Por ahora, la economía no vota

El año electoral ha puesto a los argentinos en medio de un laberinto que tiene varias salidas. Algunas menos traumáticas que otras, a la corta o a la larga. La economía volvió al centro de la escena desde que el Gobierno nacional ha retomado el discurso de los rebrotes verdes, como el incremento del 6,6% en la actividad industrial, un 20% en el nivel de patentamientos de vehículos y de un 50% en el de las ventas de motocicletas. Sin embargo, esos indicadores chocan con otro tal vez má sensible: esos brotes verdes no se perciben en el poder adquisitivo de la sociedad. En ese juego de percepciones, por ahora, la economía no votará en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), pese que, a nivel nacional, las listas de precandidatos se ha plagado de economistas de distintas vertientes que tratan de interpretar, de acuerdo con el prisma con que se mire, el rumbo económico de una Argentina que, por ahora, no ve la luz al final del túnel.

Los políticos suelen decir que los economistas ejercen la mejor profesión porque están acostumbrados a hablar del pasado y a proyectar el futuro que, en definitiva, no vivirán. Y que, para ellos, el presente es sólo una demostración de lo que ya se predijo o tan sólo el resultado de una profecía autocumplida. Desde la otra vereda, los economistas sostienen que los políticos no se aferran a ninguna planificación porque siempre viven de la coyuntura y, cuando las cosas salen mal, es más redituable echarle la culpa al anterior que avanzar con la resolución de los problemas. O, en todo caso, si los resuelven, no le hablan a la sociedad con la sinceridad del caso. Shock y gradualismo son definiciones cuasimodernas que tratan de dar señales de aquel laberinto económico de errores pasados, con consecuencias en el presente y que acechan al futuro.

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Aquellos brotes verdes no son perceptibles aún en la economía doméstica. El poder adquisitivo del salario no ha subido aún a ese ritmo en lo que va del año, por más que las paritarias hayan cerrado en torno de un 21% interanual. Tal vez en la mayoría de los casos, el reajuste se perciba en la próxima boleta de sueldo.

El dólar, en tanto, volvió a convertirse en esa vieja e histórica obsesión argentina. El Banco Central tuvo que sacar de las reservas internacionales poco más de U$S 1.000 millones para sostener la cotización y que no se desmadre más allá de lo pautado en el Presupuesto ($ 18 por unidad). Por las dudas, ciertos sectores ya trasladaron el mayor valor de esa divisa a los precios. En la Argentina puede que el dólar baje, pero esos precios se mantendrán y con expectativas de que suban. Hay funcionarios que reniegan acerca de una mecánica de cobertura de los agentes económicos. Y el interrogante es: si se acordaron paritarias, si se sabe de antemano la carga impositiva constante, si los servicios ya subieron, ¿por qué siguen subiendo los precios de productos sensibles de la canasta familiar? La pregunta en sí contiene una respuesta que todo el mundo se imagina. Pero, alguien tiene que pagar los mayores costos.

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Las PASO no son más que una de las principales encuestas de lo que se puede venir en los comicios de medio turno de octubre. Para Cambiemos, ganar las elecciones significa llenar el tubo de oxígeno para los próximos dos años. Y, además, llevar cierta tranquilidad al mercado que tiene sus dudas acerca del resultado definitivo. En el PJ, en tanto, hay dos vertientes. Una que puede llegar a posicionar otra vez al kirchnerismo como fuerza opositora con pretensiones de volver a tomar el poder en 2019, y otra que está relacionada directamente con el poder que pueden llegar a ejercer los gobernadores en el segundo tramo de la gestión del presidente Mauricio Macri.

Más allá de esos posicionamientos políticos, la economía argentina seguirá siendo cíclica en la medida que la dirigencia no acuerde un programa que tienda a poner al país sobre rieles más normales que garanticen un crecimiento sostenido, con el fin de generar más oportunidades laborales en una nación que todavía tiene un tercio de su población en situación de pobreza y con un futuro hipotecado, con 7,6 millones de niños bajo la línea de pobreza. Ese es el flagelo que hay que erradicar con una expansión inclusiva.

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