cinco goles -cuatro de cabeza-. Penella, que ya había pasado los 30 años por ese entonces, manejaba los hilos. Un 10 clásico. Michal, que extendería su carrera hasta la década siguiente, era un artista del área. Letal.

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Un poco por prejuicio, otro poco por ignorancia, y en gran parte porque la historia parece no contar si no aparece en Google o en YouTube, suele repetirse una serie de lugares comunes cuando de fútbol se habla. Que el juego ha cambiado desde principios del siglo XX a esta parte es una perogrullada, que de todos modos sirve para subrayar el hecho de que las épocas son incomparables. Pero hay falsedades que merecen desterrarse. Por ejemplo eso de que atacaban cinco y defendían dos, una tontería sostenida por el modo en el que se enunciaban las formaciones (2-3-5).

Pongamos como ejemplo a aquel Atlético que goleó a los “gallegos”. En la alineación leída de corrido, González y Frías aparecen como únicos zagueros, pero lo cierto es que Armet y Soria se movían como laterales clásicos. Lo mismo la delantera: Van Gelderen, Michal y Baigorria eran los hombres de punta, mientras que Loto y Penella volanteaban a la usanza de un 8 y un 10. En otras palabras: matiz más, matiz menos, siempre se jugó un 4-3-3.

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Es una tentación afirmar que aquel fútbol era mejor, sobre todo cuando los zapallazos de cada domingo nos bajan a la Tierra. Pero lo correcto es atenerse al hecho de que no era mejor ni peor; era distinto. Eso sí: lo que los futbolistas ganaron en capacidad física y en intensidad lo perdieron en técnica y en inteligencia para leer y comprender el juego. Por eso hay tantos atletas y tan pocos virtuosos.

Volvemos entonces a la cuestión de las comparaciones, tan enojosa y tan engañosa. No sólo hay un mundo de diferencias entre “Pulguita” Rodríguez y la dupla Penella-Michal. También lo hay con el juego que se practicaba en los 70, años mucho más cercanos y tal vez por eso añorados, cuando Juan Francisco Castro fue sumando palotes hasta llegar a los 119 goles.

Hay un elemento que realza la asombrosa producción goleadora de “Pulguita” y tiene que ver con la calidad de los equipos que integró. Si el Atlético de los años 30 no resulta insuperable -como se cataloga hoy a la “Máquina” de River- es porque lo sucedió una trituradora que barrió con todos los títulos entre 1957 y 1965, a caballo de la sabiduría de don Roberto Santillán y de la jerarquía de una camada de cracks que incluyó al taficeño Raúl Villalba, “El Maestro”, otro de los goleadores a los que “Pulguita” persigue ya que, según algunos estadísticos, alcanzó las 126 conquistas, una más que Penella. ¿Y qué decir del Atlético de los 70, aquel “de memoria”, en el que la producción del “Kila” Castro, Víctor Palomba y Julio Ricardo Villa da una sumatoria de 267 goles?

Rodríguez no tuvo la suerte de codearse con cracks de semejante envergadura. Al contrario; le toca parar la olla en un fútbol asfixiante, áspero, en el que la pelota anda más por el aire que al ras del césped. Que de los números se ocupen otros, puede pensar él con justa razón. Los récords, quedó dicho, pueden representar un tiro para el lado de la injusticia. Por eso, para el “Pulga” lo que es del “Pulga”.

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