Historias sin moralejas

No hay moralejas. Ni de cuentos, ni de fábulas ni de relatos. La política actual no te deja enseñanzas. Sólo grietas, peleas, desencuentros e insultos. Y en el medio la sociedad que asiste, impávida, a un concierto de dirigentes desbocados, sin ideas y con el firme objetivo de imponerse unos sobre otros. Ni siquiera hay debate de ideas; sólo imposición de nombres por cuenta y orden de las encuestas.

Construcción colectiva es un ejercicio que no está de moda en la Argentina. Es una materia que, generalmente, la dirigencia la tiene previa. Y uno no sabe la correlatividad con las otras. Aún más, en turnos electorales ni siquiera se presentan a rendir.

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Mauricio Macri recorrió casi 1.200 kilómetros para encabezar dos actos de campaña. Juan Manzur, en tanto, organizó tres actos proselitistas, en distintos puntos de la provincia, como una manera de demostrar su fuerza política. Durante la mañana, el presidente de la Nación y el gobernador de Tucumán estuvieron a 20 kilómetros de distancia y ni siquiera fueron capaces de romper la grieta para saludarse. Cuestión de caballerosidad, como quien dice; una estricta rutina de protocolo, si la lectura es más formal. Ambos estuvieron lejos de la gente, pero cerca de la militancia. “Espero que venga con anuncios; lo esperaba para el 9 de julio”, dijo sugestivamente Manzur la noche que se enteró de la sorpresiva visita presidencial. “Hay que ir a Tucumán a apuntalar a los candidatos”, cuentan que lanzó el Presidente entre la noche del jueves y la mañana del viernes. El oficialismo local viene desarrollando al campaña con la idea de “arrollar” a la lista que encabeza el ex titular del Plan Belgrano, José Cano. Ayer, Macri lanzó dos frases que definen la actualidad en su relación con el gobernador.

“Manzur se ha dedicado a agredir a todo lo que se hizo por Tucumán. No tiene problema en cambiar de chip de un momento a otro”, lanzó temprano el jefe de Estado, que sintió que el mandatario local le ha faltado el respecto con sus posturas y con sus dichos. Pero, luego, en territorio tucumano, expresó: “tenemos que batallar estas semanas que quedan hasta las elecciones”. En política, nadie es inocente, por acción o por omisión. En el lenguaje de la calle, ningún referente ni precandidato da puntada sin hilo.

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A 18 días de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), las alianzas y frentes electorales queman toda la pirotecnia verbal. Si ese es el prólogo, ¿cómo serán las elecciones del 27 de octubre?

Macri y Manzur no necesitan intermediarios. Cada uno, desde su posición institucional, deberían dar muestras de la madurez que debe tener la dirigencia para resolver cuestiones estructurales, más que situaciones coyunturales, como una elección.

Según el mandatario, hace tres meses que no tiene contacto con el presidente de la Nación. Sin embargo, Manzur habla periódicamente con varios ministros de la Casa Rosada. Los alejamientos son circunstanciales; siempre.

A Manzur no le conviene distanciarse del Gobierno nacional, sencillamente, porque es altamente dependiente en materia fiscal. Más allá de que haya cuestiones jurídicas de por medio, el reparto de fondos es una cuestión sensible. La gobernabilidad de un país, de una provincia, de un municipio o de una comuna rural no tiene precio.

De la misma manera, a Macri tampoco le debe agradar la idea de tener otra provincia en problemas, como Santa Cruz, por más que Tucumán aún tenga cierta autonomía de vuelo. Si ese fuera el criterio, el efecto cascada sería peligroso. Ambos necesitarán “volver a la realidad” la misma noche del domingo de octubre, en el que se conocerán los resultados. Tal vez uno pueda sacar más pecho que el otro. Pero en una guerra electoral, ¿por qué razón, motivo o circunstancia, la sociedad tenga que ser la que sufra los “daños colaterales” de un conflicto sin argumentos?

Hace unos días, durante una entrevista, el doctor en Economía Víctor Elías dijo a esta columna: “la confianza no se construye con palabras, sino con hechos”. Esa es la manera en la que una gestión puede llegar a trascender, porque a las palabras se las lleva el viento, pero las obras quedan. Tal vez esa pueda ser la moraleja de una conducta política que hasta ahora está ausente.

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