Las rampas mal hechas son un riesgo para el peatón

Las rampas mal hechas son un riesgo para el peatón

Para cientos de tucumanos no es fácil salir a la calle, especialmente, para aquellos que padecen alguna discapacidad. Veredas en mal estado, rampas mal construidas, postes mal colocados son algunos de los obstáculos que deben sortear, pese a que el Estado debe garantizar la accesibilidad en la vía pública para estos ciudadanos que a menudo son discriminados. En nuestra provincia, se han registrado 205.621 personas que sufren diversas discapacidades. El 60,8% padece una sola limitación; de ellos, casi el 41% tiene problemas para ver. Son más de 56.000 tucumanos, de acuerdo con un trabajo conjunto efectuado por la Facultad de Ciencias Económicas, el Instituto Superior de Estudios Sociales y la Dirección de Estadística.

Tanto las veredas rotas como las rampas mal hechas, afectan a todos los peatones; una caída puede provocar un golpe fuerte o traer consecuencias mayores, como una quebradura. Hace pocas semanas, en una producción periodística que efectuó “Panorama Tucumano, el baterista Luis Dorieux, de la banda local “Los Peces Gordos”, quien se desplaza en una silla de ruedas desde 2009, dijo: “yo no puedo salir de mi barrio si no salgo acompañado. Me tienen que sacar de aquí (vive en Villa Carmela) en un auto” y agregó que algunas de las rampas que de la ciudad fueron construidas de tal manera que más que un declive parecen una trampa mortal.

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Algunas son altas y tienen mucha pendiente, como la que se halla en la ochava sudoeste de Ayacucho y La Madrid, o la que está en la vereda norte de 24 de Septiembre al 600, en un negocio de venta de sanitarios, que además está rota desde hace tiempo y dificulta la circulación de los transeúntes. Otras son muy angostas o muy anchas. La subdirectora municipal de Inclusión Social dijo conocer que en muchos sectores de la ciudad hay irregularidades que impiden la circulación de personas en sillas de ruedas. Señaló que ya están en marcha los trámites para refaccionar las rampas deterioradas y admitió que a pesar de las normas vigentes, no se ha logrado imponer su efectivo cumplimiento. “Están todas las ordenanzas pero no se cumplen. Somos hijos del rigor, hasta que no se aplica la multa no se reacciona”, aseveró.

Como es sabido, una rampa es un plano inclinado dispuesto para subir y bajar por él. No debe tener más de cierta pendiente. Según los arquitectos, esta debe ser del 8%, de modo que se pueda caminar sobre ella con facilidad. Representa la subida de unos 8 centímetros cada metro, es decir que es tres o cuatro veces más larga que una escalera. Cuando esta es más pronunciada obliga a la persona que sube a realizar un esfuerzo superior al que le demandaría acometer la escalera. Y si el piso es de materiales resbaladizos y no rugosos o con caladuras, como deben ser, se corre el riesgo de tener un accidente. Se supone que antes de construir una rampa, se debe recurrir a la buena práctica constructiva que un buen profesional no puede ignorar.

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Para evitar que haya rampas diferentes, se debería unificar el criterio de construcción. La autoridad municipal debería inspeccionar además que los edificios públicos y privados cuenten con el declive para personas discapacitadas y en caso de que no lo tengan multar a la empresa constructora o en su defecto a consorcio. Si los funcionarios fuesen capaces de ponerse en el lugar del otro, posiblemente estos problemas no existirían.

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