Un monstruo de tres cabezas

Cerbero era un monstruo. Pero un monstruo necesario. Era el que cuidaba la puerta del Hades, el inframundo griego. Se encargaba de que los muertos no salieran de allí, y de que los vivos no entraran. Nadie más podía hacer su trabajo. A la hora de mantener el equilibrio entre ambos mundos, su labor era fundamental. Y a pesar de que hubo personajes que lograron vencerlo (aunque en realidad lo dormían), casi siempre salió airoso de las batallas.

Cerbero (como tenía la figura de un perro se lo conocía como CanCerbero) cuidaba lo más preciado del mundo: el descanso de los difuntos. Su nombre justamente representa a muchos arqueros en distintas partes del mundo: el cancerbero evita que la pelota ingrese al arco y se transforme en gol.

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Cerbero tenía tres cabezas, veltesta, tretesta y drittesta, o sea izquierda, la tercera cabeza y la derecha. Pero no por eso tomaba decisiones distintas.

En Tucumán el Justicialismo tiene su propio Cerbero. Hoy también es un monstruo de tres cabezas que cuida a rajatabla la tradición y defiende su más preciado tesoro, el poder absoluto en la provincia. Pero a diferencia del ser mitológico, las tres del perro tucumano piensan distinto. Y tienen distintos caminos para obtener lo que quieren.

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Durante más de una década, una de las cabezas tuvo el poder absoluto. José Alperovich fue amo y señor de Tucumán. Lo que él decía, se hacía. Manejó la provincia a su antojo, con aciertos y errores, y dejó en palabras de su esposa, la entonces senadora Beatriz Rojkés, la frase que lo pintaba de cuerpo entero: “vamos por todo”. Su idea, justamente, era perpetuarse en el poder, pero finalmente la Justicia le dijo no a una re-re y debió moldear a su delfín. Y el elegido fue, a la postre, otra de las cabezas de Cerbero: Juan Manzur. El hombre que había sido elogiado por todos como un gran administrador y formador de equipos, se vio de pronto al frente de una provincia que ni siquiera lo vio nacer, pero que él adoptó desde su adolescencia. Pero Manzur, quien se transformó en uno de los ministros más ricos del gobierno kirchnerista, no quiere o no puede desplegar sus cualidades. La cabeza de Alperovich lo absorbe, le ordena, le cierra el paso. Le hace sentir su peso. Y mientras veltesta y tretesta se pelean, drittesta crece.

Osvaldo Jaldo es la más peronista de las tres cabezas. El caudillo del interior forjó una carrera respaldado por las urnas que se inició en 1987, cuando fue elegido por primera vez como intendente de Trancas. Desde entonces se sucedió en cargos legislativos, siendo elegido diputado provincial y legislador en cinco oportunidades, y dos veces como diputado nacional, aunque la primera no asumió ya que Alperovich le pidió que siguiera al frente del ministerio del Interior. Su presencia como postulante a vicegobernador le dio el espaldarazo que necesitaba Manzur para llegar a la gobernación. Y desde la presidencia de la Legislatura comenzó a forjar su propio destino.

Mientras Manzur, con un guiño de Alperovich, pretendía ungir al golpeado Pablo Yedlin (derrotado por Germán Alfaro en la carrera por la intendencia capitalina) como cabeza de lista para las elecciones, Jaldo impuso su figura. Y aunque se dice un soldado del partido que respeta a rajatabla las palabras del general Perón (primero la Patria, después el movimiento y luego los hombres) Jaldo comenzó a moldear en su cabeza cómo le quedaría la banda sobre el pecho y a pensar en el mullido sillón de Lucas Córdoba.

Para eso se mueve como un tractor. Y mientras Alperovich intenta rearmar su poder con ex intendentes y delegados comunales (porque también se ve nuevamente instalado en el edificio de calle 25 de Mayo), el tranqueño se reúne con los actuales y los seduce. No por nada maneja con mano de hierro los dineros de la Legislatura.

Jaldo se lleva bien con todos. ¿Acaso es una locura pensar que es el único que puede traer otra vez al redil peronista al díscolo Alfaro? ¿Alperovich o Manzur serían capaces de cerrar la grieta con el actual intendente? Hoy seguramente no, aunque tratándose del peronismo todo es posible.

Si Jaldo lidera una victoria resonante el 23 de octubre y logra hacerse al menos con tres diputaciones, su nombre tendrá peso propio. Por eso el armado territorial, sobre todo en el interior, es fundamental. Así, en este juego de poder, Cerbero mantiene una sangrienta lucha interna. Y una de las cabezas, la que menos se esperaba, parece ser la que tiene los colmillos más afilados.

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