Hay que pasar este invierno

Hay que pasar este invierno

La Municipalidad capitalina recibirá hoy al “primer turista”. Habrá agasajo, algún regalito para el afortunado cuya foto, por esas cuestiones del azar, tomará valor simbólico, y muchos partes de prensa. La movida marketinera primerea al Ente de Turismo; es decir al Gobierno provincial. El Ente prefiere dejar de lado estas misceláneas comarcanas porque la prioridad es mantener impoluta la relación con el Ministerio de Turismo de la Nación, a la que califican de “excelente”. Si José Cano y Germán Alfaro quieren armar una movida de esta naturaleza no se esbozarán comentarios -mucho menos objeciones- desde la casona de 24 de Septiembre 484. ¿Les cae simpática la iniciativa? No.

Es una temporada compleja a causa del cierre del aeropuerto. No son mayoría los turistas que vienen en avión, pero sí los que suelen gastar más. La autopista Tucumán-Las Termas de Río Hondo es, al decir del gran Charly, una promesa sobre el bidet. Qué distinta hubiera sido esta coyuntura, por ejemplo, con una vía de comunicación de esa envergadura disponible. Por eso la estrategia fue reforzar la “venta” de la provincia fronteras afuera durante los meses previos a las vacaciones. Los resultados de esas campañas se apreciarán durante las próximas semanas.

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Claro que ilusiona la posibilidad de contar con un aeropuerto de lujo. La primera etapa de la remodelación es la que está en marcha, con todo lo concerniente a la pista. La segunda, bellísimo proyecto de César Pelli mediante, se anticipa para el año que viene y contempla la construcción de una terminal digna del primer mundo. En total es un desembolso de $ 1.700 millones que vienen de Buenos Aires. ¿Se entiende entonces la necesidad de no embarrar en lo más mínimo el ida y vuelta con el Ministerio? Por supuesto que esto es hambre para hoy y pan para mañana. En otras palabras: hay que pasar el (este) invierno.

Según datos del Observatorio Turístico Tucumán, recabados en 2016, el 80% de los visitantes llega por vía terrestre (en auto o en ómnibus). Lo primero que preguntan es ¿qué hay para hacer? El plan del Ente fue abrumarlos con propuestas. “Esta cartelera de julio es la más importante de los últimos años”, se entusiasman. Se anuncian espectáculos, festivales, ferias y actividades al aire libre, en la capital y en el interior. Mucha cantidad en la oferta, habrá que medir la calidad.

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El año pasado, entre la vorágine de los festejos del Bicentenario sobresalió el Festival Interactivo montado en el hipódromo, un recorrido por la historia y la cultura con forma de minidocumentales proyectados en el interior de cinco domos. El proyecto vuelve con otro nombre -Tucumán Late- y nuevos contenidos, pero el mismo concepto. Será del 21 al 23 de julio.

LA GACETA publicó el miércoles un anticipo sobre las obras que están en marcha en las Misiones de San José de Lules. Aquí vale detenerse para subrayar lo valioso que resulta apostar por el turismo religioso. El hecho de contar con este legado jesuítico es un activo que Tucumán necesita aprovechar, por más que las ruinas no se comparen en magnificencia con, por ejemplo, las de San Ignacio. Ponerlas en valor es un paso al frente; después hay que promocionarlas y explicar por qué vale la pena visitarlas. Y más importante aún es que forman parte de un circuito que va de La Cocha hasta Tafí del Valle, donde está el museo de La Banda, y que se proyecta hasta Brasil.

El turismo religioso mueve multitudes y millones. El NOA cuenta con fiestas patronales muy poderosas, como las dedicadas al Señor del Mailín (en Santiago del Estero), a la Virgen del Valle (Catamarca) y al Señor y la Virgen del Milagro (Salta). Tucumán pisa fuerte en el santoral y en la tradición cristiana, también ofrece riqueza de templos y de episodios históricos. Es un potencial para explotar con más ambición en el corto plazo. Un dato al pasar: más de un lector se caerá de espaldas si averigua la cantidad de gente que visita cada día la Galería de la Veneración, hábilmente montada a la vera de la ruta en Famaillá.

“Nuestra mayor esperanza está puesta en el turismo”, se sinceró ante LA GACETA el delegado comunal de San Javier, Gonzalo Vildoza. De la villa los jóvenes se marchan en procura de algún futuro y por eso la contracción demográfica -perdió el 47% de la población en los últimos 10 años- recorta a San Javier en el mapa del interior provincial. La remodelación del Cristo Bendicente que planea el Ente de Turismo es una inyección de optimismo, pero ese salto de calidad en el entorno de la obra de Juan Carlos Iramain cuesta más de 70 millones de pesos. La multiplicación de la afluencia de turistas y el consiguiente derrame económico es una esperanza a la que se aferran Vildoza y la comuna que le toca gestionar.

De todo esto habla el Plan Estratégico de Desarrollo Turístico de Tucumán, que como todo proyecto circula en carpetas y en power points. El financiamiento es la piedra filosofal de esta clase de política de Estado y muchas de las ambiciosas obras que se perfilan dependen de conseguir el dinero, que no es poco. La del Cristo Bendicente es una de esas ideas; el mejoramiento integral de la zona de El Cadillal es otra. El Plan Belgrano, del que se esperaba tanto, sigue siendo una pompa de jabón al viento. Entonces hay que buscar el efectivo en otra parte.

El turístico es un trabajo de hormiga que depende de numerosos factores. Se puede presumir de un aeropuerto extraordinario, pero si la ruta a la capital es una sucesión de basurales, semejante inversión se evaporará en cuestión de segundos de las retinas de los visitantes. O yendo al negocio gastronómico, por citar una de las tantas aristas de este entramado: ¿para qué montar un bar o un restaurante de alto nivel si al cliente van a robarle la rueda de auxilio del auto por falta de seguridad? Y así podemos seguir, porque prima la certeza de que hay mucho que construir en Tucumán, básicamente desde lo cultural y de lo social, a la par de las obras que tanto se reclaman (y tanto se necesitan). Turismo es infraestructura y, al mismo tiempo, buenos modales.

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