“En Alejandra Pizarnik hay una fusión absoluta entre vida y poesía”

“En Alejandra Pizarnik hay una fusión absoluta entre vida y poesía”

A 45 años de la muerte de la gran poeta argentina, su biógrafa cuenta cómo trabajó en su investigación y proporciona algunas claves para ingresar al mundo Pizarnik. “Había muchas Alejandra”, afirma en relación a la multiplicidad de facetas que ofrece la escritora.

16 Julio 2017

Por Alejandra Crespin Argañaraz - Para LA GACETA - Buenos Aires

- ¿Cuándo fue la primera vez que te encontraste con la obra de Alejandra Pizarnik?

- Me encontré con la obra cuando era una adolescente, a los 17 o 18 años, y me fasciné. Esa fascinación que fui teniendo con su poesía me llevó a trabajar sobre su obra en profundidad. Cuando muere Alejandra, en 1972, teníamos la imagen de ella como poeta fundamentalmente; solamente quienes estaban muy cerca de ella sabían que tenía textos en prosa que se habían publicado en una muy pequeña edición, La Condesa Sangrienta, pero fuera de eso nada más. Presenté mi trabajo en el Primer Congreso de Literatura, que se hizo en Tucumán, en 1980. A raíz de esa ponencia salió mi primer libro. En 1982, se publica Textos de sombra y últimos poemas, que prácticamente nos lleva a todos a cambiar nuestra perspectiva acerca de Alejandra; porque por un lado van a aparecer los textos en prosa y Los poseídos entre lilas, que es la pieza teatral. Entonces, claro, es otra Alejandra. Diría que a partir de entonces comienza una suerte de segunda época de crítica sobre Alejandra. En el 90, Corregidor edita lo que llamó Obras Completas, aunque no eran tales, pero por primera vez estaba reunida buena parte de los textos de Alejandra. En el 91 publiqué la biografía, a pedido de Félix Luna para su colección Mujeres argentinas. En el ‘99 aparece la correspondencia de Pizarnik reunida por Ivonne Bordelois, que fue muy importante también para quienes estudiábamos a Alejandra, porque allí aparece su voz. En el 2000 aparece la mal llamada Poseía completa, La prosa completa, y los Diarios. Apareció mucho más material del que teníamos, aparecieron esos inéditos, y los famosos diarios de Pizarnik.

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- ¿Crees que se mató?

- Eso no lo puede decir nadie, pero yo creo -lo digo en mi biografía- que no se puede decir si se le fue la mano con las pastillas o quiso suicidarse (tomaba pastillas para todo). Personalmente, no como biógrafa objetiva de Alejandra, creo que sin duda se suicidó. Ella tuvo dos intentos de suicidio anteriores, que fue cuando estuvo internada. Cuando uno va siguiendo la obra, ahí encontrás que se le acaba el lenguaje y para ella hay algo. Hay que leer el final de un poema del último libro publicado en vida (El infierno musical). El poema se llama “El deseo de la palabra”, y termina así: “Ojalá pudiera vivir solamente en éxtasis, haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo, rescatando cada frase con mis días y con mis semanas, infundiéndole al poema mi soplo a medida que cada letra de cada palabra haya sido sacrificada en las ceremonias del vivir”. Acá hay una fusión entre vida y poesía absoluta; entonces cuando se le rompe el lenguaje, indudablemente se le rompe la vida.

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- Vida y pasión también.

- Claro, es que es eso. No es que el hecho de que Alejandra muera nos lleva a leer de otra manera -hay algo de eso- pero realmente cuando vas siguiendo su obra hay un punto en que se quiebra el lenguaje y lo que ella ha construido se rompe, lo rompe ella misma y se queda a la intemperie. Hay otro poema de Alejandra que dice: “Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado, yo canto”. Está todo eso presente. Personalmente, creo que fue un suicidio, pero uniéndolo con toda esa articulación entre vida y poesía y ese querer vivir en la palabra cuando la palabra se rompe. Hay otro poema de ella que siempre me pone los pelos de punta; se llama “En esta noche, en este mundo” y dice en un momento: “Las palabras no hacen el amor, hacen la ausencia, si digo agua ¿beberé?, si digo pan ¿comeré?” Evidentemente la respuesta es no, las palabras hacen la ausencia. Para quien ha puesto todo en las palabras, esa afirmación, ese encanto respecto del lenguaje, lleva necesariamente en algún punto a la muerte.

