Las cifras del crimen, a quemarropa

Las cifras del crimen, a quemarropa

El 4 de julio el Ministerio de Seguridad de la Nación, que timonea Patricia Bullrich, hará público el informe anual sobre estadísticas criminales, en base a datos que provee el Sistema Nacional de Información Criminal (SNIC).

Si bien hay provincias que cuentan con cifras delictuales homologadas desde hace muchos años, para Tucumán será apenas el tercer año que forma parte de esta red de información monitoreada por la Nación, ya que antes no se llevaban registros confiables ni certificados por el sistema nacional.

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LA GACETA tuvo acceso en forma anticipada al informe de este ministerio, correspondiente a la totalidad de los delitos del año 2016.

La primera conclusión que se desprende al ver el estudio no está en el documento: si la provincia sólo cuenta con estadísticas homologadas, monitoreadas y certificadas de 2014, 2015 y ahora recibirá las de 2016, ¿qué política de seguridad había antes? La respuesta es una sola y contundente: ninguna.

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Es imposible que hubiera habido un plan de seguridad sin datos confiables de la realidad. Y no hablamos de una estrategia integral a largo plazo, que sería lo óptimo, sino ni siquiera de un borrador para seguir el día a día.

Exceptuando a la última dictadura, donde el único plan de seguridad lo constituyó el terrorismo de Estado, habría que preguntarle a los gobernadores, ministros, secretarios de seguridad y jefes policiales ¿qué hicieron desde 1983 hasta 2013 si no contaban si quiera con estadísticas del delito?

Consultado al respecto, el secretario de Seguridad de la provincia, Paul Hofer, respondió: “lo que casi nadie sabe es que el Ministerio y la Secretaría de Seguridad estaban vacíos de contenido y conducción política; se había delegado la seguridad al accionar independiente de la Policía, con un sistema de autogobierno”.

Traducido, lo que Hofer revela es muy grave: que la institución policial funcionaba como una especie de Estado paralelo, autogobernado, sin planificación ni monitoreo político.

Es decir, en otras palabras, en materia de seguridad los políticos nos han estafado durante 30 años.

“En el mismo nivel de impotencia se sitúan las respuestas mágicas, según las cuales acabar con la inseguridad es sólo un asunto de decisión política, de contundencia policial o de honestidad. De este modo -agrega Hofer- la sociedad fluctúa entre la sensación de peste y el mesianismo que promete una salvación milagrosa, sin advertir que ambos extremos forman parte de una misma actitud frente al problema: un conservadurismo carente de ideas, poco dispuesto a profundizar en el análisis y menos aún dispuesto a arriesgar en el diseño de políticas que nos permitan enfrentar un fenómeno social complejo y multifacético, que entienda a la problemática de seguridad como un teoría integral de la criminalidad y la violencia”.

Los fríos números

El informe 2016 del SNIC arroja algunas cifras alentadoras para Tucumán, otras que no han variado considerablemente y algunas que siguen siendo preocupantes.

Del total de delitos registrados en 2015, que fueron 3.250 hechos por cada 100.000 habitantes (algo así como 52.000 en todo el año), donde se incluyen homicidios y lesiones culposas en accidentes de tránsito, se pasó a 3.175 en 2016 (50.800), lo que representa una disminución del 2%.

Respecto de la tasa de víctimas de delitos contra las personas (homicidios dolosos, homicidios dolosos en grado de tentativa, homicidios culposos en siniestros viales, lesiones dolosas, lesiones culposas en siniestros viales y lesiones culposas por otros hechos) se pasó de 912 hechos por cada 100.000 habitantes en 2015 (unos 14.500 en total) a 781 en 2016 (12.500), lo que marca una disminución del 14% en ese periodo.

En cuanto a la tasa de víctimas de delitos contra la integridad sexual (violaciones, delitos contra el honor y otros delitos de índole sexual) se produjo una leve disminución, ya que se pasó de 21,5 víctimas por cada 100.000 habitantes en 2015 (344 en el año) a 20 en 2016 (329), lo que representa una baja del 6% en ese lapso.

Entre las cifras negativas que arroja el informe para Tucumán, se ubica la tasa de los delitos contra la propiedad (robos, tentativas de robos, robos agravados por lesiones o muertes y hurtos, entre otros) que aumentó de 1.491 hechos por cada 100.000 habitantes en 2015 (23.850) a 1.543 en 2016 (24.690), es decir, se produjo un incremento de un 3%.

