Sin margen de maniobra

No hubo carcajadas; apenas se les escapó alguna sonrisa nerviosa a lo largo de una hora. Sí hubo mucha tensión, momentos en los que en lugar de hablar, gritaron; y largos segundos de silencio y cabezas gachas. El reencuentro de los referentes de Cambiemos, luego de la paliza recibida en las PASO, se realizó lejos de Tucumán, en una oficina de Buenos Aires; y eso ya es toda una definición de la crisis por la que atraviesa la principal alianza opositora.

El jueves, el jefe de Gabinete de la Nación, Marcos Peña; y el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, sentaron alrededor de una mesa ratona a los tucumanos José Cano, Germán Alfaro, Domingo Amaya y Alejandro Ávila Gallo. El candidato a diputado, el intendente, el secretario de Vivienda y el presidente del PRO sabían de antemano que la reunión no sería agradable. Llegaron a la Casa Rosada como aquellos alumnos revoltosos que son citados a la Dirección, sabiendo de antemano cuáles son las reprimendas que recibirán por su conducta. Con el secretario del Interior, Sebastián García de Luca, como testigo, cada uno dio su impresión de lo que ocurrió aquel 13 de agosto, en el que la alianza macrista terminó 200.000 votos abajo del Frente Justicialista.

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A medida que les servían café y agua se fueron descontracturando. Peña y Cano se sentaron en sillones individuales, en otro sofá para dos, Frigerio –el anfitrión- y Ávila Gallo. Alfaro, Amaya y De Luca se ubicaron en sillas que acercaron a la ronda. Luego de que Cano renegara por la falta de compromiso, el titular local del PRO continuó el análisis cuestionando que en Tucumán no se haya seguido el libreto de Peña y de Jaime Durán Barba. Ya más sueltos, llegó el instante en el que las verdades ocultas afloraron. Cano y Alfaro, que tenían esa frase atragantada desde las 18 del domingo 13, arrojaron sobre la mesa que Amaya “había jugado al quedo”. Y el secretario de Vivienda repitió casi con las mismas palabras lo que una semana antes de las PASO había dicho, haciendo temblar el piso de Cambiemos. “No me invitaron a ser parte de la campaña”, reiteró, como desentendido, el ex jefe municipal. Cano, de sangre gallega y conocido por su escasa diplomacia en ciertas situaciones, alzó la voz y le enrostró a su ex compañero de fórmula que él le había ofrecido el tercer lugar de la lista, pero que no lo quiso aceptar para no ir detrás de Beatriz Ávila. De los gritos se pasó a un largo silencio, con Peña y Frigerio mirándose de reojo, y de inmediato se pusieron a consensuar la estrategia electoral con el objetivo de recuperar votos el 22 de octubre.

La idea local de territorializar la campaña y hasta de peronizarla quedó relegada frente a la orden de la Rosada de “intervenir” el comando electoral local de Cambiemos. Peña y Frigerio les plantearon a los tucumanos que el eje será el mismo que el usado en las provincias en donde el macrismo logró buenos resultados. Es decir, nacionalizar la elección por encima de los postulantes locales y machacar con el discurso de que Tucumán debe sumarse “al cambio” para no quedar aislado. Para eso, se diagramó una seguidilla de visitantes que incluye a la explosiva Elisa Carrió y a la cenicienta del espacio, la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal. En síntesis, Cambiemos apuesta a confrontar los modelos de Macri y de Juan Manzur, recordando cada vez que se pueda el pasado reciente kirchnerista del mandatario local. La otra pata de la estrategia se centrará en introducir el chip a los electores opositores de que volver a votar por Fuerza Republicana es dilapidar una oportunidad de terminar con el clientelismo, la corrupción y la inseguridad que encarna el proyecto de Manzur, según entienden.

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¿Tienen margen los macristas locales para desacatar las directivas nacionales? Es un riesgo. El resultado de las PASO los dejó al borde del abismo. Si actúan como líberos y los números de las Primarias se repiten o profundizan, la Casa Rosada les pasará una factura que deberán pagar en 2019. Y aunque no estén convencidos de que nacionalizar la elección sea la mejor estrategia, si respetan la orden –aún a sabiendas de que les puede ir mal- desde Olivos no podrán enrostrarles nuevamente el fracaso.

Cano ya no tiene margen de maniobra. Amaya, después de esta intervention, no podrá hacerse nuevamente el desentendido. Y Alfaro sabe que necesita estirar la diferencia en la Capital para que su esposa se siente en Diputados. Los tres tienen demasiado para perder. Ya los llevaron una vez a la Dirección y salieron con un llamado de atención. Puede que no tengan una segunda oportunidad.

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