“Los empresarios”, ese ghetto de intocables

“Los empresarios”, ese ghetto de intocables

“Somos todos garcas. La mayoría de los que estamos acá, no todos, pero la mayoría, hacemos negocios con el Estado. Evadimos, negreamos a la gente, coimeamos, abusamos de nuestras posiciones dominantes, de nuestros contactos, y los grandes negocios siempre se hacen entre unos pocos. Les pisamos la cabeza al que quiere surgir. No nos gusta competir; los empresarios argentinos no sabemos ni queremos competir. Lo nuestro es el monopolio, el tráfico de influencias y los negocios con el Estado, los sobreprecios, los retornos, las adjudicaciones directas, todo eso, ya sabés”.

Palabras más, palabras menos, esta confesión, en estricto off the record y después de varias caipirinhas, pertenece a un poderoso empresario tucumano.

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Ocurrió en las paradisíacas playas de Recife, capital del norteño estado de Pernambuco, durante el último amanecer que presenció la misión de funcionarios y empresarios tucumanos en Brasil, que se desarrolló la semana pasada.

Con los pantalones arremangados hasta las rodillas y los pies hundidos en la arena, mientras las cálidas aguas del mar tropical iban y venían haciendo remolinos en nuestras piernas, el sol aparecía de a poco en el horizonte, allá, donde con una pizca de imaginación se puede ver África.

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Próximo a la línea ecuatorial, el temprano amanecer invernal en Recife va descubriendo una ciudad portentosa, con kilómetros y kilómetros de edificios enfrentados al mar, que van cambiando de colores, luces y reflejos de cristales y aceros, a medida que el sol emerge del Océano Atlántico.

Una brisa tibia meneaba las palmeras, nos despeinaba y nos despabilaba. Semejante belleza te inflaba el pecho, te completaba el alma, te llenaba de sentidos: en ese contexto no había espacio para la mentira, porque sería como traicionar a la vida, que se nos manifestaba exuberante, magnífica, descomunal.

Los huevos en todas las canastas

“Somos todos garcas. Creo que soy un buen tipo, como la mayoría en este viaje, pero el sistema te va llevando a cagar gente, si no, quedás afuera de los grandes negocios”.

La conversación fue derivando por diferentes tópicos, como la hipocresía de los empresarios que se quejan por la presión fiscal mientras evaden millones de pesos mensuales, o la remarcación de productos discrecional, egoísta y cuasi terrorista con que los formadores de precios agravan la inflación, hasta las elecciones, donde muchos empresarios tucumanos “no ponen los huevos en una sola canasta”, es decir, aportan fondos por igual a Cambiemos y al peronismo.

Gane quien gane, ellos se aseguran que sus negocios con el Estado seguirán sobre rieles, y no por rieles del desvencijado Belgrano Cargas, sino por los rieles imantados del veloz tren bala.

Según el Diccionario Latinoamericano de la Lengua Española, garca significa “persona insensible al dolor de los demás, egoísta, dispuesta a avasallar los derechos de los otros, sin escrúpulos, que perjudica al prójimo sin remordimientos”.

Entre aceitunas y chicanas

En una conversación ampliada, ahora entre ocho personas, siete empresarios de diferentes rubros y este columnista, hubo coincidencias relevantes y también revelaciones.

“Recién me llamó uno de Cambiemos y me dijo que (Juan) Manzur organiza estos viajes para vender aceitunas. No salen del chiquitaje y creen que somos todos boludos. Ponele que Manzur venda aceitunas, en realidad su esposa, que es la que maneja el negocio, eso no invalida que el gobierno nos facilite los contactos a todos nosotros y al final eso es bueno para todo Tucumán. Con (José) Alperovich esto era imposible que pase, porque el ruso las quería todas para él”, se despachó un importante agricultor.

La difusa línea que separa a los capitales privados del Estado se desdibuja tan fácil y tan rápido como el “Jandiara eu te amo” que estaba escrito en la arena.

“Hablemos del IPV (Instituto Provincial de la Vivienda) aprovechando que no vino ninguno de la construcción”, bromeó un industrial, señalando a este columnista, y disparó las carcajadas del grupo.

“Está muy bien todo lo que ustedes vienen denunciando, pero en el programa no aparecieron los verdaderos peces gordos, los empresarios de la construcción, que son los que hacen la plata fuerte en esto”, apuntó.

El industrial hacía referencia a las múltiples irregularidades denunciadas por LA GACETA en el programa “Panorama Tucumano”, que se emite los miércoles por Canal 10 y LA GACETA digital, acerca de adjudicaciones de obras a familiares o empresas dudosas, montos sospechados, plazos extendidos sin razones claras y entrega de viviendas a cambio de dinero (coimas) y favores políticos, entre otras denuncias, que ahora y por fin, luego de inexplicables dilaciones, están en manos de la Justicia.

Impavidez pública y privada

Si bien la situación del interventor del IPV, Gustavo Durán, es casi indefendible, y la impavidez del gobernador Manzur ante este escándalo es preocupante, a la producción del programa le ha resultado hasta ahora imposible que los empresarios den la cara.

La única excepción la protagonizó el constructor Javier Zerda, quien a través de una carta de lectores en el diario (3/8), denunció que en 2009 autoridades del IPV le pidieron un departamento para agilizarle una adjudicación y que, ante su negativa, el proyecto se cayó.

Tardó una semana la fiscal Adriana Giannoni, con varias publicaciones y un nuevo programa mediante, en citar a declarar a Zerda, lo que aún no se concretó.

Como suele decirse, en este caso Zerda es la excepción que justifica la regla, sintetizada por un exportador en las playas brasileñas bajo la consigna “somos todos garcas”.

Esto es lo que no cambiará en las internas abiertas de mañana ni en las legislativas del 22 de octubre. Ni tampoco, a menos que un huracán ético atraviese el país de punta a punta, dentro de dos años.

Ningún político corrupto va preso en Argentina, salvo ante la flagrancia de arrojar bolsos con millones de dólares a un convento (flagrancia ayudada por los servicios de inteligencia), por la misma razón que ningún empresario coimero está tras las rejas. ¿Nadie le preguntará a López con qué empresarios se vinculó, quiénes le dieron ese dinero o quiénes lo apoyaron en la campaña?

De la Justicia argentina no podemos esperar más que seguir llenando las cárceles de pobres o de testaferros y lavadores de poderosos grupos económicos, como Lázaro Báez o Leonardo Fariña.

El verdadero cambio está en el corazón de la sociedad, en personas como Zerda, que ponen la cara y la firma para denunciar a los corruptos, y no en los empresarios que se esgrimen públicamente como modelos éticos, pero que por abajo hacen negocios con cada gobierno de turno.

Cuando las urnas en vez de votos se llenen de cartas como la de Zerda recién ahí podremos empezar a soñar con un verdadero cambio.

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