La hora pico, un gran enemigo: las ciudades pueden enfermar el cuerpo y la mente

La hora pico, un gran enemigo: las ciudades pueden enfermar el cuerpo y la mente

La relación entre el caos del tránsito y los males cardiovasculares está comprobada por diversos estudios científicos. Es uno de los ejemplos que demuestra que una ciudad puede enfermar a sus habitantes. ¿La solución? Planificar urbes sustentables, enfocadas más en el peatón que en el automovilista.

 -LA GACETA / FOTO DE JORGE OLMOS SGROSSO.- -LA GACETA / FOTO DE JORGE OLMOS SGROSSO.-
17 Agosto 2017

El carril derecho avanza lento. El izquierdo está directamente estancado. Son las 12 del miércoles en la esquina de 24 de Septiembre y Salta. Sólo hay rostros amargados adentro de los autos que, una vez más, quedaron atrapados en el agujero negro de la hora pico. Los bocinazos afectan los estados de ánimo de los peatones. Caminan ajustados por las estrechas veredas, hacen cola en las paradas de colectivos. Cuando suban, es probable que viajen como sardinas enlatadas. Ellos tampoco tienen escapatoria.

La ciudad agota. Afecta el humor de quienes la viven. No es sólo una sensación. Diversos estudios han demostrado que vivir en urbes con embotellamientos, contaminación del aire y de ruido, y con espacios demasiado sobrepoblados produce estrés.

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La hora pico es un gran enemigo de la salud, sostiene el cardiólogo Juan Palavecino. Cuando le preguntamos si el tránsito afecta al sistema cardiovascular, él no lo duda. “Puede aumentar la frecuencia cardíaca, causar arritmia y elevar la presión arterial en personas con predisposición. Quienes viven el día a día del tránsito, los choferes, por ejemplo, son los que más padecen esta situación. Si además presentan otros factores de riesgo, como colesterol alto, hipertensión, obesidad y tabaquismo, aumenta la posibilidad de sufrir un infarto”, detalla.

Como médico ve cada vez más pacientes afectados por el tránsito. Y también en su trabajo en la Dirección de Emergencias de la Provincia. “Nos ha tocado en más de una oportunidad, en horas pico, asistir a algún chofer que estaba sufriendo un infarto”, detalló.

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Varios estudios científicos confirman la relación entre el tránsito y los males cardiovasculares. Uno de ellos, realizado en 2009 por la institución Helmholtz Zentrum München, de Alemania, reveló que las personas que conducen o viajan tienen 3,2 veces más riesgo de sufrir un infarto a largo plazo en comparación con las que no se exponen al tránsito.

Salud mental

También las ciudades pueden afectar la salud mental de su gente. La exposición al tránsito suele aparecer con frecuencia en las consultas por estrés.

El psiquiatra Héctor Warnes detalla que el ambiente o ánimo de la persona está en constante interacción con el espacio que habita y que lo habita. “La inseguridad, el apuro o impaciencia (time-urgency), las relaciones conflictivas, la soledad, la contaminación ambiental, el sedentarismo, la falta de sosiego y de paz interior contribuyen al aumento del estrés, que puede complicarse en situaciones colectivas con la agresividad, la enajenación y la falta de empatía o amor”, detalla.

En una reciente conferencia, Warnes se refirió al tema bautizado por el psiquiatra Giovanni Dalma como “densidad psicológica de la población”. También habló de un estudio que indagó cómo la urbanicidad puede aumentar el riesgo de esquizofrenia en sujetos genéticamente vulnerables. “La residencia en una ciudad con mayor densidad de población se asocia con influencias ambientales negativas como el estrés, el empleo de drogas ilegales, la pobreza y el hacinamiento”, se destaca en su exposición.

Ciudades conscientes

Actualmente la gran mayoría de las personas viven en ciudades (en Tucumán, el 77% de la población). Es tanta la influencia del entorno que hay un nuevo movimiento llamado “ciudades conscientes”, el cual busca generar desde la planificación urbes amigables y sustentables.

Al respecto, el urbanista inglés Nick Tyler, cuando estuvo de visita en nuestra provincia, observó que si tuviéramos una política más dirigida al peatón que al vehículo tendríamos una ciudad mucho más feliz.

Ya hay urbes, como Estocolmo o Amsterdam, que han empezado a modificar sus códigos urbanos porque consideran que el diseño de las calles, del transporte e incluso de los edificios es una cuestión de salud pública.

Tucumán parece estar algo lejos de este tipo de proyectos. No obstante, los expertos consultados sostienen que sí se deberían pensar algunos cambios en el sistema de tránsito desde el punto de vista de la salud de la población. Mientras tanto, sugieren a los ciudadanos tomar una serie de medidas para evitar que la urbe no los afecte demasiado. Por ejemplo, Palavecino propone una medida simple: salir con más tiempo (querer ganarle al paso de los minutos es muy estresante) y usar las calles que menos embotellamientos registren, aunque esto signifique que tengamos que hacer un recorrido más largo. Uno no puede cambiar el tránsito, remarca, pero sí usar todas las herramientas que están a mano para que la hora pico no nos gane por goleada.

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