Tucumán en el mundo

Para ponerlo en contexto, la tasa de homicidios de Tucumán es de 7,2 crímenes anuales por cada 100.000 habitantes, levemente superior a la media nacional, que es de 7,03.

La tasa de asesinatos más alta del continente la posee El Salvador, con 52 homicidios cada 100.000 habitantes, y le siguen Brasil (26,5) y México (16,5). Entre las más bajas del mundo se encuentran España (0,8), Australia (1) y Suecia (2,2).

Lo llamativo es que la llamada “sensación de inseguridad” en los países no varía de acuerdo a la disminución o al aumento de los índices de criminalidad, sino a factores socioculturales mucho más complejos.

El ejemplo más evidente es Chile, el país más seguro de América, con una tasa de homicidios de 2,1, inferior a la de Suecia y sólo un tercio de la que ostenta Estados Unidos, y sin embargo más del 80% de los chilenos dice que vive en un país muy inseguro, mientras que más del 80% de los suecos afirma que su país es seguro.

Otro ítem negativo para la provincia se observa en materia de personal e infraestructura. Tucumán es uno de los distritos con menor cantidad de policías por habitante, con 7.141 subalternos y 1.227 superiores, lo que arroja un total de 8.368 (aproximadamente un policía cada 200 habitantes), por debajo de la cantidad de uniformados per cápita que tienen Salta, Santiago del Estero, Catamarca, Jujuy, La Rioja, Santa Fe y Río Negro.

Córdoba tiene un policía cada 150 habitantes, mientras que la Ciudad de Buenos Aires (CABA), con 23.000 policías entre la Metropolitana y la Federal, y otros 4.000 de fuerzas federales como Gendarmería, Prefectura y Seguridad Aeroportuaria, llega a un efectivo cada 100 habitantes. Si se suman las fuerzas de seguridad privada de Buenos Aires, que totalizan 24.000 registrados, resulta que hay un uniformado cada 50 porteños, es decir, cuatro veces más que en esta provincia.

También los números de la seguridad privada en Tucumán son bastante bajos respecto de otros distritos, con 1.172 efectivos registrados.

Múltiples causas

Otras variables que inciden en el complejísimo escenario mal llamado “inseguridad” son la pobreza, la exclusión, la falta de trabajo y de oportunidades, el bajo nivel educativo, la corrupción estatal y privada, el narcotráfico y, sobre todo, la mala calidad en el servicio de justicia.

Desde que funciona el 911, en Tucumán se producen más de 12.000 detenciones por año, de las cuales el 55% tiene antecedentes penales.

Este dato es alarmante, porque quiere decir que más de la mitad de los delincuentes que se detienen por año ya habían sido detenidos.

Si el sistema judicial funcionara, y no decimos jueces, fiscales, códigos y leyes, sino si todo el servicio de justicia diera respuestas, el delito bajaría un 55% en un año, así de fuerte.

Las variables que atraviesan la inseguridad son muchas y complejas y nadie mejor que la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Onudd) para definir este oscuro proscenio.

Las estadísticas de la Onudd muestran la imposibilidad de ligar la inseguridad con una causa única. Afirma que si se le atribuye la inseguridad a la economía, no se entiende que España sea tan segura como Alemania o Grecia más segura que Bélgica.

Dice que si se atribuye la inseguridad a la injusticia social, no se entiende que Suecia sea más insegura que Singapur. En cambio, si la inseguridad es producto de las crisis, no se entiende que Irlanda sea el país más seguro de la estable Europa del Norte. Y si se atribuye a factores socioculturales, no se entiende que en la Argentina haya más homicidios que en Somalia o Marruecos. Ahora, si las causas son las conmociones políticas, no se entiende que en Libia o Egipto haya menos asesinatos que en Chile, o si es por penas benignas, no se entiende cómo Uganda, donde por hurtar te cortan la mano, haya una tasa tan alta de delitos. Si se atribuye a la falta de pena de muerte, no se entiende que en los países del hemisferio donde hay pena capital como Jamaica, Belice y Trinidad y Tobago, figuren entre los más peligrosos del mundo.

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