Polémica por la entrada al primer “speakeasy” de Tucumán

Un matrimonio no habría podido ingresar al bar y acusó al dueño de discriminador. Sin embargo, el propietario dijo que no entendieron la consigna y además, que las identidades de la reserva no coincidían con la de los jóvenes que querían entrar.

EN EL CINE. Una escena de la película “El gran Gatsby”. El protagonista frecuenta un bar oculto tras la fachada de una peluquería. EN EL CINE. Una escena de la película “El gran Gatsby”. El protagonista frecuenta un bar oculto tras la fachada de una peluquería.
23 Julio 2017

De afuera pareciera un lugar donde venden libros. Hay una vidriera iluminada, bibliotecas, personajes. Pero son las 22 y comienzan a llegar chicos y chicas que se anuncian o dicen algunas palabras mágicas, a media voz, y entran. El ritual comienza unos días antes, cuando por medio de las redes sociales comienzan a soltarse algunas pistas para luego obtener la contraseña. También se puede reservar mesas para ir a comer, y pasada la medianoche seguramente se armará el baile con música comercial.

Así es Borges, la versión tucumana de esta tendencia de bares ocultos y “speakeasy”. Comidas y coctelería son los fuertes que se prometen, además de la ambientación y la experiencia de sumergirse en una biblioteca cargada de licores aparentemente inspirada en el escritor Jorge Luis Borges. Abrió hace un mes como “el primer bar speakeasy del norte”, en un local de avenida Sarmiento al 1.200. Pero desde la semana pasada, tras un confuso episodio, su nombre se viralizó.

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Pablo Nicolás Pérez y su mujer, María José Coria, hicieron una reserva en este bar, atraídos por la novedad y por el universo literario que se promocionaba por las redes. Pero al llegar a la puerta les dijeron que no podían disponer de su mesa porque no tenían la reserva. El joven matrimonio insistió, pero no consiguieron que les dieran la mesa. Entonces denunciaron a través de las redes sociales primero y en el Inadi después que habían sido discriminados.

La denuncia en la cuenta de Facebook de Pablo, que tuvo una repercusión impensada por él (fue compartida 1.700 veces, generó 1.500 reacciones y 400 comentarios únicamente en su muro), habla de la impotencia y del desconcierto de haber sido “tachados” en un lugar que en una primera mirada habla de cultura. Pablo y María buscaban explicaciones: su auto viejo, su color de piel, sus no-apellidos aristocráticos... No lo pudieron entender, y reaccionaron haciendo pública la situación.

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“No teníamos idea de qué se trataba, es algo que recién se abre. Jamás me hubiera imaginado que sea un Level (un boliche comercial que antes funcionó en el mismo local) disfrazado de un bar literario. Si estaba enterada de quién era el dueño, jamás iba. A los dos nos gusta la literatura, pero este bar es una trampa, te lo venden con una mística que no tiene”, advirtió María José en diálogo con LA GACETA.

Sebastián Finkelstein, propietario del bar, explicó que el objetivo de que el acceso sea con reserva es por comodidad de los clientes y que, el asunto de la contraseña, no es para seleccionar el público, sino que es parte del concepto del bar.

“Es un juego, es una experiencia completa, queremos que la gente busque entre los libros, que tenga curiosidad, que adivine el acertijo. No es nuestra intención discriminar a nadie poniendo una contraseña”, argumentó Finkelstein.


Las explicaciones del matrimonio y las de Finkelstein coinciden en un hecho que habría sido el motivo del enredo: la reserva no estaba hecha a nombre de María José ni de Pablo, sino que le pidieron a una amiga de él que la hiciera. Pero nunca aclaró que irían otras personas a su nombre. El matrimonio dice, sin embargo, que nunca les pidieron documentos para constatar su identidad; el dueño del bar, por su lado, explica que sus empleados le preguntaron los nombres y ninguno coincidía con el de la reserva.

Ambas versiones coinciden también en que los empleados los invitaron a pasar a tomar unos cocteles en la barra, pero el matrimonio no accedió a la propuesta porque su intención era cenar y en la barra no sirven comidas.

El matrimonio acusó a los empleados de que los maltrataron y que, lisa y llanamente, los discriminaron. El Inadi les recibió la denuncia, según contó Curia. También recibieron el apoyo de amigos y desconocidos que se solidarizaron y aprovecharon la oportunidad para recordar que es una situación que se repite en muchos locales bailables de nuestra ciudad. Finkelstein, por su lado, habló de una operación en su contra y aseguró que acudirá a la justicia por esta “campaña de desprestigio”. Así fue el estreno del primer bar escondido -y no clandestino- de Tucumán. Luego de las acusaciones cruzadas y el alcance de los fogonazos, ya nadie pudo ser capaz de cumplir con la consigna del bar, que pide “keep the secret”: conserva el secreto.

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