Dando vueltas en sus remolinos

Menos de dos semanas restan para el primer test electoral del año. En los 13 días que transcurrirán hasta que las escuelas abran sus puertas, los postulantes dejarán de prestar atención a las apariciones públicas para enfocarse en las cuestiones invisibles que pueden incidir en el resultado de una elección. La fiscalización, por un lado; y la fidelización de la estructura territorial, por el otro.

Pese a todas las diferencias de diagnóstico que esbozan, oficialistas y opositores coinciden en que en estos comicios la difusión de propuestas para convencer a los votantes resulta secundario. Por el contrario, creen que en esta ocasión hay poco lugar para los indecisos y que la gente irá a votar por uno u otro proyecto político. Este aspecto lo explica claramente el politólogo tucumano Luis Karamaneff. Según él, de un lado (el macrismo) se refuerza el discurso de la lucha contra la corrupción y el pasado y; del otro, (el kirchnerismo residual) se pone el acento en la necesidad de amurallar a la sociedad de los ajustes económicos de la Nación. Por eso, concluye, unos y otros espacios apostaron en la primera mitad de la campaña a asegurar y a contener su núcleo duro de votantes. Al punto que, incluso, suena a pérdida de tiempo. “¿Qué le aporta a José Cano un timbreo en Barrio Norte?”, se pregunta Karamaneff. O, dicho de otro modo, ¿de qué le sirve a Osvaldo Jaldo encabezar tres actos diarios en clubes, repitiendo la vieja liturgia partidaria?

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Es decir, Cambiemos y el Frente Justicialista se dedicaron a pescar en las peceras en que habitualmente lo hacen. Si así llegarán a los comicios, la pregunta debe focalizarse en cuál es la realidad de cada uno, y en qué es lo que cambió desde 2015. Sólo así, entonces, se tendrá alguna aproximación sobre cómo afrontarán la elección las dos alianzas mayoritarias. En la Casa de Gobierno confían en que, con todo a favor, Cano quedó dos años atrás a poco más de 110.000 votos de ellos. En aquella ocasión, dicen en el oficialismo provincial, el radical fue acompañado por Domingo Amaya, en la capital; y contaba con referentes radicales y peronistas en las listas del Oeste. Hoy, ni el sector de Ariel García ni el de Stella Maris Córdoba le aportarán votos en esa sección. En el Este, recuerdan los justicialistas, hubo gremialistas que jugaron para Cano, y postulantes legislativos que en esta oportunidad no moverán un dedo para favorecer a Macri. Esto, sumado a una realidad económica incierta para los sectores más vulnerables de la población, los alienta a aferrarse a los números de las encuestas que encargaron.

Enfrente, Cano y Germán Alfaro rebaten esos argumentos con otra visión de la misma realidad. Como primera medida, aseguran que la gente ya demostró en 2015 que no quiere regresar al pasado y que, en esta elección, se ratificará ese cerrojo al kirchnerismo y a todas sus vertientes, entre las que mencionan a Juan Manzur, a José Alperovich y a Jaldo. Luego, precisan que en este tiempo reforzaron la gestión en la Capital y le adosaron la buena imagen de la que gozan los intendentes de Cambiemos, principalmente los de Yerba Buena (Mariano Campero) y de Concepción (Roberto Sánchez). Por eso, explican, los referentes ligados al Gobierno se preocupan tanto por esmerilar con conflictos institucionales ambas administraciones. Finalmente, apuestan a que los cientos de postulantes a comisionados rurales, concejales e intendentes que traccionaron votos para Manzur y para Jaldo hace dos años, esta vez jugarán a media máquina. Así, concluyen, achicarán esa diferencia de unos 110.000 sufragios y dejarán al ex titular del Plan Belgrano en buenas condiciones para disputar la Gobernación en 2019.

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Aunque el 13 de agosto no se repartirán las cuatro bancas de diputados, en el Frente Justicialista sostienen que están más cerca del 3 a 1 que del 2 a 2, porque -estiman- en los meses que restan hasta octubre recrudecerán los conflictos sociales y económicos y la gente mirará con recelo al macrismo. Citan como ejemplo la suba del dólar, que se traducirá en un aumento de los precios. En Cambiemos, en tanto, vaticinan que no hay posibilidades de que el empate en la distribución de escaños se modifique. Alfaro es el más interesado en que no haya sorpresas. Es lógico; si su esposa, Beatriz Ávila, eventualmente quedara afuera del Congreso, pasaría a ser el perdedor de la compulsa. Por eso el intendente se puso la campaña al hombro. Al jefe municipal lo desvela la fiscalización de las urnas y se hizo cargo de la selección de los 3.600 fiscales que se necesitan para cubrir cada una de las mesas de votación. Como peronista, criado en la misma escuela que el vicegobernador Jaldo, sabe que con dirigentes comprometidos y contenidos se minimizan las travesuras que permite el sistema electoral actual: faltante de boletas en los cuartos oscuros por extravíos o robos, fiscales infieles y actas de escrutinio con modificaciones. Con el empeño de Alfaro en el control de lo que suceda en las escuelas coinciden los dirigentes ligados a la Casa de Gobierno. Pero estos enfrentan dos problemas: la falta de dinero y la incertidumbre. Primero, mascullan bronca porque Manzur -pese a estar en campaña- no les presta atención y, sin recursos, deberán afrontar la logística electoral. Aun así, afirman, lo harán porque perder el “territorio” ahora implicará no recuperarlo antes de 2019, cuando cada uno volverá a poner en juego su pellejo. Segundo, no saben a qué referente seguir: el gobernador se muestra más interesado en lo que ocurra con el armado peronista en el país, Jaldo repite cada vez que puede que ocupará su banca, aunque suene extraño para sus ambiciones políticas; y Alperovich reparte besos y abrazos amenazando con regresar.

Así, a 13 días de las PASO, el oficialismo y la oposición siguen dando vueltas en sus propios remolinos. ¿Sabrán cómo salir antes de que sea tarde?

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