- ¿Por qué escribiste la biografía de Pizarnik?

- Por el pedido de Félix Luna y porque siempre había trabajado su obra. Un buen día, cuando Félix me llama y me dice: “¿Harías la biografía de Pizarnik? Vos que la conocés tanto”, le contesté “¡caramba!” Nunca había escrito una biografía y nunca volví a hacer otra. Hablé con 36 amigos de Alejandra porque desgraciadamente en nuestro país no hay documentación bien guardada. Fueron muy amigos Antonio Requeni, Rubén Vela, Ivonne Bordelois. Por ejemplo, Ivonne estaba en Holanda cuando hice la biografía, pero me comuniqué con ella y me mandó un texto maravilloso donde estaba sintetizado en diez páginas esa relación preciosa que tuvieron. La biografía sigue siendo la única, pero creo que sería importante que alguien más hiciera otra.

- ¿La poesía nace de la inspiración o del trabajo arduo y cotidiano?

- Creo que la teoría de la inspiración no corre más, no hay musas que te “soplen”, eso no existe plenamente -aunque hay sin duda-. Acá no hablo por Alejandra, sino hablo por mí misma, hay algo, de pronto en algún momento en el que uno siente -yo lo siento como un ritmo-. Me he bajado de un colectivo, meterme en un bar y ponerme a escribir; comprarme un cuadernillo y ponerme a escribir. Indudablemente, si no te pasa esa “cosa” es muy difícil escribir. Ahora, es ese momento que sale el poema y después viene el trabajo de limpiarlo, de corregirlo, de dejar que pase el tiempo y nadie te sopla, ninguna musa te sopla.

- ¿Cuántos años te llevó de trabajo la biografía sobre Pizarnik?

- Me llevó un año de investigación y después la escribí en dos meses trabajando todos los días a la noche, a la madrugada, y de pronto lo escribí en dos meses y medio. Mi último libro, Límite, diálogo, confrontaciones, en cambio, junta mi libro anterior de crítica sobre Alejandra, que se llamaba Poesía y experiencia del límite: leer Alejandra Pizarnik, que era como la mitad de este libro. Este libro ha ido siguiendo sus distintas facetas; Alejandra como poeta, como prosista, como escritora de textos obscenos; Alejandra en diarios, en la obra completa. De golpe uno se encuentra con que eran muchas Alejandra, indudablemente.

- ¿Que encontrará el lector en tu libro Límites, diálogos, confrontaciones, leer a Alejandra Pizarnik?

- Creo que va a encontrar una lectura que trata de capturar la multiplicidad del sentido de la producción de Alejandra, que por supuesto es mi perspectiva y que es producto de un largo contacto con su obra, una profundísima admiración. Traté de dar cuenta de esa fascinación y de todo lo que a mí me dice a lo largo de los años la poesía, la prosa, los textos de Alejandra, que son para mí enormemente ricos.

© LA GACETA

Alejandra Crespin Argañaraz - Profesora en Letras, periodista cultural.

PERFIL

Cristina Piña es poeta, crítica y traductora. Magister en Pensamiento Contemporáneo (CAECE) y Licenciada en Letras, (Universidad del Salvador). Fue profesora de Teoría y Crítica Literarias de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Algunos de sus libros son: Poesía y experiencia del límite: Leer a Alejandra Pizarnik; Mujeres que escriben sobre mujeres (que escriben); Poéticas de lo incesante; Literatura y (pos)modernidad. Teorías y lecturas críticas. Ganó la Beca Fulbright, el Primer Premio Teatro del Mundo, el premio Sarmiento del Senado de la Nación y tres Konex.


LOS OJOS      DEL AIRE *
Por Alejandra Pizarnik
Sucede que me olvido
de ser culpable
tal vez por eso
blancos cadáveres
bailan en mi corazón
y el destino huye
y la muerte vaga por las calles
en busca de mis manos
* Publicado en este 
suplemento en 1956.
LOS OJOS DEL AIRE *
Por Alejandra Pizarnik

Sucede que me olvido
de ser culpable

tal vez por eso
blancos cadáveres
bailan en mi corazón

y el destino huye
y la muerte vaga por las calles
en busca de mis manos

* Publicado en este suplemento en 1956.

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